Maite Maguregui Hernando, miembro del equipo de investigación de la UPV-EHU y doctora en Química lleva diez años investigando los frescos de Pompeya. Recuerda cómo empezó un equipo de aquí trabajando en el yacimiento de Pompeya: “Conocimos a una mujer finlandesa, la propia química de la Universidad Metropolitana, que mostró gran interés por la metodología con las herramientas que utilizábamos. Gracias a él fuimos por primera vez a Pompeya”.
De hecho, utilizan herramientas portátiles para realizar análisis. Metodológicamente no se limitan al análisis de pigmentos, mortero y otros elementos, sino que tratan de aclarar cómo eran en origen y cómo y por qué se han degradado. El investigador de la Metrópoli trabajaba con el equipo arqueológico EPUH en Pompeya y habló con ellos para que el equipo de Maguregui fuera allí.
Así, en 2008 se recogieron pequeñas muestras de pintura mural. Fueron analizados en el laboratorio de la UPV-EHU y los resultados fueron “muy satisfechos”. En 2009 se publicó también un artículo científico con la publicación de dicha investigación.
Fue el trabajo de fin de tesis de Maguregui, por lo que fue tan especial para él recibir la invitación para que el año siguiente acuda a Pompeya a investigar: “Fue emocionante. Luego te acostumbras, pero en aquella primera ocasión, por ejemplo, recuerdo que me emocionó muchísimo ver lo poco que hemos avanzado. Porque las casas, las calles... ¡todavía tenemos esas cosas, incluso los pasos de cebra!”
Casa de Marcus Lucretius, la casa de Marcus Lucretius. Las excavaciones registradas de Pompeya se iniciaron aproximadamente en 1850, y desde hace casi 170 años se excavó esta casa, pero en las orillas aún queda la zona no excavada, que era el objetivo de los arqueólogos EPUH. “En un principio se trataba de investigar la naturaleza de los pigmentos, pero cuando fuimos allí vimos que había un montón de trabajos que hacer”, explica Maguregui.
Desde aquel primer año la gestión ha cambiado, lo que ha afectado a la forma de hacer el trabajo. En un principio, al yacimiento de Pompeya sólo podían acceder investigadores. Sin embargo, al año siguiente, gracias a una subvención de la Unión Europea, se puso en marcha un ambicioso proyecto de investigación y protección de la Pompeya (Grande Progetto Pompei), que desde entonces es un control más estricto y que queda registrado. También se han reducido los permisos de recogida de muestras, por lo que sus herramientas portátiles son fundamentales para poder obtener información en la propia zona arqueológica. Esto les impone unos límites de trabajo, pero al mismo tiempo Maguregui valora positivamente los criterios de conservación y restauración adoptados por el Parque Arqueológico de Pompeya.
Con la creación del proyecto APUV (Analytica Pompeiana Universitatis Vasconicae) se realizaron tres campañas en casa de Marcus Lucretius entre 2010 y 2012. En la actualidad participan en este proyecto diez investigadores del grupo IBeA. El trabajo del grupo consistió en analizar las pinturas murales. Así ha resumido el trabajo realizado por Maguregui: “En las casas romanas existía un salón, el triclinio, en el que se encontraban las pinturas murales más espectaculares y elaboradas. Sin embargo, en las casas excavadas en el pasado, es habitual que falten las imágenes más espectaculares de las pinturas murales que se desprendían de las paredes y las llevaban al Museo de Arqueología de Nápoles. Nosotros tuvimos la suerte de poder asistir al museo. Así, analizamos la huella de la pintura mural que actualmente se conserva en el muro y la parte extraída de la misma”.
Según él, fue muy interesante para ver cómo afecta la atmósfera actual a estos materiales, ya que los fragmentos que se encuentran en el museo están mucho mejor conservados. “Además de estudiar el pigmento, caracterizamos el mortero. De hecho, sobre él se aplican los pigmentos, que también sufre la degradación: pueden producirse sales, biocolonizaciones... Así pues, pudimos analizar las diferencias entre la evolución del pigmento y el mortero en el yacimiento y en el almacén del museo”.
