Historia de la Ciencia: Universidades y Ecoquímica

... Estamos en el siglo XX. En el campo de la ciencia no se puede negar la representación musulmana. Sin embargo, en el mundo cristiano se puede ver el inicio de un renacimiento. En la base de este renacimiento se encontraban los conocimientos clásicos recogidos y transmitidos de alguna manera por personas como Erigen, Beda Agurgarri o ella.

Universidades

Aula universitaria de Bolonia. XIV. Miniatura del siglo XX.

Estamos en el siglo X. En el campo de la ciencia no se puede negar la representación musulmana. Sin embargo, en el mundo cristiano se puede ver el inicio de un renacimiento. En la base de este renacimiento se encontraban los conocimientos clásicos recogidos y transmitidos de alguna manera por personas como Erigen, Beda Agurgarri o ella. También hubo otras razones más pragmáticas. Por ejemplo, los estudios habituales que recibían los seminaristas no bastaban para el papel que tenían que jugar los sacerdotes en esa sociedad, o la expansión del comercio requería de una gente más cercana para poder llevar a cabo las relaciones y cálculos escritos. En definitiva, la Sociedad necesitaba otro nivel de conocimiento.

En esta época, cada catedral y muchos monasterios tenían escuelas para los alumnos que se producían para el sacerdote. A ellos empezó a ir todo lo que quería aprender, los seminaristas y luego los que no iban a ser sacerdotes. Enseguida aquellas escuelas eclesiásticas fueron demasiado escasas para dar respuesta a la necesidad y surgieron nuevas escuelas seculares. Estas nuevas escuelas tuvieron que crear las propias ciudades en lugares que a veces dependían de la Iglesia y en los que no llegaba la Iglesia. Cada una de estas escuelas eclesiásticas tenía un profesor responsable que actuaba como director. Se llamaba magister scholarum o scholasticus. En aquella sociedad la enseñanza estaba adquiriendo fama y los scholasticus llegaron a tener una gran influencia. Por ello, para ser profesor de las escuelas creadas fuera de la Iglesia y de la Iglesia era necesario obtener la autorización de exhibición (es decir, la venia docendia) y ésta, al menos en un principio. Lo daba él mismo.

En Salorno había una escuela de medicina secular desde hace tiempo. IX. En el siglo XVIII los médicos de Salero eran muy conocidos. Pero hay que reconocer que el nacimiento de lo que hoy conocemos como universidad se produjo en Bolonia. Hacia el año 1000, en la escuela de Bolonia hubo un gran renacimiento de los estudios legislativos, conquistando a muchos foráneos. En ella, alumnos foráneos y para defenderse de los abusos de los lugareños, constituyeron una corporación, pero con el paso del tiempo, la corporación contó con la participación de foráneos y locales que se denominaron Universitas. En Bolonia la corporación llegó a contratar a su profesorado y, por lo tanto, la responsabilidad y el liderazgo de la universidad dependía de los alumnos. XII. En el siglo XVIII se adhieren a derecho las facultades de filosofía y medicina.

En el mismo tiempo (XII. A principios del siglo XX), pero poco después que en Bolonia, los profesores de la Escuela de Dialéctica de París constituyeron una comunidad o universitas. Esta comunidad elaboró un reglamento de funcionamiento propio. Este Reglamento fue tomado como patrón por la mayoría de las universidades europeas. Por eso, en Oxford o en Cam-bridge, el poder siempre ha estado en manos de los alumnos y no de los profesores (al menos una parte) como en Bolonia o Escocia.

Catedral de Notre-Dame de París.

Y, en línea con las universidades de Bolonia y París, luego vendrán otros: 1167 Oxford, 1209 Cambridge. 1222 de Padua, 1224 de Nápoles, 1227 de Salamanca, 1300 de Lleida, 1347 de Praha, 1364 de Cracovia, 1367 de Viena, 1.410 de Saint Andrews... En Europa había sembrado el fenómeno universitario.

Universitas

el significado de la palabra no era más que comunidad. En algunos lugares, al igual que en Bolonia, al principio esta comunidad era de estudiantes. En otras ocasiones, en París, por ejemplo, el de los profesores (y en otros lugares, como Gipuzkoa, se utilizaba para expresar algunos ayuntamientos. Como testigo Lezo, Errexil, etc. ahí están). Sin embargo, en todos los lugares, poco antes o después, tanto profesores como alumnos participaron en dichas comunidades o universitas. En 1208, por ejemplo, en la Corporación de Profesores de París los alumnos fueron admitidos y entonces se denominó Universitas magistrorum et scholarium; resumiendo, Universitas o Universidad.

