Las personas mayores valoran mucho el buen rendimiento de la memoria, relacionan la pérdida de la memoria con un nivel cognitivo deficiente y consideran que es el inicio de la demencia. En muchos casos, sin embargo, se trata de un exceso de responsabilidad, ya que, según las investigaciones actuales, la memoria es un proceso psicológico de alto nivel que puede entrenarse.
Cuando una persona envejece puede perder la memoria, pero esa pérdida no es sostenible y no tiene por qué empeorar constantemente en todas las personas. Es frecuente que la memoria funcione correctamente a lo largo de toda la vida. Por tanto, la pérdida de memoria no es obligatoria ni irreversible.
Por otro lado, la falta de memoria y el olvido preocupan más que la persona joven mayor. Sin embargo, a cualquier edad se puede entrenar y mejorar la memoria, y el hecho de que las personas mayores tengan errores de memoria es en muchos casos un síntoma de falta de práctica. Sin embargo, estos errores se interpretan de forma diferente en función de la edad, de modo que la persona mayor cree que es “normal” y que es “cosa” que ocurre con la edad, mientras que en los jóvenes y adultos hay muchas excusas: estrés, trabajo, responsabilidades, etc.
El bajo grado de motivación y la falta de interés afectan negativamente a la memoria en todas las edades, pero en la vejez esta influencia es aún más evidente, ya que muchas veces el estado de salud no es bueno, ni el estado de ánimo, y otros factores como la pérdida de su papel social, la muerte de las personas queridas, etc.
Al mismo tiempo, la pérdida de memoria reduce la autoestima de la persona mayor, lo que puede ocasionar problemas emocionales o aumento de los existentes. Pero si se consigue tener clara la mente, los beneficios son enormes, ya que al aumentar la autoestima de la persona mayor se hace más autónoma y se consigue una mejor calidad de vida.
Con los beneficios de mantener la memoria en forma, está claro que es muy rentable formarla. ¿Pero cómo se forma la mente? Ejercicios realizados, por supuesto.
Si en las actividades diarias, como hablar con amigos, leer el
periódico o escuchar la radio, se quiere tener un buen nivel de memoria, es imprescindible estar alerta. Las estrategias de memoria son de gran ayuda para estas actividades si se utilizan adecuadamente.
Una de estas estrategias es la representación, es decir, ver lo que se quiere recordar sin estar presente con todas sus características. Por ejemplo, una habitación de la casa o el ayuntamiento del pueblo. Una pequeña ventaja para utilizar esta estrategia es que la memoria tiene en sí misma una gran capacidad de almacenamiento de imágenes. Por ello, en muchas ocasiones, al hacer los relatos a través de imágenes mentales, la memoria utiliza esta estrategia de forma automática.
Otra estrategia que se utiliza para guardar la información que se quiere recordar posteriormente es la asociación. En este caso, lo que se quiere recordar (nueva información) se relaciona o asocia con un recuerdo ya guardado (información antigua). Esta estrategia es muy útil, por ejemplo, para recordar nombres y números. Pensad, por ejemplo, que nos han presentado un chico llamado Xabier. Si queremos recordar el nombre, podemos relacionarlo con otro Xabier que conocemos. “Xabier, como mi primo pequeño”.
Para recordar números se hace lo mismo. Supongamos que queremos recordar el código de la tarjeta de crédito. Si el número es 1.487, por ejemplo, dividir el número en dos (14 y 87) y utilizando otras informaciones recordadas, se pueden establecer los siguientes enlaces: “14, edad del hijo mayor” y “87, año del nacimiento de la hija menor”.
Como se puede observar en estos ejemplos, la asociación es personal. Por tanto, no hay asociaciones directas ni erróneas. Todos valen: pueden ser simples, extraños, lógicos o ilógicos, pero lo importante es que tenga significado para quien quiera entrenar la memoria.
Otra de las estrategias de memoria es la repetición, sin duda una de las más conocidas. Como su nombre indica, para facilitar el recuerdo de la información se repite. La repetición puede hacerse a nivel superficial, literalmente repetida. No requiere grandes esfuerzos y es útil para almacenar información durante un tiempo, pero no para almacenarla durante un tiempo prolongado. Para ello hay que repetir trabajando la información.
En este caso también se utilizan conocimientos individuales para trabajar la información. Por ejemplo, “mañana tengo una consulta con el médico a las cinco de la tarde”, repetir la frase literalmente, es decir, no basta con hacer una repetición superficial, y además hay que trabajar la imaginación; se puede recordar un reloj que está tocando los cinco o el número 5, y recordar la consulta del médico, por ejemplo.
