El pequeño es hermoso

Irazabalbeitia, Inaki

kimikaria eta zientzia-dibulgatzailea

Elhuyar Fundazioa

Diez, nueve, ocho... tres, dos, uno, cero! Vibrante y bullicioso, el enorme cohete ha comenzado a ascender en medio de las densas nubes de humo. Ha derrumbado, al principio lentamente, a velocidad creciente, perdiendo en el horizonte azul… Apolo XI va hacia la Luna empujando el poderoso lanzador Saturno V. Esa imagen memorable la tenemos muchos de nosotros, sobre todo los mayores de una edad, y la tendremos para siempre. Sin embargo, esos potentes y gigantescos trasteros que han exagerado el orgullo de la tecnología humana pueden convertirse en recuerdos del pasado.

La comunidad científica que explora el espacio en todo el mundo pronto tendrá que enfrentarse a pequeños presupuestos y a la elección de prioridades. Los gobiernos no tienen dinero y los pagadores fiscales no están tan generosos como en el pasado ante las necesidades de exploración espacial. Todos los que aprendan cómo se trabaja con menos recursos de los esperados tendrán que acostumbrarse. Para sacar el máximo partido a los pocos recursos existentes, los científicos deberán trabajar con toda su creatividad.

Desde que comenzamos a explorar el sistema solar a principios de los años 60, el mundo ha cambiado mucho. La guerra fría y el desafío entre los estados han desaparecido y los fondos interminables de los gobiernos han ido al pozo. Por lo tanto, pensar que en los próximos años se conseguirá dinero para emprender una gran misión planetaria está lejos de la realidad. Además, las misiones y proyectos ya aprobados pueden ser suspendidos, tal y como demuestra el hecho de que la misión CRAF (Comet Rendezvous Asteroid Flyby = Visita con cometas de rendezvous y asteroides) no sea impulsada por el EE.UU.

ANDÉN

Si la comunidad científica mundial quiere seguir explorando los planetas, deberá adaptarse a la nueva situación y plantear misiones más pequeñas y económicas.

Coste

Si algo ha impulsado hacia las pequeñas misiones, el coste ha sido sin duda. Adjetivos como los pagables, los baratos, los coste-efectivos están siendo utilizados con frecuencia en la definición de nuevas misiones.

Para que una misión a los planetas tenga un label de “bajo coste” tiene que costar unos cientos de millones de dólares. El coste de las grandes misiones hasta la fecha ha sido de al menos mil millones de dólares.

Por ejemplo, NASA comienza a plantearse dos tipos de misiones de bajo coste: Discovery (Descubrimiento) e Intermediate (Medio). Las misiones de primera clase no deben durar más de tres años y su coste es inferior a $150 millones. Los de la clase Intermediate son más grandes y tienen un coste aproximado de $400 millones.

Plazos

Las principales misiones y proyectos realizados hasta la fecha han necesitado una o más décadas para su desarrollo y ejecución. Las misiones Viking, Voyager o Galileo son los mejores ejemplos. Este tipo de proyectos tienen grandes resultados y los científicos pueden sobrevivir con uno de estos, aunque al final para algunos resulte aburrido.

Sin embargo, el ambiente ha cambiado y los proyectos desarrollados a largo plazo no están de moda. La gente, los políticos y los científicos prefieren los de corto plazo. Un ejemplo de ello es la previsión de un plazo de entre tres y cinco años para finalizar el proyecto de retorno de los EEUU a la luna.

Estos límites de tiempo marcan hasta dónde podemos ir. Los lanzadores, los sistemas de propulsión y las rutas más adecuadas limitan las misiones. Si llega hasta la Luna en pocos días, para llegar a Artizar y a los asteroides cercanos se necesitan unos meses; para llegar a Marte se necesita un año y pocos años para ir a Júpiter y Mercurio. Este tipo de objetivos pueden considerarse de tres a cinco años, pero quedan excluidos todos los planetas más allá de Saturno.

Ciencia

Las pequeñas misiones no crean necesariamente una gran ciencia, pero si se diseñan y configuran bien pueden tener resultados similares. De hecho, entre los científicos hay algunos defensores de pequeñas misiones. Una pequeña misión diseñada específicamente, con la última tecnología, puede ofrecer resultados increíbles. Dos buenos ejemplos de ello son el IRAS ( Infrared Astronomy Satellite = Satélite Astronómico de Infrarrojos) y el COBE ( Cosmic Background Explorer = Explorador de radiación cósmica de fondo), que ahora se ha convertido en tan famoso.

Para llevar a cabo una misión con objetivos concretos y un número limitado de herramientas, sólo es necesario un pequeño grupo de científicos formados. Para la recopilación, tratamiento y análisis de los datos resultantes basta con un grupo limitado de científicos y técnicos dirigidos por un buen científico. El mismo grupo, además, puede diseñar, construir y probar herramientas, además de asumir la coordinación con elementos externos, con el gobierno y con las compañías de suministro, evitando burocracias aburridas.

Tecnología

Desde fuera, hay quien podría pensar que plantear pequeñas misiones es un retroceso tecnológico que nos ha permitido volver a los orígenes de la exploración espacial. Se equivocaba. La diferencia entre las misiones de entonces y las de ahora es evidente: la tecnología. Gracias a la electrónica e informática actual, en la década de 1960 se puede fabricar con equipos ligeros y pequeños lo que hacía el gran equipo y el peso. Además, los equipos de propulsión y navegación han mejorado considerablemente.

La pequeñez y la economicidad tienen otras ventajas. De hecho, facilitan el uso de la última tecnología en el campo de una tecnología espacial bastante conservadora.

Otros

Por otro lado, es evidente que las pequeñas misiones, por un lado, impulsan la profundización de la cooperación y, por otro, parecen contradictorias, también la diversificación y la competencia, ya que los menores costes de las misiones permiten que más asociaciones o entidades participen en la exploración del espacio.

Hasta ahora la exploración espacial ha sido impulsada por grandes y brillantes misiones, pero eso es un pasado que nos ha traído hasta aquí y nosotros tenemos que mirar hacia delante, a ver a dónde nos lleva este nuevo camino.

Adaptada a diferentes artículos de la revista THE PLANETARY REPORT de julio/agosto de 1992.

A la luna, más rápido, más barato y mejor

Apolo

las embarcaciones se iluminaron por última vez hace veinte años. Desde entonces, al margen del esfuerzo de algunas sondas soviéticas, la barrera de la exploración de la luna ha estado cerrada. El DAP tiene como objetivo reforzar esta exploración desarrollando un esquema etiquetado bajo, rápido y económico.

Se prevén tres misiones por sonda automática. En la primera se trata de estudiar la química y la mineralogía de la superficie terrestre mediante un satélite de órbita polar. En el segundo, se usará también una sonda orbitante, que estudiará el complejo campo magnético de la Luna y se realizará un mapa de superficie exacto. El tercero prevé el ilargirio. Se prevé la utilización de dos pequeños vehículos automáticos y se estudiarán las características químicas y mineralógicas de la zona de lunación. El objetivo de esta última es encontrar los lugares más adecuados para resucitar al hombre.

El coste de cada misión oscila entre $100 y 150 millones y se completará a los tres años.

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