¿Qué es lo que más te ha sorprendido, alterado o fascinado desde que empezaste a trabajar?
Me resulta difícil dar una única respuesta, porque en las últimas décadas los descubrimientos nos han cambiado radicalmente la vida.
En el ámbito personal, destacaría el enorme avance que han experimentado las tecnologías de la comunicación (internet, telefonía, wifi, etc.). Mi hija mayor vive en Helsinki, y hablar con ella y verme en tiempo real me sorprende cada vez que lo hacemos. Al mismo tiempo, me da miedo lo mismo, porque siento más que nunca observándome en todo momento.
En el campo de la geología, y a pesar de su antigüedad (XX. La teoría de la tectónica de placas, de mediados del siglo XX, es la que más me ha fascinado, ya que ha sido una teoría unificadora de las ciencias de la tierra, que explica de forma unificada y coherente observaciones geofísicas, geológicas, paleontológicas, paleoclimáticas, etc.
¿Qué le gustaría ser testigo de la revolución o el descubrimiento en su trayectoria?
En junio del año pasado, el investigador de la Universidad de Southampton, Juerg Matter, y sus colaboradores, publicaron en la revista Science un artículo titulado “Rapid carbon mineralization for permanent disposal of anthropogenic carbon dioxide emissions”, en el que propusieron un camino para confinar el CO 2 en las rocas basaltos. Dentro de un proyecto denominado CarbFix, el CO 2 liberado por una instalación eléctrica de Islandia fue almacenado en una formación de roca basalto. En el plazo de dos años, el gas reaccionaba con los minerales de la roca formando carbonatos. Por lo tanto, esta técnica puede dar lugar a la mitigación de los efectos del cambio climático.
En cualquier caso, con las palabras de James Lovelock, “no podemos pensar que podamos extraer del viento y del sol la energía necesaria para mantener el nivel de consumo actual”. Un futuro difícil si no lo tenemos en cuenta.