Para nosotros es el nombre común de dinosaurio. Y es muy común el concepto que subyace a este nombre, es decir, un conjunto de reptiles gigantes que en algún momento tuvieron gran éxito en la evolución. Pero hace 200 años no existían ni el nombre ni el concepto. Sin embargo, la afición por los fósiles ya existía en algunos lugares.
Uno de esos lugares era el sur de Inglaterra. Y, precisamente, los primeros dinosaurios fueron descubiertos por sus fosilistas; en 1811, una niña llamada Mary Anning descubrió por primera vez un esqueleto completo de un ictiosauro. No sabía qué era, consideró el esqueleto fosilizado de un viejo cocodrilo. Nadie sabía lo que era, pero este descubrimiento y otros realizados en los próximos años despertaron el interés de los geólogos. La edad de la Tierra se estaba investigando entonces, y los fósiles eran elementos importantes en esa investigación. Los fósiles de los dinosaurios también sacudieron las teorías de los zoólogos.
Este libro cuenta la historia de toda esta gente, la más fosilista de geólogos y zoólogos. Se puso en marcha una carrera de descubrimiento y casi captura de huellas de dinosaurios, así como de interpretación de fósiles.
Muchos grandes nombres aparecen asociados a los fósiles de los dinosaurios. El sacerdote William Buckland, por ejemplo, quiso adaptar el descubrimiento de los dinosaurios a la interpretación de la Biblia; James Parkinson, médico que describe por primera vez la enfermedad de Parkinson y uno de los fundadores de la organización Geological Society, participó en la definición de un sistema de referencia para saber cuándo eran las sílabas; Georges Cuvier, uno de los mayores expertos en zoología; y otros muchos jueces ingleses.
Sin embargo, los más destacados fueron dos: Gideon Mantell y Richard Owen. Ambos fueron expertos en el estudio de los huesos de los dinosaurios y disputaron una de las competiciones más conocidas de la historia de la ciencia. En la actualidad, Owen es el que más importancia concede, ya que fue el que inventó y extendió la palabra dinosaurio.
No podemos olvidar otro gran nombre: Charles Darwin. El padre de la evolución tiene importancia en este relato, no por la búsqueda o estudio de fósiles de dinosaurios, sino porque desarrolló una sólida teoría para comprenderlos. Sin embargo, Darwin tenía miedo, por ejemplo, a la opinión de Owen. Y tenía razón para ello; aunque inicialmente era partidario de Owen Darwin, no podía aceptar las conclusiones finales de la teoría. Y el inventor de la palabra dinosauro tenía mucha fuerza en el XIX. En la ciencia del siglo XX.