Según el investigador francés Paul Wignall, de la Universidad de Leeds, antiguamente las erupciones volcánicas producían desastres mayores que los actuales, debido a que el óxido de carbono (IV) que emitían perduraba más tiempo en la atmósfera. Para defender esta teoría ha dado dos razones principales.
Por un lado, las nuevas formas de vida son capaces de soportar más CO2 que las antiguas. Por otro lado, la fragmentación de los supercontinentes provocó una mayor formación de costas, lo que provocó una mayor meteorización de las rocas silíceas y una mayor formación de fitoplancton que absorbe dióxido de carbono en el mar.