El coral Acropora es nasuta; los peces Gobidon histro y Paragobidon echinocephalus; y el alga Chlorodesmis fastigiata. El alga es tóxica para el coral, sobre todo cuando toca. Los peces sobreviven al abrigo de los arrecifes de coral y, cuando el coral los demanda, le acompañan con la algara. En los experimentos realizados en la isla de Fiji, los investigadores han medido una gran diferencia entre corales ocupados por peces y corales sin peces. En las ocupadas se redujo un 30% el número de algas y un 70-80% el daño sufrido por el coral, según ha publicado la revista Science.
Para demostrar que los peces responden a las señales químicas del coral, se colocaron los peces en tres tipos de agua: sólo había algas en el agua, en el agua de contacto entre el alga y el coral, y 20 minutos antes en las aguas cercanas al coral. Los peces sólo reaccionaron en los dos últimos casos. Incluso cuando se colocaron en torno a otras especies de coral afectadas por el alga, los peces no respondieron. En consecuencia, los investigadores consideran que se trata de una relación mutualista específica, local.
Asimismo, los investigadores han descubierto que uno de los peces, el Gobido histro, se hace más desagradable para los depredadores después de comer algas. Es el único que come algas —el otro sólo le da mordeduras— y parece que el “olor” tóxico de las algas le ayuda a defenderse de los depredadores.
Este tipo de entrevistas químicas entre especies mutualistas son más habituales en la naturaleza de lo que se pensaba hace unos años, lo contamos en los reportajes “Ponentes químicos”.