Aunque no hemos acertado en la divulgación, en cuanto a la técnica, la metodología es cada vez más amplia. XX. A finales del siglo XX, ante la destrucción de hábitats y la desaparición de poblaciones, se creó una rama práctica llamada Conservación de anfibios. Desde entonces las experiencias se han multiplicado.
Los protocolos de actuación son la base de las medidas diseñadas para la gestión. Estos deben adaptarse a las características del entorno local y de la comunidad de anfibios local. Los programas de seguimiento de poblaciones vitales deben realizarse para series temporales largas (15-20 años y más), al menos para obtener datos fiables de su evolución. Cabe destacar que cada población amenazada se encuentra en una situación concreta. Por tanto, es necesario diseñar proyectos basados en investigaciones específicas.
Por ejemplo, hay que tener en cuenta que la estacionalidad de los humedales del País Vasco es habitual, salvo en el caso de los grandes embalses artificiales. Y los anfibios, 'viejos' locales, se han adaptado a los sistemas acuáticos de la temporada. Pero a los anfibios no se les ha ocurrido que el calentamiento del planeta podría reducir la duración de estos humedales. Sin embargo, si los pozos se secan antes, el ciclo larvario quedaría inacabado, lo que provocaría un deterioro de las poblaciones.
Ante este tipo de incidentes, los gestores deben estar atentos a la corrección de los proyectos de creación de humedales. Uno de ellos puede ser la creación de pozos de mayor capacidad, es decir, una mayor acumulación de agua para que dure más tiempo. Y no se trata de construir charcas permanentes en cualquier lugar, ya que este tipo de humedales suelen ser poco frecuentes en el medio natural.
Además, pueden aparecer nuevas amenazas a los anfibios en charcas permanentes, como la introducción de especies foráneas. Como bien saben en Europa, en estos charcos se sueltan en demasiadas ocasiones peces, tortugas y cangrejos de río, lo que reduce o elimina las poblaciones de anfibios.
Otra alternativa puede ser la formación de zonas húmedas adyacentes a las existentes, como complemento a la reproducción. Asimismo, sería muy adecuado para los proyectos de recuperación, sobre todo en la vertiente atlántica, la conservación de los bosques autóctonos con el mayor número de humedales posibles.
No partimos de cero, pero los intentos de recuperación de anfibios han sido escasos. La conservación no está arraigada en nuestros hábitos. Por ello, poner de manifiesto que la gestión de las especies amenazadas es responsabilidad de la administración no ha sido fácil, menos aún más allá de las aves o mamíferos emblemáticos.
Fueron pioneros los esfuerzos realizados en los años 80 y 90 del siglo pasado para conocer las especies de nuestro territorio y su distribución. La consecuencia directa de estos esfuerzos fueron los atlas y algunos estudios publicados que nos permitieron conocer el estado de las poblaciones de anfibios. Pero la información queda obsoleta y se acelera mucho en la actualidad, teniendo en cuenta que el medio natural se está transformando de forma continua e incontrolable. Para poder abordarlo a través de planes de gestión es imprescindible contar con equipos de investigación especializados en conservación.
La actual ordenación del territorio no favorece el futuro de las poblaciones de anfibios. El urbanismo manda y hace nuevas infraestructuras por doquier. El medio rural, debido a la concentración parcelaria, se dirige hacia una homogeneización, eliminando áreas no aprovechables como pozos y márgenes fluviales. Como ya se ha mencionado anteriormente, la sensibilización de la sociedad sólo centrará la política administrativa en la recuperación de espacios naturales y especies emblemáticas. Es el caso del tritón alpino, los sapos pintados o la rana forestal pirenaica. Se trata de especies singulares, con poblaciones amenazadas pero sobre las que aún no se realiza gestión, aunque haya proyectos.
Al mismo tiempo, los grupos de investigación son nuevos, se están formando y preparando, por lo que no se puede hacer un seguimiento de las poblaciones. Algunas poblaciones pueden estar perdiendo en algunos lugares, pero esta pérdida no está estudiada. En nuestro caso no se espera la extinción a corto plazo, pero se está incrementando el número de poblaciones amenazadas y se desconoce el alcance del problema.
El panorama vasco se puede diferenciar en dos vertientes. En la vertiente atlántica parece más difícil abordar la gestión de las poblaciones. Al tratarse de una zona de alta densidad humana, el modelo de conservación recurre a islas formadas por comunidades de anfibios locales. Este modelo es muy peligroso, porque limita enormemente la relación entre las poblaciones, pero dada la organización territorial existente, ¿existe otra alternativa? Las peculiaridades de la vertiente mediterránea --extensa llanura atravesada por sierras - pueden aliviar los problemas de gestión. Los límites a superar serían la destrucción de los ecosistemas y su diversidad y la contaminación producida por la agricultura.
El único modelo viable en ambas vertientes es el de diseñar adecuadamente los humedales reproductores de anfibios. Después de siglos de desecación y relleno de humedales, la resolución de los problemas actuales de los hábitats acuáticos debe ser una prioridad absoluta. Deberíamos dejar la calidad de las aguas para una segunda fase. El camino será tan largo como difícil, así que empecemos cuanto antes.
Webs de interés:
http://amphibiaweb.org
http://www.sosanfibios.org
http://www.open.ac.uk/daptf/index.htm
http://www.herpetologica.org