No sé si me ha sorprendido, me ha asustado, me ha asombrado, me ha sorprendido… pero me ha tocado tenerlo en diferentes lugares de mi carrera profesional, y sobre todo me ha llamado la atención el ámbito de las personas. Las relaciones interpersonales, las interacciones… y cómo puede marcar un camino para bien o para mal. Intentaré explicarlo.
Aunque actualmente estoy en otro ámbito profesional, he pasado más de 30 años en la docencia. Pues en mis primeros años, cuando empecé a enseñar, me di cuenta de que se cumplían las expectativas que tenía en el alumnado. Es decir, cuando tenía grandes esperanzas en los alumnos, los alumnos obtenían mejores resultados que cuando la esperanza era pequeña. Luego he aprendido que a esto se le llama el efecto Pigmalion, que las grandes esperanzas provocan un efecto positivo en Pigmalion y una falta de confianza en los alumnos, un efecto negativo en Pigmalion.
Más allá de este ejemplo, la toma de conciencia de que este tipo de prácticas pueden producir un cambio en la situación, en el recorrido, en el futuro o en el bienestar de alguien supuso un hito importante en mi actividad profesional, incluso en mi vida.
De ello se extraen algunas conclusiones. Por un lado, la importancia de los educadores, que no sé si la sociedad tiene tan interiorizada y pone suficientes recursos, y por otro, a nivel personal, la importancia de la formación continua y de la actualización.
Tim Berners-Lee World Wide Web (WWW) o desde su creación han pasado cerca de 33 años. ¡Sólo 33! ¡Tan cerca y tan lejos! Conviene recordar que el objetivo inicial era poner a disposición de todas las personas una plataforma abierta que permitiera el intercambio de información desde cualquier lugar, la colaboración, la variedad de opciones... Es decir, poner a disposición de mí una plataforma que llevara a superar los límites geográficos y culturales. Sin duda uno de los grandes cambios de la historia de la humanidad.
En muchos aspectos, la Web ha cumplido y sigue cumpliendo este objetivo, pero en los últimos años se ha utilizado para impulsar otros objetivos, proyectos y comportamientos. Ahí están, con nuestros datos, el modelo de negocio de las grandes empresas tecnológicas; los proyectos de mercado vinculados a la inteligencia artificial; las facenews; la publicidad política menos transparente; la ansiedad que pueden generar las redes sociales en adolescentes; los algoritmos secretos… Los riesgos son muchos y conviene fijarse en las tendencias emergentes.
Pues bien, si no es posible volver a esos propósitos iniciales, pediría, al menos, aumentar la competencia digital y la criticidad de la ciudadanía, acabar con la brecha digital y acabar con las prácticas maliciosas y no éticas mencionadas anteriormente. Me gustaría ser testigo de ello en un futuro próximo.