Después de la era carolínica, los temas educativos se dividían en el trivium inicial (gramática, retórica y dialéctica) y el quadrivium superior (música, aritmética, geometría y astronomía). Mientras el primero se encargaba del estudio de las palabras, el segundo se encargaba de las cosas. La música se expresaba como una doctrina semi-mística de los números; la geometría no era más que una serie de proposiciones euclídeo sin demostración; la aritmética, que se utilizaba para cálculos y la astronomía, entre otras cosas, porque ayudaba a fijar el día de Pascua, se consideraban muy necesarias. Pero todos eran tratados como una introducción al estudio de la teología. A lo largo de la Edad Media se mantuvo la distribución de los temas observados en el crecimiento inicial. A estos se les llamaba septem artes liberales. Aquí ese liberal significa que no tenían un objetivo de hacer dinero y eran para un hombre libre.

En cuanto al desarrollo de la ciencia, aunque en un principio la universidad despertó la esperanza, posteriormente (y debido a la escolástica imperante en aquella época) quedó muy fosilizada, por lo que la universidad de la época debe ser vista como una barrera a la ciencia. Por eso, y para comprender mejor esta situación, tenemos que mirar (aunque sea sólo ligero) el mundo de la escolástica.

Escolástica

Los monasterios trabajaron mucho en el ámbito cultural durante la Edad Media.

Uno de los pensadores más profundos que ha dado la Edad Media es el Gran Alberto de Colonia (1206-1280). Tomando y relacionando elementos aristotélicos, judíos y musulmanes, tejió, como la araña obrera, una poderosa telaraña. En ella se hallaban todos los conocimientos sobre astronomía, geografía, botánica, zoología y medicina de antaño, creados por él mismo.

La obra de Alberto se relaciona, por un lado, con los trabajos de Grosseteste y Bacon que fueron contemporáneos y que hemos visto en el otro artículo, y, por otro, abrió el camino a una filosofía más sistemática de Tomás de Aquino, su futuro alumno. La mentalidad del aquinés, aunque menos científica que la de su profesor, influyó más en el desarrollo de la historia y la ciencia de la filosofía. Tomás siguió la racionalización del conocimiento de la época iniciada por Alberto y extendió la idea del Universo inteligible.

Estos dos pensadores, Alberto Handia y Tomás de Aquino, realizaron una dura revolución en el pensamiento religioso. Desde Platón hasta San Agustín se reconocía que el hombre era una cierta unión entre el alma pensativa y el cuerpo vivaz. Cada uno de estos elementos era, en realidad, algo completo. En cada alma pensaban que Dios sembraba unas ideas antes de nacer. Este esquema se relacionaba muy bien con algunas enseñanzas de la Iglesia, como la vida eterna del alma o la idea propia del ser humano con Dios.

Aristóteles demostró que la teoría del hombre y del conocido era radicalmente distinta. Ni el cuerpo, ni el alma, ni uno ni el otro, son enteros en sí mismos; son parte de otro todo, es decir, del ser humano. Por otra parte, las ideas prenatales no existen. Estas se construyen a partir de los datos razonablemente obtenidos y de los principios que se perciben en sí mismos, como el de la causalidad. La idea de Dios no nace con nosotros, sino a través de un duro proceso racional. Aunque desde el punto de vista religioso este modelo presentaba algunas dificultades, ya que daba una mejor expresión del mundo que vemos, tanto Alberto como Tomás lo aceptaron. Este último asumió una enorme labor para que las ideas cristianas se ajustaran al modelo de Aristóteles.

Página del libro Chirurgia Magna de Guy de Chanliac.

Sin embargo, la filosofía de Aristóteles, aunque más científica que la de Platón, se oponía a ciertas conquistas científicas. La conclusión fue más perjudicial para la Ciencia que perjudicial, por supuesto, porque la filosofía lograda por el éxito y la aceptabilidad hizo que el pensamiento científico no saliera de la consideración teológico-filosófica. Uno de los peores enemigos del desarrollo de la nueva ciencia fue el aristotelismo de Santo Tomás, la escolástica.

Santo Tomás nació hacia 1225 en la familia del conde de Aquino en el Sur de Italia. A los dieciocho años entró dominico. Tras estudiar en Colonia bajo la dirección de Alberto El Grande y enseñar en París y Roma, murió a los años cuarenta en 1274.

