Corteza irregular, trozos de material levantados, color que no debería ser... Una serie de esculturas de acero inoxidable realizadas por Eduardo Chillida en Bilbao sufre una serie de alteraciones inesperadas. Al tratarse de un acero específicamente concebido para sobrevivir en condiciones callejeras, "no son las características esperadas", explica Ainhoa Sanz, conservadora del Museo Guggenheim Bilbao. Recalca, sin embargo, que no son "preocupantes" porque son alteraciones muy superficiales y a muy pequeña escala. "Sin embargo, conviene conocer su origen para poder tomar medidas para proteger las esculturas en la medida de lo posible", ha añadido.
El acero inoxidable (conocido también como nombre comercial de Corten) es el formado por la capacidad de formar una capa protectora adecuada para las condiciones exteriores. Desarrolla una capa de corrosión superficial que actúa como barrera frente a los agentes de estrés en condiciones exteriores. Por tanto, se utiliza mucho para la creación de estructuras externas como fachadas, puentes y ferrocarriles. Y muchos artistas llevan mucho tiempo usando ella para estar fuera en las esculturas, entre ellas Chillida.
Con el objetivo de conocer el estado de las esculturas de acero inoxidable, sus agentes, posibles soluciones, etc., se puso en marcha un estudio en colaboración con investigadores del departamento de Química Analítica de la UPV/EHU y los conservadores del Museo Guggenheim Bilbao. Además de la escultura Abrazo XI del Museo, tuvieron permiso para estudiar otras esculturas de Chillida en Bilbao: Begirari IV, Elogio del Hierro III y Buscando la Luz IV. "Al encontrarse en diferentes zonas de la ciudad, tenían diferentes focos de contaminación, lo que nos permitió realizar un estudio comparativo", explica Julene Aramendia, investigadora del departamento de Química Analítica de la UPV.
La capa de protección se forma en contacto con el oxígeno y el agua. Está formado por varios oxihidroxidos de hierro y su formación requiere ciclos de mojado y secado. Estos compuestos se van transformando progresivamente y ofrecen cada vez mayor protección. Aramendia explica el proceso que suele ocurrir: "En las primeras etapas aparece lepidocrociada en toda la superficie de la escultura. Es un oxihidroóxido de hierro, muy inestable, muy activo químicamente, que reacciona continuamente y cambia con los agentes del entorno. Poco a poco, por efecto de mojados y secados, la lepidocrociita se transforma en goetita. La goetita es un compuesto mucho más estable, más pasivo. Más pasiva hace de barrera y no deja pasar la contaminación. Por lo tanto, el efecto protector real se produce cuando aparece agotado".
Sin embargo, el material no responde igual en todas las atmósferas y en determinadas condiciones no crea la protección esperada. "Así lo hemos visto, además de en el Abrazo XI, en la escultura Begirari IV de Chillida. En cambio, Elogio del Hierro III y Buscando la Luz IV se encuentran en buen estado, con una superficie homogénea y un color adecuado", ha precisado el investigador.
Este comportamiento atípico se debe a que "vimos que hay partículas abundantes en la atmósfera de Bilbao, sobre todo ricas en silicatos, como el polvo natural o algunas partículas de humo de coches --explica Aramendi-. Además, estando cerca del mar, se añaden partículas de sal a las anteriores", añade.
Los investigadores utilizaron técnicas de investigación no invasivas para "causar el menor daño posible a las esculturas", según Aramendia. Las técnicas de espectroscopia y fluorescencia permitieron conocer la estructura molecular de la superficie de las esculturas, es decir, los compuestos que la componen y la estructura básica, es decir, los elementos químicos que aparecen en la superficie, tanto cualitativa como semicuantitativamente (en qué proporción se encuentra cada uno de ellos).
En los resultados de estos análisis se observó que las esculturas en peor situación presentaban una elevada concentración de lepidocrociitas y una baja concentración de goetita, mientras que las que se encontraban en mejor situación presentaban una situación a la inversa. Dicho de otro modo, "el proceso de transformación de la lepidocrociita en goetita está interrumpido en las esculturas que se encontraban en peor estado", es decir, la composición de las partículas ricas en silicatos, que de lo contrario no afectan de ninguna manera al acero: no se erosiona, no se deteriora ni nada", afirma Aramendia.
