A pesar de la dificultad de valorar la incidencia, prevalencia y tendencia de comportamientos suicidas, podemos considerar, sin duda, que existen varios factores asociados al suicidio. En este sentido, estudios epidemiológicos realizados a partir de muestras amplias de episodios de suicidio indican la existencia de importantes factores de riesgo sociales y psiquiátricos asociados al comportamiento suicida. El conocimiento y la resolución de estos factores de riesgo puede suponer avances en la prevención del suicidio.
En 1959, Robins et al. demostraron por primera vez que existen conexiones entre el suicidio y las enfermedades psiquiátricas. En el estudio realizado por estos investigadores, el 94% de las suicidios estudiadas demostraron padecer una enfermedad psiquiátrica durante el suicidio. El 45% tenía problemas afectivos y el 23% tenía como diagnóstico el alcoholismo. Otros estudios han confirmado que la depresión, el alcoholismo, el abuso de drogas y la esquizofrenia son enfermedades psiquiátricas muy relacionadas con el suicidio.
La depresión es, sin duda, la enfermedad psiquiátrica más frecuente asociada al suicidio. Al mismo tiempo, se estima que el riesgo de suicidio en los pacientes que sufren depresión mayor es del 19%. Por ello, a pesar de la dificultad de la prevención del suicidio, parece imprescindible determinar el grado de gravedad del suceso depresivo para analizar el riesgo real de suicidio de los pacientes deprimidos.
Entre las enfermedades depresivas se han demostrado diferencias entre pacientes a los que se diagnosticó sin duda la depresión mayor y aquellos que no cumplían todos los requisitos para ello. Por ejemplo, en este segundo grupo, el suicidio se da sobre todo en hombres, a menudo relacionado con el abuso o dependencia del alcohol, con problemas de identidad o con una grave enfermedad física predepresiva. Por el contrario, la depresión mayor se da sobre todo en las mujeres y en muchos casos el diagnóstico es único.
Por otra parte, en los tres primeros meses de la depresión mayor o en los episodios depresivos que se repiten, el riesgo de suicidio es mayor.
El deber de tratamiento y asistencia psiquiátrica necesaria para evitar y prevenir el suicidio de los enfermos deprimidos ha suscitado serios debates. Según algunos estudios, son muy importantes los tratamientos psicológicos y/o farmacológicos adecuados de la depresión para reducir los factores de riesgo para el suicidio. Por ello, en el tratamiento antidepresivo habría que utilizar algún fármaco, sobre todo en aquellos casos en los que el riesgo de suicidio es evidente.
Sin embargo, en el estudio realizado por Isometsä et al. en 1994 se puso de manifiesto la situación real. Por ejemplo, sólo el 45% de las suicidas con depresión se encontraba en tratamiento psiquiátrico cuando se suicidó, mientras que sólo el 3% había ingerido fármacos antidepresivos a dosis adecuadas. Según otro estudio realizado, más de la mitad de los deprimidos estuvo con un médico durante los tres meses previos al suicidio, pero sólo la mitad de ellos recibió algún fármaco antidepresivo y sólo un tercio de ellos contenía restos de antidepresivos en la autopsia. Según todos estos datos, la falta de tratamiento, el tratamiento inadecuado o el mal cumplimiento del tratamiento podrían facilitar un comportamiento suicida. Asimismo, se ha comprobado que tanto los diagnósticos adecuados como los tratamientos con fármacos antidepresivos reducen significativamente el riesgo de suicidio de los pacientes deprimidos.
En los alcoholes el número de suicidios también es muy superior al de la población general. Se ha publicado que el riesgo de suicidio de los alcoholicos actuales es del 8-11%, pero que en los alcoholes en tratamiento desciende al 3,4%. Sin embargo, se observa que más de la mitad de los suicidios alcohólicos sufren otro tipo de enfermedades psiquiátricas antes de morir. Según esto, la interacción entre alcoholismo y otras enfermedades psiquiátricas es un factor de riesgo importante para el comportamiento suicida.
A menudo el alcoholismo y la depresión aparecen unidos, siendo el riesgo de que los alcohólicos sufran depresión el doble que los no alcohólicos. Ambos problemas son más frecuentes en las mujeres a la vez, pero además el orden de aparición también estaría relacionado con el género. Por ejemplo, en el 78% de los hombres aparece primero el alcoholismo y se deprimen como consecuencia de este alcoholismo. En las mujeres, sin embargo, el primer problema es la depresión en el 66% de los casos, y probablemente por esa depresión aparece el alcoholismo.
Por otra parte, parece que el abuso de alcohol tiene mucho que ver con el suicidio de los jóvenes. Por ejemplo, el 50% de los jóvenes finlandeses que murieron suicidándose tenían un grado de alcohol en sangre suficiente para detectar. En la población joven, cada vez más, además del alcohol, aparecen otras drogas como uno de los factores más importantes relacionados con el suicidio.
