La palabra Sinestesia proviene del griego. Anestesia significa falta de sensación, mientras que el prefijo sen - significa asociación o unión. Por tanto, el significado de sinestesia es una percepción unificada. Y eso es lo que les pasa a los que lo sufren.
Algunos ven apariencias al escuchar un sonido. A otros les ocurre lo contrario: al ver un objeto, además de percibir colores, apariencia y movimiento, oyen el sonido. Para ellos, por tanto, ese objeto tiene ese sonido, aunque los demás no oigan nada. Para algunos, ciertos sabores tienen un aspecto concreto, como por ejemplo el sabor de menta, con forma de columnas lisas y tacto frío, como si las columnas fueran de vidrio. Al menos así es para M.W el sabor a menta.
Todos ellos son ejemplos de la creencia. A la hora de contar sus experiencias, no utilizan metáforas, no están haciendo
literatura: realmente lo perciben y lo perciben, lo perciben a través de los sentidos. De alguna manera, es como si en esas personas se cruzaran los caminos de los sentidos. De este modo, puede ocurrir que la información que reciben los ojos active no sólo el centro de la visión cerebral, sino también el del oído. En consecuencia, un estímulo visual, visual y auditivo produce dos tipos de respuestas a esta persona.
Esta es una de las explicaciones que se dan a la creencia. Es decir, se cruzan los caminos que los órganos de los sentidos realizan al cerebro. Pero no es la única explicación. Eso sí, los científicos tienen claro que para entender lo que es la estética, todas las disciplinas tienen que trabajar juntas: genética, neurología, psicología... Y es que cuando se ha analizado por un solo partido no se ha podido dar una explicación consistente.
No todos los creyentes mezclan o unen los mismos sentidos. Lo habitual es ver las letras y los números o las palabras escuchadas en color. Además de las palabras, otros sonidos o notas musicales crean colores a algunos. A algunos les afecta el dolor o los olores, pero eso es bastante raro. También es raro tener un sabor o una sensación táctil al escuchar un sonido. Pero también suceden cosas así, y hay percepciones que se unen o unen de otra manera.
Sin embargo, aunque los casos son muy variados, tienen características comunes. Entre otras cosas, los científicos saben que se recibe por herencia y que la transmisión está asociada al cromosoma X. Seis mujeres por hombre tienen creencia, pero es bastante raro en toda la población. Se calcula que uno de cada dos mil tiene creencia. Aparece en todas las culturas y lugares, y la mayoría de los que tienen creencia son izquierdas.
Muchos asocian la creencia a la creatividad y a la afición al arte, sobre todo porque el escritor Vladimir Nabokov, el compositor Olivier Messiaen, el pintor David Hocney y otros artistas también la creían. Sin embargo, el sentido del arte no es propio de los que tienen creencia, no al menos, más que el resto.
Por otro lado, su memoria es muy buena y parece que esta información adicional que reciben les ayuda a ser buena. Por ejemplo, un creyente puede decir “ya sé que es dos números, porque el 2 es blanco”. Entrevistas, lugares, dónde está cada cosa... tienen la capacidad de recordar con precisión. Al mismo tiempo, a la mayoría les gusta que las cosas estén en su sitio, ordenados y ordenados.
A pesar de su excelente memoria, en algunas cosas matemáticas tienen lagunas. Por ejemplo, les cuesta escribir correctamente un número hablado con los dígitos, tienden a confundir derecha e izquierda y tienen dificultades para adivinar el sentido de las flechas. Sin embargo, la creencia difícilmente impide pensar racionalmente.
Además de estas características generales, a todos les ocurre que para los que tienen creencia es imposible o verdaderamente difícil explicar a los demás cómo perciben la realidad. Esto, así como la explicación variada de la creencia, dificulta enormemente la disociación de fenómenos como el diagnóstico.
A pesar de las dificultades, XX. A finales del siglo XX, el investigador Cytowick mencionó varias claves para el diagnóstico. Para empezar, la creencia es indeseada. El creyente no puede impedir o evitar esa percepción. Además, el cruce entre los sentidos es unidireccional. Por lo tanto, si a alguien le produce un sonido, no le sucede lo contrario: los sonidos no le hacen ver los colores.
El conocimiento de que la creencia es proyectada también contribuye al diagnóstico. Es decir, a quien ve una imagen al escuchar un sonido, la imagen aparece en el campo visual, no en los ojos. Al mismo tiempo, quien escucha algo no siente el sonido dentro de la oreja, sino alrededor.
Las percepciones de los creyentes son permanentes. Es decir, analizando a un creyente ahora y dentro de veinte años, dará la misma respuesta ante un mismo estímulo. Por otro lado, no son percepciones muy trabajadas o pictóricas, sino básicas. Lo que oyen, ven o tocan a la vez que perciben algo no es complejo; por ejemplo, quienes experimentan la creencia en la vista, no ven un paisaje culto ante los ojos, sino
formas geométricas.
La creencia es emocional y se guarda en la memoria. La percepción es totalmente real para los creyentes y la recuerdan después con precisión, de manera que cuando vuelven a ocurrir se dan cuenta de que es la misma sensación que antes. Cabe destacar que para alguien con creencia no tiene sentido preguntarse si para él no es confundible que esas sensaciones se recojan a la vez. Es como si un ciego nos preguntara si ver colores, imágenes y movimiento no es loco.
En los últimos años, las técnicas que informan sobre la actividad del cerebro han ayudado a comprender mejor la creencia. Hasta la década de 1970 no se comenzaron a utilizar los escáneres, por lo que las investigaciones se llevaban a cabo con personas que habían perdido parte del cerebro o su función. Relacionando las funciones perdidas con las partes perdidas o heridas, podían saber qué zona controlaba cada función.