Los sulfatos y nitratos son los responsables de la caída de pequeñas partes de los materiales superficiales de las esculturas y el yeso. Estos compuestos fueron medidos en grandes cantidades en la superficie de las esculturas. Los sulfatos de hierro y los nitratos de hierro proceden de la reacción del dióxido de azufre y los óxidos de nitrógeno de la atmósfera con el material de las esculturas. "Son compuestos muy solubles que facilitan la pérdida de material con la lluvia", explica Aramendia.
La abundancia de cal en las tierras del País Vasco ha provocado, además, la presencia de yesos en la atmósfera y, por tanto, la caída de pequeños trozos de material al posar el yeso sobre la superficie de las esculturas. El yeso puede aparecer en tres niveles de hidratación (yeso, hemidrato y nidrita) y cada uno tiene un volumen determinado. Por tanto, al cambiar de una a otra, el volumen también cambia, lo que provoca estrés físico en la piel y, por tanto, desprendimiento de fragmentos de material.
Si la influencia de las partículas atmosféricas fuera mínima, Aramendia observó en los estudios realizados que "la composición del acero utilizado para la realización de esculturas tiene una importancia capital en su conservación". "No profundizamos demasiado en ello porque es un tema de investigación completa, pero hemos visto que la escultura que se encontraba en mejor estado de conservación, Elogio del Hierro III, está hecha de acero de otra aleación". En lugar de acero corten, Elogio del Hierro III (el mismo que utilizó Chillida para elaborar el Peine del Viento de San Sebastián) está fabricado en acero denominado Reco, que "responde muy bien a la atmósfera de Bilbao", explica Aramendia
La respuesta a los contaminantes atmosféricos se encuentra en las diferencias cuantitativas de los compuestos de las aleaciones de aceros Corten y Reco. En general, y por encima de todo, "podemos decir que las esculturas con bajo contenido en cobre en la aleación se han conservado peor, y que las de alta concentración de níquel perduran mejor en la atmósfera de Bilbao", ha añadido.
Ainhoa Sanz del Museo Guggenheim Bilbao, por su parte, explica el tratamiento que se le da al acero inoxidable para fomentar la creación de una capa protectora de corrosión: "Cuando sale de la ferrería sale con una capa negra. Para facilitar el proceso de oxidación y de forma homogénea se limpia con arena para eliminar esta capa negra. Pues bien, Chillida no quiso hacerlo en la escultura que tenemos en el museo. Esto ha incrementado la irregularidad de la piel".
Pues bien, en Abrazo XI y Begirari IV se han sumado todos los factores nocivos: Ambos se encuentran cerca de la ría de Bilbao, el puente que pasa junto al Museo Guggenheim tiene mucho tráfico, por lo que hay mucha contaminación en los coches y son dos de las esculturas que Chillida no quiso limpiar con arena.
De los resultados y conclusiones del estudio realizado, "hemos aprendido mucho y lo hemos traído al día a día, adaptando el mantenimiento a Besarkada XI. Periódicamente regamos la escultura para eliminar los contaminantes que han quedado en la superficie, el polvo y la sal. De esta forma, además de limpiarlas, le proporcionamos los ciclos de secado necesarios para formar la capa protectora. Así que regando conseguimos doble efecto", explica Sanz.
Además de estos riegos, no se han adoptado otras medidas en el museo en lo que respecta a la conservación de la escultura de Chillida, ya que "no hace falta. Los universitarios han visto que en la piel están sucediendo cosas extrañas, pero no es grave, y estamos seguros de que la escultura no tiene ningún peligro de deterioro", dice Sanz.
Se ha continuado: "Si en algún momento observáramos que existe este riesgo, la primera medida sería introducir la escultura en el almacén para protegerla de la atmósfera contaminante. A continuación, estudiaríamos en profundidad la intervención que podríamos hacer para restaurar la escultura, y sabiendo esto, tendríamos que hablar con la familia de Chillida para obtener el permiso necesario. Y es que antes de realizar cualquier intervención es necesario conocer cuál es el deseo del artista, qué quería expresar conceptualmente. Y ambos intereses no tienen por qué coincidir."