En 2012 los arqueólogos finalizaron la labor de Marcus Lucretius, por lo que se concluyó la labor del grupo IBeA. Un tiempo después, sin embargo, conocieron a un equipo de la Universidad de Valencia que estaba investigando en Pompeya y les propusieron colaborar. Así, Ariadna fue a su casa en 2014, donde analizaron sus pigmentos y materiales.
Y una vez más Maguregui confiesa que la suerte les acompañó: “Justo allí, recibimos una visita. El caso es que en el interior de Pompeya hay un laboratorio donde se encuentran los materiales extraídos del yacimiento. Tienen un equipo mínimo para realizar algunas investigaciones básicas, y cuando nos vieron nos sorprendieron con nuestras herramientas y trabajo. Entonces nos dijeron que hablarían con el gestor principal de yacimientos de la zona, y así conseguimos la invitación a firmar un convenio”.
Así, en 2015 se firmó un convenio entre la UPV y el Parque Arqueológico de Pompeya, que les ha permitido conocer una tercera casa: Casa degli Amorini Dorati o casa de los cupidos dorados, en la pared de la habitación del propietario, en unos discos de vidrio recubiertos de oro que inscribirán la imagen del cupido. Y hoy en día siguen en la misma casa, a pesar de que el convenio tenía vigencia hasta el año 2017, ahora lo han renovado hasta el año 2020.
Según Maguregui, es muy interesante porque esta casa está abierta. “El visitante nos ve trabajando y es bonito, al mismo tiempo que hacemos divulgación. Tenemos posters con información y nos hacen preguntas. Conocemos a personas de todo tipo y lugar, incluyendo a químicos, y se crean conversaciones enriquecedoras”.
Son herramientas que utilizan uno de los aspectos que despierta la atención del público y no sólo de los visitantes: Los investigadores de Pompeya también mostraron interés por ellos desde el principio y, en cierta medida, gracias a ellos se encuentran los miembros de IBeA. Maguregui ha explicado que, en el mundo del arte y la conservación, tienen que utilizar técnicas no destructivas, como las de IBeA: “Utilizamos técnicas espectroscópicas y algunos aparatos, por ejemplo, tienen forma de pistola o similar y funcionan apoyados sobre la pared. No necesitamos tomar muestras y los útiles no dejan efectos sobre la superficie”.
Sus métodos son elementales y moleculares. “Combinamos los datos obtenidos con ambos. Por ejemplo, si observamos con técnicas elementales la presencia de calcio y azufre, posteriormente, mediante técnicas moleculares, podemos observar la presencia de yeso en la zona de estudio. O con pigmentos como el cinabrio, un pigmento de color rojo, es el sulfuro de mercurio. Vemos, por tanto, con técnicas elementales el mercurio y el azufre, y con las moléculas, cómo están estructurados estos elementos a nivel molecular”.
Esto permite conocer el estado actual de los pigmentos. En cuanto a su evolución en el tiempo, su relación con el Museo Arqueológico de Nápoles ha sido de gran ayuda ya que han podido analizar los pigmentos originales que contienen: “En la excavación se descubrieron los pigmentos triturados, el polvo pigmento, los cuencos cerámicos que contenían. Así pues, hemos analizado todo el palet de la época: rojo, amarillo, verde, azul... Eran principalmente rojos y amarillos, con blanco y negro. Luego, para hacer detalles más espectaculares, se utilizaban azules y verdes. Finalmente usaban también rosa, pero sólo de vez en cuando”, explica Maguregui.
De hecho, desarrollaron una metodología para determinar la naturaleza de los colorantes utilizados específicamente para obtener el color rosa: “Vimos que el colorante se extraía de las raíces de una planta especial, cociendo las raíces. De hecho, en aquella época también se obtenía ese color del interior de algunas conchas, pero en los pigmentos estudiados no se encontró el mismo, sino el derivado de las raíces”.
Maguregui aclara que el resto son de origen mineral y pigmentos de tierra: “Por ejemplo, los rojos y los amarillos son tierras, muchas de ellas con restos de minerales volcánicos. Es más, cuando analizamos las tierras volcánicas del yacimiento, no sólo nos fijamos en los pigmentos, sino que nos fijamos en su influencia. Y es que la erupción tuvo consecuencias notables en las pinturas”.
