Toda la historia de la informática está llena de esperanzas excesivas sobre determinadas tecnologías, abandonos y reticencias posteriores. Así ha sido el procesamiento del lenguaje natural, la traducción automática, las redes neuronales, la realidad virtual… Todos ellos se han puesto muy de moda. En la creencia de que el futuro estaba ahí, todo el mundo ha pasado a trabajar en ellos y, al no haber obtenido los resultados esperados, han quedado totalmente descartados hasta que se han retomado.
Con la creación de la informática, hace 50-60 años, se hicieron previsiones muy positivas de lo que iba a suponer, especialmente en el campo de la inteligencia artificial. Se pensaba que enseguida tendríamos robots que actuarían como los humanos. Sin embargo, tras años de esfuerzo, se vio claramente que no era tan fácil. Y aunque nunca se ha abandonado totalmente la inteligencia artificial, el mundo académico ha continuado con la investigación básica, las grandes empresas se han limitado a cosas más factibles y rentables.
Sin embargo, en los últimos tiempos, todas las grandes empresas tecnológicas han empezado a invertir mucho en inteligencia artificial. Todo el mundo parece ver ahí el mercado y el dinero, y, al igual que todo el tiempo que sucede, todos se han metido en un partido para conquistar ese mercado en el futuro.
Algunas de estas empresas están invirtiendo en vehículos autónomos. Tesla, productora de coches eléctricos, está haciendo coches cada vez más autónomos, y su jefe, Elon Muskiz, ha anunciado recientemente que para finales de 2017 tendrán en la calle un coche totalmente autónomo. También son conocidos los tests que Google está llevando a cabo con coches autónomos, con el objetivo de desarrollar un sistema integrado por otros fabricantes en un futuro no tan lejano (como ha ocurrido en los teléfonos con Android). Y Apple también está desarrollando la suya.
Otros, sin embargo, están realizando asistencias virtuales o agentes de diálogo. Son conocidos los ayudantes Google Assistant, Siri y Cortana preinstalados en teléfonos Android, iPhones y Windows respectivamente. Y Amazon ha sacado Amazon Echo y Google Home; son dos aparatos que se instalan en el salón de casa, con el micrófono encendido siempre, esperando órdenes de habla para poner música o controlar los electrodomésticos.
Por otro lado, 2016 ha sido el año de los chatotazos. De hecho, se trata de agentes de diálogo especializados que viven dentro de otras aplicaciones o servicios, normalmente en programas de mensajería instantánea o redes sociales. Así, si añadimos estos chatbots como contacto, podemos hacer preguntas o dar órdenes en lenguaje natural sobre áreas especializadas (preguntar por el tiempo, pedir pizzas, realizar consultas lingüísticas...) y responden como personas. En Telegram y Twitter hay chatbots desde hace tiempo y Facebook también lo tiene.
Todos ellos, en mayor o menor medida, necesitan inteligencia artificial. Está claro, por tanto, que la inteligencia artificial es la tecnología de moda en las empresas tecnológicas, y que están invirtiendo mucho en ello. Gracias a la capacidad de las máquinas actuales, se están produciendo grandes avances, y es posible que la explosión de inteligencia artificial sea definitiva.
Pero no todo es oro. Hay inquietudes sobre el boom de la inteligencia artificial que estamos viviendo en la actualidad. Uno de ellos es que muchos investigadores pasan del mundo científico-académico a las empresas. Esto puede suponer un retroceso del mundo académico en el campo de la inteligencia artificial, que es el que pone el conocimiento al alcance de toda la humanidad, ya que las empresas lo reservan para sí. Otro peligro es la transferencia de las investigaciones científicas a objetivos comerciales o visuales.
Algunos expertos, por su parte, han visto el avance reciente de la inteligencia artificial, la capacidad de máquinas que tienen estas empresas y que cada vez más procesos y sistemas del mundo real se controlan a través de máquinas interconectadas, preocupados por el futuro de las películas apocalípticas de ciencia ficción.
Estos expertos no son cualquiera. El famoso físico Stephen Hawking dice textualmente: “creo que todo el desarrollo de la inteligencia artificial puede suponer el fin de la humanidad; si el ser humano desarrolla la inteligencia artificial, la inteligencia artificial comenzaría a actuar por sí misma y se iría rediseñando cada vez más rápido; el hombre, limitando las lentas evoluciones biológicas, no podría competir con ella y sería derrotado”. Elon Muskiz, fundador de la empresa Tesla, ha señalado: “espero que no sólo sea el cargador biológico de arranque para la superinteligencia digital, que desgraciadamente se está convirtiendo en cada vez más probable”. Y el autor del libro de texto, casi estándar en el campo de la inteligencia artificial en las dos últimas décadas, Stuart J. Russell cree que no es prudente desarrollar la inteligencia artificial a ciegas, sin pensar al menos un poco sobre los riesgos potenciales.
Uno de los líderes de Google, Eric Schmidt, quiso ahuyentar esos miedos diciendo que hoy en día no hay peligro y que los miedos son absurdos. Para ello utilizó un único argumento, yo creo que erróneo: Hawking y M no son informáticos. Al mismo tiempo, se descubrió que un equipo de inteligencia artificial de Google estaba investigando las formas de poder apagar las hipotéticas malas inteligencias artificiales.
Si me preguntaran, les diría que no está mal tener al menos un poco de prudencia. Prueba de que el riesgo es real, lo que pasó a Microsoft con el chat Tay. Para demostrar sus avances en inteligencia artificial, Microsoft puso el chat Tay en Twitter para mantener conversaciones naturales con los jóvenes. Tay aprendía de las conversaciones reales de los jóvenes, a través de un aprendizaje automático, y parece que aprendió demasiado bien, ya que pronto empezó a hacer comentarios racistas, sexistas, nazis y de mal gusto. Se retiró antes de 24 horas. Y es que si conseguimos construir máquinas inteligentes como el hombre, ¡el desastre es seguro!