En sus obras Santo Tomás reconoce dos fuentes del conocido: la fe y la razón, es decir, los misterios de la fe cristiana (como nos muestra la Biblia, el Padre de la Iglesia y la tradición) y las verdades de la razón humana. Pero no las verdades que cada uno cree, sino que pensaba que las mejores vías para conseguirlas eran las de Aristóteles. Estas dos fuentes del conocido no pueden ser contrarias; ambas venían de un único punto, Dios. Por lo tanto, la filosofía y la teología debían ser confiables y, de este modo, pensaba que la propia existencia de Dios podía ser alcanzada por la razón. Por el contrario, los misterios no serían demostrables por la razón, aunque no fueran contradictorios. Estos tendrían su lugar fuera de la filosofía y en la teología dogmática.

Para Eskolastika el objetivo de la razón humana era estudiar y escuchar a Dios y a la naturaleza, es decir, intentar expresar razonadamente el esquema de toda la existencia. A pesar de que el punto de partida era muy discreto, la escolástica ponía la razón en alto. Santo Tomás tomó como línea la lógica y la ciencia de Aristóteles. Esta lógica estaba basada en los silogismos, es decir, creían que, tras aceptar unas premisas directas, el uso correcto de la razón alcanzaba las consecuencias directas y, por tanto, estas conclusiones quedaban como demostradas. Por ello, las premisas debían ser innegables y para ello la razón debía basarse en la autoridad eclesiástica o en axiomas intuitivamente accesibles a nivel de la Naturaleza. Por tanto, toda la responsabilidad se ponía a nivel intelectual, es decir, fuera de la investigación a través de las experiencias de la Naturaleza. Junto a esto, como demostró Aristóteles, el aquino y sus seguidores reconocían que el ser humano era un centro y un objetivo del Universo y que el mundo debía ser entendido a través de la sensación humana y la psicología.

Todo esto fue posible gracias al físico de Aristóteles, la parte más débil de su doctrina: el cuerpo no era la asociación de un montón de átomos, como lo demostró Demócrito, sino un tema. Cada tema tiene una esencia y luego unas cualidades: peso, calor, color, ..., por ejemplo. Por último, en menor medida, tendríamos su lugar y momento. Mientras que todos estos últimos son decisivos, la mayor importancia reside en la esencia (es decir, en la sustancia), aunque uno y otro sean los ingredientes propios y necesarios de cada momento. Por ello, si la pesadez es una cualidad anti-ligereza, es muy fácil comprender la teoría de la posición natural de cada cuerpo de Aristóteles: mientras que los cuerpos pesados tienden a descender, los ligeros serán ascendentes y, por tanto, los de mayor peso caen más rápido que los de menor peso. En este punto los escolásticos tuvieron fuertes debates con Galileo.

Santo Tomás aceptó la astronomía de Ptolomeo como hipótesis de trabajo (donde est demonstratio sed suppositio quaedam), pero sus seguidores la introdujeron en el sistema tomástico olvidándolo. Al igual que el hombre era el centro de todas las cosas, la Tierra sería el centro de la Universidad y giraba a su alrededor las esferas de aire, éter y fuego que llevan el sol, las estrellas y los planetas.

Eliminando algún punto, como la perpetuidad del mundo (que se opone a la doctrina creativa), se aceptó en la escolástica toda la ciencia aristotélica. Basándose en la idea de que todos los movimientos necesitaban una fuerza motriz constante, Santo Tomás sacó unas conclusiones según la teología de su época. Aceptando las conclusiones como algo acreditado, las premisas eran más contundentes y de esta manera los conocimientos naturales se integraban en la teología, formando una estructura rígida. Por ello, cualquier ataque a la filosofía o a la ciencia de la escolástica se consideraba realizado a la fe cristiana.

La escolástica ha tenido una gran y larga influencia. Aunque los escolásticos de los siglos siguientes se oponen a la nueva ciencia que nacería en el Renacimiento, se puede decir que la racionalidad innegable puesta por la Escolástica proporcionó el ambiente necesario para crear una nueva ciencia. De alguna manera, la ciencia era una revolución contra el citado racionalismo, es decir, independientemente de la razón y de los esquemas previos realizados, el recurso a los fenómenos que aparecían en la naturaleza. Sin embargo, el racionalismo de los escolásticos arrojó la impresión de un pensamiento global y estructurado. Por otro lado, dio a la ciencia la creencia de que el efecto es el mismo cuando las causas son las mismas. Sin esta creencia la ciencia no tendría ningún sentido. Por lo tanto, y entre otras cosas, la Ciencia debe también a la escolástica.

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