Existe otra estrategia conocida como categorización. En función de ello, lo que se quiere recordar se organiza en diferentes bloques, utilizando una característica común de la información. Por ejemplo, esta estrategia se puede utilizar para hacer las compras habituales y es muy utilizada.
Imaginemos que tenemos que comprar jamón, pechugas de pollo, manzanas, guisantes pequeños, fresas, queso, cerezas, un kilo de filetes, habas, jabón para lavadora y leche. Utilizando la estrategia de categorización, el listado de compras se clasifica utilizando una característica común. Por ejemplo, una categoría puede ser la carne, en la que se incluyen los filetes y las pechugas de pollo; otro grupo puede ser la charcutería (jamón y queso); la tercera categoría es la de fruta (manzanas, fresas y cerezas); la cuarta categoría es la de verduras (habas y guisantes pequeños); y la quinta categoría puede ser la de jabón lavadora y leche. De esta manera, en lugar de recordar una larga lista de nombres, se reparten en grupos más pequeños y una vez en la tienda es más fácil recordar todos.
Los problemas de memoria surgen cuando se fija la propia memoria. Se puede pensar que la memoria es como un gran archivo. El proceso de memoria se divide en tres fases, tres principales funciones de memoria.
En la primera fase o en el registro se detecta una determinada información que luego se convertirá en recuerdo. Es decir, se recoge la información y se escribe claramente en una ficha para poder guardarla en el archivo de la memoria. Cuantos más atención prestemos, más fácil será registrar un recuerdo y el nivel de atención está directamente relacionado con la motivación.
La segunda fase es el almacenamiento de la información recogida, también llamada almacenamiento o conservación. Una vez escrita la ficha, se guardará en la carpeta adecuada con el título correspondiente, de forma que se pueda acceder fácilmente en la tercera fase de recuperación o recuerdo.
Pero si la motivación es importante para el recuerdo y no se registra correctamente, no se convierte en un recuerdo.
Los problemas de memoria pueden deberse al mal funcionamiento de una de estas tres fases del proceso. A veces es imposible recordar porque la información no se registró, pero en la mayoría de los casos el problema es que no se almacenó correctamente. Por tanto, es muy importante organizar bien los recuerdos en la primera y segunda fase
La formación de la memoria afecta a todo este proceso. Los problemas de memoria se centran principalmente en la codificación durante la vejez. Para mejorar el funcionamiento de este proceso, entre otras cosas, se puede simplificar y resumir la información que se quiere aprender. En definitiva, pocas y muchas veces la clave está en la norma, y en ello ayuda mucho asegurar que lo que hay que hacer se ha entendido bien, que se repita lo que hay que hacer con las propias palabras, que la información se relacione con algo conocido y que se utilicen otras técnicas.
En la mayoría de los casos, las personas mayores olvidan las cosas cotidianas por falta de atención. Suele ser habitual que entren en una habitación y se olvide de lo que han ido, que busquen las llaves, que se vayan de compras y olviden lo que tienen que comprar, que pierdan el hilo de la conversación, que sea difícil recordar la nueva información...
Estos olvidos se producen a cualquier edad, pero son más frecuentes en las personas mayores y adquieren un sentido negativo. La formación en la atención y el aprendizaje de técnicas de codificación permiten corregir estos errores. Y es que hay personas mayores que mantienen su interés por el entorno, que desarrollan aficiones y trabajan la mente, que tienen la cabeza más clara que quienes dejan acciones intelectuales tras la jubilación.
Los problemas de memoria están más relacionados con los trastornos emocionales que con la pérdida de conocimiento.
Es decir, ante los problemas emocionales (desinterés, falta de ganas de hacer las cosas, problemas de sueño, etc.) se reduce el nivel de atención y concentración con el entorno, disminuyendo así la capacidad de recordar la nueva información.
Es muy importante tener la cabeza clara a lo largo de toda la vida. Cuando la mente falla, el olvido puede tener consecuencias leves, como no recordar el nombre de una persona recién conocida, o ir a una habitación de casa y no saber a qué.
Pero también puede tener consecuencias más graves, como la duda de si se ha cerrado o no el gas o no acordarse de tomar medicamentos. En este caso, la persona mayor necesitará la ayuda de otro. Esto supone una pérdida de autonomía. Además, la persona mayor no se siente útil y disminuye su autoestima.