El estuario del río Bidasoa finaliza con una extensa bahía protegida por los cabos de Higer y Santa Ana, ofreciendo unas excelentes condiciones de sombra a las aves que migran en las duras tormentas del noroeste. Frente al cabo de Higer, se encuentra la isla de Amuitze, y frente a Santa Ana, las Dunbarrias que han convertido a Hendaia en un referente.
A ambos lados de estos cabos aparecen los paisajes de los acantilados que caracterizan la costa del País Vasco, en el caso del monte Jaizkibel, con pequeños accesos, debido a la influencia de los arroyos que desembocan en él. Sin embargo, en el acantilado de Hendaia, a la derecha del cabo de Santa Ana, aparece la bahía llamada Loia, cerrada por una pequeña isla de piedra.
Desde el punto de vista geológico, los acantilados de Jaizkibel y Hendaia son muy diferentes, ya que el primero está formado principalmente por areniscas y margas, mientras que el segundo está formado por areniscas. Esto tiene una gran influencia tanto en la morfología de estos medios (los agentes erosivos no tienen la misma incidencia en estos dos tipos de rocas), como en la hidrología (en Jaizkibel, debido a las capas de margas impermeables, mientras que en los acantilados de Hendaia aparece abundante agua superficial, debido a las características de la calera, la abundancia de aguas subterráneas y de los cuevas es evidente).
Afortunadamente, tanto en Hendaia como en Hondarribia se encuentran protegidas las costas rocosas, ya que la primera se encuentra situada en la reserva natural denominada “Castillo de Abadía” y la segunda, a pesar de que el riesgo de incendios es aún evidente, gracias a las medidas adoptadas el año pasado por el Ayuntamiento de Hondarribia para preservar el monte Jaizkibel.
Finalmente, teniendo en cuenta la importancia ecológica de los ecosistemas de los acantilados, considero conveniente realizar una breve descripción de la fauna y flora de estos acantilados junto a Txingudi, donde se encuentran numerosas especies vegetales que no aparecen en ningún otro lugar y algunos ecosistemas que han desaparecido por la acción humana en otros lugares.
En este sentido, son valiosas las decisiones institucionales adoptadas para proteger y mantener estos entornos, y en el caso del monte Jaizkibel es necesario emprender este camino, sin caer en la pretensión de los colectivos que quieren convertir el monte en una prolongación de la ciudad.
En los acantilados podemos distinguir dos zonas principales: el acantilado rocoso más cercano al mar y la pendiente herbácea formada por taludes y cornisas. En la primera, las condiciones de vida son muy duras por los distintos factores:
Todos estos factores hacen que la escasa vegetación que tenemos en estos acantilados rocosos sea de gran valor ecológico, ya que a través de la evolución han adquirido diferentes adaptaciones para vivir en las ranuras y grietas de estos acantilados. Las plantas que habitan en estos medios pertenecen a las especies herbáceas Crithmum maritimum y Plantago maritima, a las que frecuentemente han aparecido ejemplares de la especie helechal Asplenium maritimum.
Más arriba, a medida que se suaviza la pendiente y la influencia del mar, la cobertura vegetal aumenta, ya que se facilita la acumulación del suelo. Estos aspectos están llenos de la especie de gramíneas Festuca rubra, en la que también aparecen otras especies. Por ejemplo: Leucanthemum crassifolium, Anthyllis vulnerante, Daucus carota, Tamarix gallica o Armeria euskadiensis, especie herbácea endémica de los acantilados de Euskal Herria. En estas regiones suele aparecer también el Tamarix gallica, que es la única planta de gran porte para vivir en estas duras condiciones.
En los acantilados de Abadía, al estar formado por areniscas, la vegetación es más rica, siendo la planta más destacada la hierba de las Helichrysum stoechas.
Por último, en la zona en la que desaparece la pendiente, tanto en la Abadía de Hendaia como en Jaizkibel, encontramos ecosistemas de campo marino. La razón de este nombre radica en la peculiar comunidad vegetal que en estos aspectos explica algunas especies herbáceas costeras. En estas zonas, la influencia del mar es nula y el viento es el que marca las condiciones de vida. Por ello, la vegetación presente en estos lugares está compuesta por comunidades de matorrales de representación almoadita (comunidades vegetales que aparecen cuando desaparece el bosque), entre las que las especies más comunes son el té ( Ulex europaeus ), la cesta común ( Genista hispanica ) y la anguila burusoila ( Erica vagans ).
La extensión de estos campos y la presión humana moderada han convertido estos aspectos en un lugar de gran importancia ecológica, en el que aparecen numerosos animales de difícil acceso. Dentro de este punto hay que mencionar la riqueza ornitológica, ya que en las masas de estas zonas nidifican las zarzas de verano ( Anthus trivialis ), las tuntas comunes ( Prunella modularis ), los chispas ( Sylvia undata ), las jarras ( Saxicola sp. ), arcillas oscuras ( Phoenicurus ochruros ), etc.
Las lechuzas blancas ( Tyto alba ), los halcones peregrinos ( Falco peregrinus ) y los halcones rojos ( Falco tinnunculus ), las aves de campo, roedores y reptiles, nidifican en los escarpes más empinados. Cabe destacar la presencia destacada del águila culebrera (Circaetus gallicus), que no nidificó en la zona, por lo que su abundancia de reptiles resulta atractiva para este depredador.
En cuanto a los mamíferos, la desaparición de la cobertura arbórea por incendios ha reducido la diversidad de especies, ya que las actuales son el zorro ( Vulpes vulpes ), la garduña ( Martes ) y la catajineta común ( Genetta genetta ).
Mención especial merece la herpetofauna de Jaizkibel, que cuenta con una rica comunidad de reptiles gracias a sus microclimas soleados y protegidos. Entre ellos destacan el lagarto verde ( Lacerta viridis ), la lagartija ibérica ( Podarcis hispanica ) o el lagarto Schreiber ( Lacerta schreiberi ).
A estos reptiles rurales hay que añadir los que podemos encontrar en los ecosistemas de las regatas de Jaizkibel, que además de los ya mencionados en estas regatas de pequeña longitud, son abundantes, como el sapo común ( Bufo bufo ), el tritre marmolaire ( Triturus marmoratus ) y la serpiente alada ( Natrix natrix ). En cuanto a la descripción de estos ríos, cabe destacar la riqueza de la anguila de los ríos ( Anguilla anguilla ), que es un visitante habitual de Jaizkibel.
No quisiera terminar este artículo sin mencionar la colonia de gaviota nidificante que ha aparecido en la zona de Zakur Punta de Jaizkibel y Markotx. En esta colonia han aparecido dos tipos de gaviotas: la gaviota sombría ( Larus fuscus ) y la gaviota patiamarilla ( Larus cachinnans ).
La importancia de esta colonia radica en dos motivos:
En el caso de Jaizkibel, aunque hay que tener en cuenta la degradación humana y por incendios, la riqueza biológica es evidente, siendo este un indicador de la gran capacidad trófica de los ecosistemas de Jaizkibel. Si apareciera el respeto que hasta ahora no hemos expresado al entorno, dentro de pocos años Jaizkibel volvería a ser un paraíso. Intentemos que estos entornos sean mejor que dejarnos para las siguientes generaciones.