Ejemplo de pigmento ocre. El ocre amarillo es un pigmento de tierra que, según su composición, se deshidrata por acción del calor. Así, cuando el material proyectado en erupción golpeó las paredes, la temperatura provocó que el ocre amarillo se deshidratara y se convirtiera en de color rojo. Por eso, a pesar de que hoy en día existen más de doscientas paredes rojas, antes eran mucho menos, ya que muchas de ellas eran de color amarillo.
Esta es una de las líneas de la AAI: desarrollar una técnica portátil, con métodos no destructivos, que permita diferenciar entre los propios rojos y los originalmente amarillos. Para ello ya han publicado un modelo con herramientas elementales. El siguiente paso es desarrollar el modelo molecular para conocer la temperatura que sufrió cada pared. Eso es lo que están haciendo ahora.
Otro de los pigmentos que investigan es el cinabrio. “Es rojo, pero muy rojo intenso, brillante”, matiza Maguregui. Era muy caro, “porque no es la tierra, sino el mineral, y no lo tenían allí, lo tenían que traer”. Pues bien, el objetivo del equipo investigador es saber de dónde traían. Dice que en España hay un lugar donde se extraía el cinabrio en la época romana. Ella puede ser la cuna del Cinabrio de Pompeya. Sin embargo, también en Italia existe otra mina, también de época romana. Por lo tanto, ahora se está procediendo a la recogida de mineral en estas zonas para su posterior análisis y observación de si pueden aclarar el origen de Pompeya.
Además, se están realizando otros análisis con el cinabrio, que se degrada con el tiempo: lo rojo se vuelve negro. A modo de ejemplo, cita una pared de la Casa degli Amorini Dorati: “Si tú ves y nadie te dice nada, pensarás que es negro. Nosotros sabemos que era rojo. Por tanto, nuestra intención es aclarar cuáles fueron las causas de este cambio de color. Hay algunas hipótesis, pero como no está del todo claro, en el laboratorio vamos a realizar simulaciones para analizar las consecuencias que tiene cada agente”.
Además de clarificar lo sucedido en el pasado, trabajan de cara al futuro. Por ejemplo, se ha creado un biocida con aceites esenciales extraídos de algunas plantas del yacimiento. Estos aceites esenciales han demostrado que matan a los hongos, pero todavía sólo en el laboratorio y con ciertos hongos.
Ahora tienen que hacer más pruebas para confirmar que en Pompeya también será efectivo y cuál es su espectro, es decir, a quién afecta. Para ello, primero crearán probetas, con materiales como el de Pompeya, y después vendrá la fase final: probar en realidad.
Por otro lado, también se están realizando pruebas con mortero. Y es que, según ha advertido Maguregui, en los muros de Pompeya no se pueden usar cementos o materiales de este tipo, “no sólo por motivos estéticos sino porque causan daños en los muros originales”. Por lo tanto, buscan materiales compatibles con los utilizados por los romanos. Además, deberán ser fácilmente retirables si en el futuro se han inventado mejores materiales para sustituirlos.
Así, utilizan materiales puzolánicos. En la época romana se empleaban minerales volcánicos para endurecer y reforzar. La intención de los AAI es que, analizando la composición de los morteros, observen si consiguen hacer un mortero similar.
Al margen de la Pompeya, el grupo IBeA también está presente en otros yacimientos. Por ejemplo, Héctor Morillas Loroño investiga en el parque arqueológico de Machu Picchu. Entre otras cosas, ha analizado sus rocas graníticas y ha investigado las consecuencias de la biocolonización.
Además, en algunos refugios situados en su inca ruta se encuentran pictogramas y pinturas que han investigado los pigmentos utilizados en su elaboración. Por ejemplo, en pigmentos negros, rojos y naranjas se ha detectado carbón, hematita y beta-caroteno respectivamente. Es más, han visto que el color naranja no era el original; estas marcas están colonizadas por algas que les dan el beta-caroteno de las algas. Así, al igual que en Pompeya, la Química se utiliza para separar lo que parece, todo y todo.