Hace unas semanas hemos conocido el yacimiento de ámbar de alto contenido paleoentomológico del Cretácico inferior de Álava. Los medios de comunicación, al igual que ocurre a menudo cuando tratan temas científicos, nos han vuelto a explicar el descubrimiento como algo lleno de imprecisión y error. A pesar de que la forma triste de informar y el tradicional sensacionalismo periodístico podía arrugar un poco el descubrimiento, los paleontólogos queremos decir que la ámbar alavesa tiene una importancia científica.
La ámbar, resina fósil de coníferas que aparece en las rocas sedimentarias continentales, es conocida por el ser humano desde hace tiempo y ha sido utilizada con frecuencia en joyas y adornos, tanto en la magia como en la medicinal. Por otra parte, si conserva en su interior restos de seres, tiene un gran valor científico. Por ejemplo, en 1939 ya se conocían en la zona del Báltico 2.000 especies de insectos en la ámbar del Oligoceno, explotada hace muchos años. Pero aunque éste era el más famoso, el ámbar también es conocido en Alaska, Canadá, Costa Rica, Líbano y Siberia, siendo el más antiguo el de Carbonífero.
Por otra parte, el desarrollo de los insectos está estrechamente ligado a la evolución de las plantas, y el Cretácico Inferior es el punto de partida principal de la evolución de las plantas, ya que en aquella época surgieron las angiospermas. A partir de entonces muchas plantas, incluyendo muchos angiospermos, se polinizan entre sí a través de las actividades de los insectos. Además de su función polinizadora, los insectos suelen ocupar otras actividades, como alimentar, construir refugios, etc. en las plantas, lo que ha llevado a los gimnospermas a verter la resina que encontramos en la actualidad como ámbar.
A menudo el ámbar, además de su contenido paleoentomológico, es rico en palinomorfos, polen y esporas, así como en elementos paleobotánicos, y este conjunto fosilífero puede tener grandes valores taxonómicos y bioestratigráficos. Es más, tanto por los fósiles del interior del ámbar como por la composición de los gases de las burbujas en el interior de la ámbar, se pueden fijar las características físicas y químicas del medio ambiente de la época: los paleoecológicos. Recientemente, se ha conseguido por primera vez resucitar algunas de las esporas bacterianas del aparato digestivo de una abeja de la ámbar, con al menos 25 millones de años de antigüedad en la República Dominicana, lo que ha hecho posible que la paleomicrobiología haya dado uno de los mayores avances de los últimos años.
A pesar de que el ámbar alavés es conocido desde tiempos inmemoriales en la zona de las “Utrillas Facies” del Cretácico Inferior, ha convertido en importante el contenido fosiliférico que se acaba de encontrar en el mismo. Sin embargo, a pesar de la abundancia de insectos fósiles del ámbar alavés, los palinomorfos aportarán mayor información sobre la paleoclimatología tanto de la edad como de la época. Por otra parte, los insectos fósiles de las rocas sedimentarias son muy escasos en general y la mayoría de ellos, y los mejor conservados se encuentran en la ámbar. Por ello, desde el Cretácico esta paleoentomología ha necesitado de insectos en el interior del ámbar.
Sin embargo, a pesar de que 750.000 de los 1,4 millones de especies que actualmente se conocen en la Tierra son insectos, debido a las dificultades de fosilización fuera del ámbar, esta proporción no se cumple entre los grupos fósiles. Sin embargo, los artrópodos han sido abundantes desde hace tiempo y en todos los yacimientos de ámbar se han identificado nuevas especies. Por tanto, en el ámbar alavés probablemente aparecerán nuevas especies y palinomorfo, fragmentos vegetales (semillas, hojas...) y otros fósiles. El conjunto de todos los fósiles contribuirá a difundir nuestro conocimiento del medio ambiente en el Cretácico inferior sur de Álava.