Las nuevas tecnologías para ver la actividad del cerebro han supuesto grandes avances. Por ejemplo, mediante la técnica PET y la resonancia magnética funcional han demostrado que Cytowick estaba equivocado al decir que el caudal sanguíneo disminuye en aquellas zonas del cerebro que tienen creencia.
Ahora los científicos saben que el caudal de sangre varía de una persona a otra, pero además se han dado cuenta de por qué son tan habituales las creencias que combinan la audición y la visión frente a otras combinaciones. De hecho, han demostrado que en aquellos que tienen este tipo de creencia, ante un estímulo visual o auditivo, el caudal de sangre aumenta tanto en el oído como en la vista.
Y, precisamente, estas zonas se encuentran próximas entre sí, lo que parece facilitar las conexiones entre ambas. Por el contrario, las zonas olfativas y gustativas están lejos de las visuales, quizás por ello sea más difícil establecer relaciones entre ambas zonas, por lo que es más raro este tipo de creencias.
Según algunos investigadores, de pequeños todos tenemos creencia. Parece que, mientras el cerebro es flexible, los sentidos no están tan separados o especializados. Esto explica por qué en los niños de seis meses se ve la misma respuesta en la corteza cerebral, escuchando un sonido fuerte o viendo una luz violenta. Según estudios realizados con cachorros y ratoncitos, otros mamíferos también tienen esta peculiaridad en los recién nacidos. En el desarrollo, sin embargo, las conexiones entre neuronas se consolidan, se pierde flexibilidad y los sentidos están más o menos separados.
Sin embargo, parece que los que tienen creencia conservan esa capacidad. Sustancias psicoactivas como el LSD o la mescalina también generan percepciones similares a la sinestesia. Entonces... ¿es la creencia una capacidad que tenemos todos al principio? ¿Cómo se pierde esa capacidad y por
qué algunos la conservan? Hay muchas preguntas para responder y no todos los científicos coinciden con las explicaciones que han dado hasta ahora. Pero sin duda seguirán investigando, porque el tema es tan llamativo como interesante.
Aristóteles afirmó que el hombre tiene cinco sentidos, el gusto, la vista, el olfato, el tacto y la vista. Y esta idea se ha mantenido hasta la actualidad. Pero muchas de las percepciones que tenemos los seres humanos no se pueden relacionar con esos sentidos, como la percepción del calor y del frío, o la del hambre y la sed. ¿Y cómo uno se da cuenta del movimiento y postura del propio cuerpo con los ojos cerrados? No al menos con la vista, pero tampoco con las otras cuatro.
Cada vez más científicos reivindican que los sentidos son más de cinco. Sin embargo, no se ponen de acuerdo para decir cuántos y cuáles son. Hay muchos que afirman que son diez: además de los cinco de siempre, el dolor, la temperatura, la postura del cuerpo y dos sentidos relacionados con el movimiento y otro que informa de la presión sanguínea.
Otros científicos extienden su gama de sentidos a veintiún. Para ello, entre otras cosas, tienen en cuenta que el sabor no es el único, sino cinco —ácido, amarga, dulce, salado y umami— y la vista se divide en luz y color. También lo diferencian entre el frío y el calor y consideran que cada uno tiene un sentido, y en los parámetros intracraneales también tienen en cuenta la sed, el hambre y la concentración de oxígeno en la sangre, entre otros. También hay científicos que creen que la lista de los sentidos es aún más larga y que cuentan treinta y tres sentidos.
Además, la creencia demuestra que los sentidos no son tan limitados y separados. ¿Son cinco, veintiún o más? No se han puesto de acuerdo, pero casi todos creen que limitar a cinco es demasiado apretado.
Erik Weihenmayer perdió su capacidad de ver a los trece años. Sin embargo, hoy en día utiliza bien las tijeras, coge fácilmente una pelota que se está lanzando y mira directamente a la luz encendida. Para conseguirlo no le han hecho nada en los ojos, no. Weihenmayer lo ve ahora a través de la lengua. El
‘milagro’ se ha realizado en la Facultad de Medicina de la Universidad de Wisconsin (EEUU). Para ello, han colocado a Weihenmayer en la frente una herramienta que convierte los claroscuros en pulsos eléctricos. Debajo de la lengua tiene una red de 144 electrodos. Es del tamaño de un sello, al que llegan los pulsos eléctricos recogidos por el útil de la copa. Después, la imagen codificada actúa sobre la lengua.
Según Weihenmayer, la primera vez que probó sintió una extraña sensación, como pequeñas explosiones. Sin embargo, pronto se da cuenta de que también percibe algo más: tenía una percepción del espacio, de la profundidad y de la apariencia. Gracias a ello, ve las imágenes, no como las veía, pero sí tan bien como para estirar la mano y coger una lata de refresco.
Esta tecnología representativa de los sentidos, denominada BrainPort, pretende lanzarse en breve para ayudar a las personas que han perdido el equilibrio a causa de lesiones intraoculares iniciales y para las personas ciegas.
Parece ser que lo que antes parecía ciencia ficción se está haciendo realidad. No es, además, la única técnica que consigue sustituir el sentido perdido por otro. De hecho, en 2004, en los Premios Europrix Talentu se otorgó el primer premio de su sección a la tecnología Eye-Borg. Desarrollado por el investigador Adam Montandon, permite distinguir los colores entre los grises, haciendo sonar los colores, a los que no tienen la capacidad de ver los colores. Funciona como BrainPort, pero en lugar de ir a la lengua la información va al oído. Con ello, Neil Harbisson, que veía el mundo en blanco y negro, elabora ahora coloridos cuadros.