La conferencia de Serge Voronoff concluyó con un aplauso. En el Congreso Internacional de Cirujanos de 1923, en Londres, 700 cirujanos punteros de todo el mundo aplaudieron el trabajo de Voronoff: "rejuveneciendo" a hombres viejos. El método de Voronoff consistía en insertar fragmentos testiculares de los monos en textos de hombres viejos. Y estaba teniendo un gran éxito.
En el congreso de Londres enseñó a través de varias películas cómo operaba. En cada mesa ponía al enfermo y a un mono, uno al lado del otro. El hombre era anestesiado local y el general al mono. Al mono extraía un testículo, cortaba seis pequeñas partes y las metía en el escroto del hombre.
Mostró casos de tres hombres antes y después de la operación. Eran hombres de 61, 74 y 77 años que se veían envejecidos y en mal estado antes de la operación. Meses después de la intervención se veían sanos y fuertes, montando caballos, remando, etc. Voronoff explicó que 44 hombres mayores de 60 años que ya habían recibido trasplantes testiculares de monos estaban valientes y sanos.
Voronoff era de origen ruso, pero a los 18 años emigró a Francia y allí estudió medicina. Fue profesor de Alexis Carrel y de él aprendió las técnicas de trasplante. No era un profesor de cualquier tipo Carrel ganaría el Premio Nobel en 1912 por desarrollar técnicas de trasplante de sangre y órganos.
Tras finalizar sus estudios, Voronoff viajó a Egipto en 1896, donde ejerció como cirujano durante catorce años. Como le contaría a la revista Time en 1924, los eunucos locales despertaron su interés: "No tenían rebabas, ni bigotes, tenían las mejillas caídas y eran obesos; tenían un aspecto bastante viejo, aunque fuera muy joven. Uno de ellos murió a los 45 años y parecía tener 90. Esto demostraba que las glándulas además de la reproducción tienen otras funciones; para ello tienen un fluido y otro que da fuerza a los músculos y a la cabeza". Como consecuencia de estas observaciones, pensó que el trasplante de testículos podía ser un remedio contra la vejez.
Volvió a Francia en 1910 y siete años después comenzó a realizar las primeras pruebas con animales. "Tomé un carnero, de 10 a 12 años, que según los veterinarios podían morir de un momento a otro. Estaba tan débil que al levantarse las patas temblaban y no era capaz de retener su orina. Le metí partes del testículo de un carnero de seis meses. En un par de meses se produjo el cambio. Su apatía, su apariencia de desesperación y su triste expresión desaparecieron y aparecieron la vitalidad y el espíritu agresivo. En lugar de su descontento con las ovejas, mostró cariño y ganas. Lo pusimos con una oveja y fue capaz de ser una posterior."
Entre 1917 y 1926 realizó más de 500 operaciones con carneros, acres e incluso con toros. Y según las observaciones de Voronoff, al trasplantar testículos juveniles en animales antiguos, recuperaban la fuerza perdida.
En el caso de los hombres pensó que podía utilizar los testículos de los monos. Para esa época, la idea era valiente, ya que el mono ponía a los humanos. Pero es más, Voronoff escribió una vez: "Me atrevo a afirmar que el mono está por encima del hombre, en la fortaleza de su cuerpo, en la calidad de sus órganos y en la ausencia de defectos que afecten a la mayoría humana". Posteriormente explicó: Utilicé los testículos de los monos, porque había grandes obstáculos para la obtención de los humanos, y porque sólo eran las glándulas de los monos, concretamente las de los simios antropoides, cuyos trasplantes encontrarían en los tejidos humanos las mismas condiciones originales.
En 1920 realiza su primer trasplante oficial con un hombre. Tenía 45 años y había extirpado los testículos porque eran tuberculosos. Como consecuencia, no tenía rebabas. "Tras el trasplante tuvo que empezar a afeitarse, llevaba 20 años sin hacerlo". Poco después operó a otro hombre de 74 años. "Volvió a los ocho meses. Mi ayudante y yo nos quedamos sorprendidos al ver que su grosor descendió a la mitad. Su aspecto era joven, se notaba fuerza en los movimientos. La grasa desapareció, los músculos fueron rotos, se le corregió el cuerpo, y en la cabeza incluso donde antes no tenía nada que morir. Estaba subiendo las montañas de Suiza..."
A principios de los años 30 se operaron en Francia más de 500 hombres y otros miles de hombres en todo el mundo con el método de Voronoff. Para responder a la demanda de los testículos monares, Voronoff construyó su propio vivero en Italia. Este éxito le permitió hacer una gran fortuna y ocupar todo el primer piso de uno de los hoteles más caros de París, con un montón de camareros.
Pero con el paso de los años, el éxito de Voronoff comenzó a disminuir y los críticos con el método se fueron fortaleciendo. La comunidad científica demostró poco a poco que este método no daba realmente ese resultado. Lo único que había detrás de los resultados positivos observados era el efecto placebo. Como dijo el doctor británico Kenneth Walker, el de Voronoff "no es mejor que los métodos de brujas y hechizos".
La carrera y el prestigio de Voronoff quedaron enterrados. Murió en 1951 y pocos periódicos le hicieron alguna necrología. Y fue para ridiculizar por sus creencias, como si siempre lo hubieran tratado.