En el siglo XXI no es sólo el
hombre, un ser más conectado que nunca.
Estrategia para los riesgos futuros
Enfoque de Salud Única.
Problemas de seguridad alimentaria y de piensos,
cultivos amenazados por el cambio climático y hongos.
Daños en el medio, el ganado y la salud humana.La
investigación interdisciplinar es la clave imprescindible en el control, prevención y previsión
de estos riesgos.
Garantizemos una alimentación segura en el futuro.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, cerca del 25% de los alimentos de todo el mundo están contaminados con micotoxinas [1]. Las micotoxinas (del griego: mykes, onddo; y del latín: toxicum, veneno) son tóxicos naturales contaminantes que producen los hongos. A pesar de los años de investigación y de las buenas prácticas de fabricación y agricultura en la cadena alimentaria y de piensos, la contaminación de estas toxinas amenaza gravemente la seguridad alimentaria y de los piensos. Los países con bajos ingresos son los más vulnerables a la contaminación, a pesar de los daños mundiales. Por un lado, las micotoxinas afectan a la salud humana y animal y a la productividad de animales y cultivos. Por otra parte, la retirada del mercado de productos contaminados altera el comercio nacional e internacional y provoca importantes pérdidas económicas [2].
Algunos grupos de micotoxinas son objeto de especial consideración en cuanto a seguridad alimentaria y normativa [3]. Entre ellas, las toxinas producidas por hongos del género Aspergillus (aflatoxinas) son una de las micotoxinas tóxicas más frecuentes y peligrosas. El consumo de alimentos y piensos contaminados con aflatoxinas puede tener graves consecuencias para la salud humana y animal, como el aumento del riesgo de cáncer, la paralización del crecimiento y el debilitamiento de las defensas corporales. Además, el contacto directo con aflatoxinas puede ser mortal, en general causan graves daños en el hígado y [4].
Las aflatoxinas son una causa de intoxicaciones alimentarias famosa y molesta. La contaminación de alimentos y cultivos forrajeros puede producirse directamente en el medio rural. La contaminación se produce principalmente en el proceso de cultivo y cosecha (denominada contaminación prenupcial), pero también en el almacenamiento, procesado, transporte o comercialización de los cultivos (conocida como contaminación postcosecha) [5].
Por tanto, la invasión de aflatoxinas puede producirse en toda la cadena de producción de alimentos y piensos. Además, las aflatoxinas atacan a todos los principales cultivos, incluidos los cereales de consumo mundial como maíz, arroz, sorgo y trigo. También afectan a los frutos secos como cacahuetes, pistachos, frutos de árbol, café y semillas de algodón [6]. La contaminación del maíz es especialmente preocupante por su papel en el suministro de alimentos y piensos de todo el mundo. Los lácteos tampoco están exentos de la contaminación por aflatoxinas. De hecho, si los piensos de los animales están contaminados por aflatoxinas, los alimentos derivados de estos animales también pueden estar contaminados.
El cambio climático es una de las mayores amenazas para la salud humana del siglo XXI. En consecuencia, se espera que el aumento de la temperatura, la modificación de los patrones de precipitación, la acumulación de dióxido de carbono en la atmósfera y la intensificación de fenómenos meteorológicos extremos como sequías e inundaciones [7]. Este entorno cambiante tiene una gran influencia en los sistemas agrarios primarios, ya que afecta tanto a las condiciones ambientales del campo como de los almacenes. Por ello, el cambio climático es actualmente una de las principales preocupaciones relacionadas con la seguridad alimentaria y de piensos. En cuanto a la contaminación por aflatoxina, el cambio climático refuerza la contaminación de estos tóxicos naturales de tres maneras.
Por un lado, los factores ambientales asociados al cambio climático debilitan los cultivos. Condiciones de estrés provocadas por fenómenos meteorológicos extremos y prácticas agronómicas para combatirlos (p.e. mayor uso de pesticidas) favorecen más plagas y enfermedades, haciendo más sensibles los cultivos a la contaminación de aflatoxinas. Además, las variaciones climáticas producen cambios importantes en la biogeografía de los cultivos (es decir, su distribución geográfica) y en su fenología (es decir, en las floraciones).