Esquizofrenia
La esquizofrenia es a menudo otra enfermedad psiquiátrica relacionada con el suicidio. Los pacientes que padecen esquizofrenia tienen entre 10 y 20 veces más riesgo de suicidio que la gente normal, al tiempo que uno de los principales motivos de muerte prematura en los esquizofrénicos es el suicidio. Este riesgo es mayor en los hombres jóvenes y, a diferencia de otras personas, disminuye con la edad. Por otro lado, el riesgo de suicidio de los pacientes esquizofrénicos durante su estancia hospitalaria es menor, pero se duplica al salir del hospital. Los enfermos esquizofrénicos usan formas mucho más violentas y normalmente más mortales para suicidarse.
En la mayoría de los casos la esquizofrenia presenta dos tipos de síntomas: negativos (falta de emoción, desaparición de la afectividad, desconfianza y falta de relación con la gente…) y positivos (alucinaciones, agitación, hiperactividad, sospechas paranoicas…). En la medida en que los síntomas positivos sean más evidentes que los negativos, el riesgo de suicidio será mayor.
En cuanto al tratamiento, durante muchos años se han utilizado neurolépticos como fármacos alternativos contra la esquizofrenia. Desgraciadamente en los esquizofrénicos existe un grupo de enfermos resistentes a los neurolépticos, con mayor riesgo de suicidio en los pacientes. La solución para este grupo de esquizofrénicos puede ser la utilización de nuevos fármacos denominados neurolépticos atípicos. Prueba de ello es la investigación que muestra una disminución del 85% en el riesgo de suicidio de los pacientes esquizofrénicos tratados con clozapina (primer modelo de neurolépticos atípicos). Sin embargo, uno de los problemas más importantes y graves de la esquizofrenia es que el propio paciente no tiene ninguna conciencia de su propia enfermedad. Por ello, los pacientes que sufren esquizofrenia tienen una tendencia a los médicos totalmente negativa e irreprochable, por lo que normalmente no van a requerir asistencia psiquiátrica. Además, aunque se inicie el tratamiento, los esquizofrénicos ven la necesidad de tomar fármacos como una agresión y, por lo general, intentarán abandonar el tratamiento con cualquier excusa, aumentando el riesgo de suicidio.
Además de todo lo anterior, se ha demostrado la existencia de una serie de factores sociales que pueden estar relacionados con el comportamiento suicida. Al parecer, ser soltero o separado, ser desempleado o vivir solo son situaciones sociales que pueden fomentar el suicidio. En la misma línea, la edad y el género también pueden tener relación con el comportamiento suicida. Por ejemplo, el suicidio es mayor en los hombres y parece, salvo excepciones, que la influencia es mayor con la edad. Sin embargo, en los últimos tiempos se ha detectado un aumento notable de la tasa de suicidio en los más jóvenes, y sobre todo en los chicos. A modo de ejemplo, en Estados Unidos entre 1980 y 1992, en el tramo de 15 a 19 años, el número de suicidios aumentó un 28% y en el de 10-14 un 120%. En el caso de las personas jóvenes, los problemas familiares, los problemas de aprendizaje y los malos tratos sufridos por sus padres son, en gran medida, el motivo del suicidio. Las personas mayores, por el contrario, son conducidas al suicidio por el aislamiento social, la soledad y la falta de comunicación con la gente.
El número de suicidios en las batallas es menor. Pero en tiempos de depresión económica, el riesgo de suicidio aumenta a medida que la situación económica de las personas disminuye. Por ejemplo, la crisis económica provocada por la desaparición de la Unión Soviética ha provocado que la tasa de suicidio en Rusia haya aumentado un 4%. En este contexto, el riesgo de suicidio de los inmigrantes o inmigrantes va a ser muy alto, ya que en ellos la mala situación económica se une a la soledad y al aislamiento de la sociedad en la que viven.
Por último, el suicidio es más frecuente durante el día que por la noche; también es más frecuente en el comienzo de la semana y en la primavera.
En resumen, son muchos los factores de riesgo que pueden estar relacionados con el comportamiento suicida y parece que su investigación es fundamental para abordar la verdadera prevención del suicidio. No podemos olvidar que, según las estadísticas, un 5% de la población piensa suicidarse al menos una vez a lo largo de su vida. Además, muchas personas que se suicidan recurren al médico en meses o días anteriores. La valoración del riesgo de suicidio de cada paciente debería tener en cuenta todos sus componentes para evitar el suicidio. Además, en la mayoría de los casos, la suicida anunciará su decisión antes. Por ello, hay que prestar especial atención a las sesiones de suicidio, ya que en adelante un 10% de ellas realizará un suicidio real.
En general, los profesionales de la salud deberían estar atentos a todos estos factores para valorar la necesidad de asistencia o ayuda especializada en cada caso y orientar al paciente de la forma más adecuada.