Tener alas largas y cuerpos pequeños les pueden ayudar a escapar más fácilmente de los depredadores.
Si durante la ovulación de su madre observan depredadores, los descendientes de estos óvulos tienen alas más largas. A esta conclusión llega un equipo de investigadores de la Universidad de Berna, que han dado a conocer en la revista Functional Ecology.
No es la primera vez que se analiza la influencia de la presencia de depredadores en las generaciones venideras. Investigadores de la propia Universidad de Berna, por ejemplo, comprobaron en un estudio realizado en 2005 que la presencia de depredadores aumentaba los niveles de hormonas corticosterona en las hembras. Esto hizo que los descendientes fueran más pequeños. Sin embargo, no pudieron saber si fue una consecuencia negativa del estrés o una respuesta adaptativa a la presencia de depredadores en la zona.
Para aclarar esta duda, en el nuevo estudio se analizó una población natural de gran carbonero durante la ovulación femenina. Para una parte de la población simularon la presencia de gavilanes, con gavilanes disecados expuestos y emitiendo sus sonidos. En el otro grupo, por el contrario, lo hicieron con los Birigarros, que no son depredadores. Una vez terminada la incubación, se tomaron los pollos y se introdujeron en una población fuera del experimento, donde se siguió el cultivo de las crías.
Como pudieron ver, todas las crías de hembras que habían estado con depredadores fueron más pequeñas que otras. Y, además, se dieron cuenta de que a los críos del primer grupo les crecieron las alas más rápido y en mayor medida. En promedio, 1,8 milímetros eran más grandes que los de las hembras sin depredadores. "Aunque el hecho de que sean más pequeños se considera un impedimento, el resultado puede ser un mejor vuelo apoyado junto a las alas más largas, lo que ayuda a sobrevivir", ha señalado uno de los investigadores.