Por otra parte, el cambio climático afecta de forma importante a las características de los hongos que producen aflatoxinas, como son la biogeografía, el crecimiento, la toxicidad (es decir, la capacidad de producir aflatoxinas) y las interacciones de los hongos. Los hongos que producen aflatoxinas están muy extendidos en todo el mundo, pero prefieren climas cálidos y húmedos y situaciones de sequía. El clima cálido y húmedo refuerza el crecimiento de los hongos, mientras que las sequías, como si fueran despertadores, potencian su actividad tanto en toxicidad como en interacciones. Hasta hace unos años, estas condiciones se limitaban a las zonas tropicales y subtropicales [8], pero debido a las condiciones climáticas cambiantes, la presencia de aflatoxinas en los escenarios del sur y este de Europa se ha convertido en una práctica habitual en las últimas décadas [9].
Entre 1990 y 1995 el Departamento de Sanidad del Gobierno Vasco, en un estudio, midió la cantidad de aflatoxina que se consume en la dieta de la población del País Vasco. Según el estudio, los lácteos nunca superaban el límite máximo establecido por la legislación. En cambio, en los frutos secos importados, pocas muestras de pistachos y cacahuete superaban los límites de la ley.
Finalmente, el cambio climático puede reducir la resiliencia (es decir, la capacidad de sufrir cambios) y la eficacia de las estrategias de control utilizadas actualmente para controlar y/o reducir la contaminación de las aflatoxinas. Por ejemplo, parece que los factores ambientales pueden reducir el efecto desinfectante de los fungicidas (sustancias anti-hongos).
Hemos visto cómo los efectos complejos del cambio climático hacen que el control de las aflatoxinas sea cada vez más difícil en todo el mundo. El papel fundamental de las estrategias de control antes y después de la cosecha es innegable. Sin embargo, se ha puesto de manifiesto la necesidad de una evaluación continua de las medidas de control actuales para garantizar la capacidad de soportar cambios en los factores ambientales asociados al clima. Dada la dificultad de alcanzar un control total, sería de gran ayuda prever el impacto del cambio climático en la contaminación de las aflatoxinas [11]. Pero no es nada fácil. Por ello, para evitar predicciones falsas o imprecisas es necesario primero comprender mejor los procesos del mundo real.
Mientras tanto, las prácticas agronómicas sostenibles son necesarias para adaptarse al cambio climático a corto y largo plazo y garantizar la producción y seguridad de los cultivos. El uso de cultivos resistentes también podría ser una estrategia eficaz para reducir la contaminación [12]. ¿Te han venido a la memoria plantas modificadas genéticamente, no? Pues hay otras soluciones menos sofisticadas. Por ejemplo, parece que el maíz se contamina más fácilmente con aflatoxinas que otros cereales de grano más pequeño. Por tanto, diversificar la dieta y poner encima de la mesa nuevos cultivos alimentarios más resistentes naturalmente, puede ser no sólo una nueva experiencia gastronómica, sino también una estrategia para reducir la intoxicación alimentaria de aflatoxinas.
Está claro que el cambio climático afecta a toda la cadena de suministro de alimentos y piensos, por lo que están implicados todos los procesos y partícipes que engloban las cadenas alimentarias. Por tanto, los únicos responsables de este problema no son expertos sectoriales o sectoriales. Es más, la contribución de todos es esencial para formular políticas eficaces, actualizar las normas y leyes actuales y gestionar adecuadamente los riesgos a nivel mundial y nacional [13]. En este sentido, el desarrollo de acciones eficaces requiere un enfoque común que abarque a todos los sectores y disciplinas que intervienen en este complejo problema. La investigación interdisciplinar es, por tanto, imprescindible para un análisis más realista de las posibles situaciones y para el desarrollo de estrategias de control, prevención y gestión exitosas para la seguridad de alimentos y piensos.
En definitiva, la visión de Salud Única (One Health) ante este complejo problema multidisciplinar es la única estrategia esperanzadora, ya que sólo él cree que la salud humana, animal y ambiental son inseparables. Este enfoque común, más allá de la gestión de las políticas y la agricultura, dará lugar al éxito económico y a la garantía sanitaria de los animales, los seres humanos y el medio ambiente. Queremos concluir, por tanto, que es imprescindible abordar desde esta perspectiva común la lucha por la seguridad alimentaria y de los piensos.