El criptodinero, las NFT, Web3... es lo que últimamente se oye en el mundo digital, incluso fuera del mundo digital. Todas son aplicaciones de la tecnología de blockchain o cadenas de bloqueo. Si atendemos a sus apologistas, parece que es la mayor revolución que se ha producido desde que se inventó Internet, y la más parecida. Pero en realidad no hay nada que haya supuesto un gran beneficio o cambio en el mundo de la tecnología o que haya influido en las vidas reales de la gente. Por el contrario, no son más que cuestiones especulativas y de enorme impacto ambiental.
Hace catorce años surgió la tecnología de blockchain o cadenas de bloqueo. Satoshi Nakamoto fue el inventor de esta base de datos descentralizada diseñada contra el fraude, junto con el concepto de criptodinero y la primera criptomoneta Bitcoin. Más recientemente se habló mucho de las múltiples aplicaciones que podía tener el almacenamiento distribuido, fiable e inmanipulable de transacciones: logística, elecciones, registros de información ciudadana, contratos, aplicaciones empresariales, etc. No está claro si este tipo de usos reales y prácticos han tenido o no mucha difusión, pero últimamente se han extendido enormemente otros usos poco prácticos pero con muchas consecuencias incorrectas.
Criptodinero: sólo especulativo
La idea que subyace en el criptodinero es tener una divisa digital, cuya emisión está predeterminada y controlada por un software que se autorregularía sin la injerencia de bancos y estados. Pues como en todos los mercados que se dejan sin intervención alguna, Bitcoin, Ethereum, Dogecoin y todas las demás criptomonetas se han convertido en el campo de la especulación más salvaje. Su uso real, es decir, el de vender y comprar cosas de verdad, es muy pequeño, salvo para acciones ilegales o blanquear dinero. Por el contrario, como todos hemos visto, se han multiplicado enormemente las páginas web, aplicaciones, plataformas u oficinas físicas para invertir en bitcoinas u otras criptomonetas. Su publicidad nos aparece por todas partes, y más aún a los chavales: sus ídolos, los youtuberes, no dejan de decirles que es una inversión segura y de gran beneficio, y que ese mundo está en constante auge sin confesarles que les pagan por decirlo. Por eso, mucha gente ha metido dinero en ellos y, como no hay nada que sea para siempre, cuando los incrementos han acabado, como siempre, unos pocos (los de siempre) han ganado mucho en comisiones y muchos pequeños inversores han perdido mucho dinero. Y todavía queda mucho por venir...
Además, el mundo de las criptomonetas tiene otro lado oscuro. De hecho, la emisión y adquisición de nuevas criptomonetas se realiza mediante un proceso denominado “minería” y que consiste en la realización de cálculos criptográficos por parte de los ordenadores. Por ello, muchas empresas, particulares e inversores están llevando a cabo un proceso de montaje y minería continua para adquirir estas monedas de gran rentabilidad. Y eso conlleva muchos daños: las empresas tradicionales tienen dificultades para conseguir inversores, la falta de ordenadores y tarjetas gráficas y la subida de precios, y el enorme consumo de energía que tienen estos ordenadores tiene un gran impacto ambiental. Además, hay un gran número de malwares que ponen nuestros ordenadores en las tareas mineras de las criptomonetas para otros.
NFT: El uso absurdo del arte
En los últimos dos o tres años estamos escuchando mucho sobre las NFT. El significado de las siglas es Non-Fungible Token y, de hecho, se trata de una unidad de datos unívocamente identificable. Pero normalmente cada NFT se asocia a un fichero digital y el hecho de ser propietario de una NFT, en teoría, significa ser propietario de ese fichero digital. Y los documentos de propiedad y transacciones de las NFT se almacenan en las cadenas de bloqueo. Los NFT se utilizan para la compra de accesorios exclusivos (ropa, útiles...) en determinados videojuegos, así como en el comercio de arte digital.
¿Y qué problemas hay con las NFT? Pues que, por un lado, a muchos compradores no se les ha dicho claramente lo que significa ser propietarios de una NFT. Y es que sólo significa que la plataforma que gestiona el NFT certifica que el NFT es suyo, pero esto no garantiza la propiedad o el derecho de explotación del fichero digital asociado al NFT, y mucho menos las garantías jurídicas o la tecnología necesaria para que nadie pueda copiarlo. Por otro lado, aunque las NFT pueden tener cosas buenas (dar la oportunidad a los artistas de hacer dinero, por ejemplo), hoy en día se utilizan exclusivamente para la especulación, como las criptomonetas. Como están de moda, se compran (y algunos son muy caros), con la esperanza de que luego se vendan más caras, y mucha gente está invirtiendo en ello porque los asesores les han dicho que son una inversión de futuro, entre ellos muchos jóvenes, empujados por los influencers de su cabecera. Es más, son muchos los jóvenes que están dedicando sus vidas a vender su ‘arte’ digital como NFT, con el objetivo de enriquecerse rápidamente y sin esfuerzo, y registrar los NFT de imágenes sencillas de 8 bits o tonos meme en plataformas que cobran comisión. Por último, los cálculos criptográficos que cualquier cadena de bloqueo debe realizar para registrar algo y que la inmanipulabilidad obliga a repartir en un gran número de servidores, hacen que las NFT también perjudiquen al medio ambiente y apenas beneficien al mundo.
Web3: nueva web no solicitada
Con la excusa de que la web está quedando en manos de pocas empresas, aplicaciones y servicios, los apóstoles de las cadenas de bloqueo y criptomonetas han propuesto la siguiente versión, Web3. Esta versión no tiene nada que ver con la Web 3.0, la web semántica, propuesta desde hace tiempo por el propio creador de la web Tim Berners-Lee. Esta nueva Web3 sería simplemente una nueva web basada en cadenas de bloqueo y criptomonetas. A pesar de que todavía no es más que un proyecto, Web3 ha recibido muchas críticas, todas muy merecidas.
Sólo por estar basado en cadenas de bloqueo volvería a tener un mayor consumo de energía. Además, en la propuesta no se aclara cómo se van a materializar en Web3 ciertas características de la web actual, como son las bases de datos, por lo que muchos consideran que se trata de un vaporware (es decir, una tecnología que nos venden muy bien o muy bien, pero que no existe realmente o es imposible).
Por otra parte, algunas de las compañías tecnológicas más interesadas en Web3 son las grandes, con las que difícilmente conseguirá Web3 uno de sus objetivos fundacionales: evitar su dependencia o centralización. Si bien es cierto que la web actual está centralizada en unas pocas empresas y esto es un gran problema, la web en sí es un protocolo descentralizado y la solución existe hace tiempo: Serie de tecnologías descentralizadas federadas como Activeuskaltel.com Pub, Nextcloud o Matrix y herramientas y servicios que ya existen a través de ellos. Basta con que los usuarios pasen a ellos sin necesidad de Web3 ni cadenas de bloqueo.