Una falacia es un razonamiento inválido o engañoso, con una apariencia directa y creíble. Lo peor de la falacia es que a veces es difícil de identificar. Hay muchas falacias y hay que tener cuidado con ellas. A continuación se presentan algunas falacias de uso frecuente:
Argumentum ad ignoratiam:
La falacia Argumentum ad ignoratiam reconoce que el desconocimiento de evidencias en contra de algo es una evidencia favorable. En otras palabras, trata de defender una información argumentando que no hay evidencia que demuestre lo contrario.
Al utilizar esta falacia, por tanto, los argumentos no se basan en el conocimiento, sino en la falta de conocimiento, es decir, en el desconocimiento. Por ejemplo: “Nadie ha demostrado que hay vida en otros planetas, por lo que no existe”, “Los fantasmas existen, porque nadie ha demostrado que no existen”, “Nadie puede demostrar que los astros no afectan a nuestra vida, por lo que las predicciones astrológicas son ciertas”, etc.
Argumentu ad verecundiam:
Es frecuente que una persona difunda una determinada información, sea o no cierta, valiéndose de su prestigio o poder. De este modo, puede suceder que alguien aproveche su reputación o autoridad para difundir opiniones personales sobre un tema (normalmente polémico) y frustrar la información real (por un interés determinado o no).
Cuando alguien con autoridad política, económica o cultural habla o opina sobre algo ajeno a su ámbito, es más fácil cuestionar la credibilidad de lo que dice, pero ¿qué pasa cuando la autoridad es científica? ¿Está garantizada la credibilidad de lo que dice? No siempre, y para garantizar la credibilidad de la información, es muy importante conocer la opinión de la comunidad científica sobre lo dicho por el experto.
Cuidado, por tanto, con la información que proporciona alguien con cierto prestigio o autoridad. Y es que la fama o la autoridad de una persona no hace de la verdad absoluta.
Lo expuesto en los párrafos anteriores puede relacionarse con un tipo de falacia, conocida como Argumento ad verecundiam, que significa que, para defender la credibilidad de una información, se mencione a alguien que sabe (o tiene cierta autoridad) en esta materia, sin dar otras razones. Por ejemplo: “Tiene razón, estudió biología y sabe mucho de ello”. Esta persona puede tener razón en lo que dice, pero no porque estudió biología.
Argumentum ex populo:
Si al leer una información la gente coincide con lo que se dice en ella, recibe muchos líquenes, pero eso no lo hace. Esto está muy relacionado con otra falacia denominada argumentum ex populo. Los argumentos ex populo se utilizan en los discursos populistas, en la política, en los medios de comunicación y en los debates cotidianos, utilizando frases como: “Y no lo digo yo, todo el mundo lo dice”, “La mayoría de la gente tiene mi misma opinión”, “Todo el mundo sabe que eso es así”, etc.
Esta falacia se basa en el uso inadecuado de la lógica, ya que las cosas nunca son ciertas porque alguien las conoce (o porque todo el mundo las conoce), sino porque coinciden con las evidencias demostradas. Por lo tanto, cuidado con las informaciones que tienen muchos Likes o se convierten en trending topic, ya que el número de seguidores no garantiza su credibilidad.
Cum hoc ergo propter hoc:
Los argumentos, cuando se completan con datos de parámetros medibles, son más creíbles, pero estos datos también deben ser creíbles, por lo que los datos utilizados para argumentar cualquier afirmación también son correctos. Los datos científicos no sirven para nada sin estadísticas y para ser aceptables deben cumplir unos requisitos mínimos.
La correlación es un concepto estadístico que hay que utilizar con mucho cuidado a la hora de formular un argumento, ya que la correlación no siempre significa causalidad. La causalidad se refiere a la causa y el efecto de un fenómeno, en el que algo provoca directamente un cambio de otra cosa. La correlación es la comparación o descripción entre dos o más variables. Por lo tanto, la correlación no significa siempre causalidad, es decir, que dos fenómenos se produzcan simultáneamente no significa que uno haya producido el otro.
Hay otra falacia asociada, conocida como “Cum hoc ergo propter hoc”, que dice que cuando tenemos dos sucesos que ocurren juntos, uno es la causa del otro.
Por ejemplo, analicemos el siguiente argumento: Muchos consumidores de drogas tienen problemas psiquiátricos y muchos con problemas psiquiátricos consumen drogas. Por tanto, el consumo de drogas genera problemas psiquiátricos. Aunque la conclusión puede ser cierta, el argumento es falso, ya que la correlación entre el consumo de drogas y los problemas psiquiátricos no puede garantizar la relación causa-efecto. El consumo de drogas puede ocasionar problemas psiquiátricos, pero también puede ocurrir que los problemas psiquiátricos ocasionen consumos de drogas, o que ambos sean debidos a un tercero, o que no exista una relación entre ambos hechos y sea una casualidad.
Cuando dos sucesos ocurren a la vez, puede resultar tentador admitir que uno provoca el otro, pero, además de la correlación estadística, se necesita más información para concluir adecuadamente que existe una relación causal entre uno y otro suceso.
Argumentum ad hominem:
Quien utiliza la falacia conocida como argumentum ad hominem no presenta las razones adecuadas, sino que rechaza a la persona que defiende una afirmación, o ataca a ella por sus características o ideas e intenta negar la credibilidad de la afirmación.
Muchos de los debates políticos que se pueden ver en la televisión son una muestra de ello: los tertulianos que quieren expresar sus razones gritando y despreciando los argumentos de los demás utilizan a menudo el argumento ad hominem para hacer frente a las opiniones del partido contrario, sin criticar sus propios argumentos, sin objetividad, y todas ellas marcadas por las tendencias ideológicas de los ponentes.
La diputada del PP, Celia Villalobos, por ejemplo, habló de los diputados de Podemos y de su aspecto, ya que se alejaban del traje de traje y corbata que hasta entonces era habitual en el Congreso de los Diputados. En concreto, el diputado Alberto Rodríguez Rodríguez dijo: “a mí me da igual llevar rastas, pero que lleve limpios para no contagiarme”. Con estas declaraciones en televisión, Villalobos, en lugar de criticar con argumentos las opiniones del diputado de Podemos, trató de despreciar su apariencia.
Pero no sólo se ven en la tele. En nuestro día a día también es habitual, por ejemplo, utilizar la palabra “feminazi” para argumentar contra el movimiento feminista. De este modo, en lugar de expresar con respeto las razones por las que se oponen a las reivindicaciones y opiniones de las feministas, se agrede intentando condenar a las personas que están a su favor. Es decir, una feminista se asimila a un nazis, tratando de difamar al individuo (feminista) y al movimiento (feminismo).
Un pensador crítico debe saber escuchar y analizar los argumentos de los demás sobre una información y defender sus opiniones mediante argumentos basados en evidencias. Tratará de identificar falacias en los argumentos de los demás y evitará el uso de falacias en los argumentos que utilizará para defender sus ideas.
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