En cuanto al paleolítico, los hombres han sido los protagonistas principales y casi únicos. No se mencionan los niños, las mujeres, los ancianos o los enfermos, salvo que hayan encontrado alguna pista muy evidente. En los últimos años, sin embargo, nuevas metodologías y enfoques han puesto de manifiesto la participación de estos miembros silenciados en las actividades del grupo. Por ejemplo, los arqueólogos Francesca Romagnoli y Verónica Fernández Navarro afirman que los niños de entonces, como los de hoy, aprendían a trabajar instrumentos y lo pintaban.
El Paleolítico es el período más largo de la historia de la humanidad. “Decimos que el Homo comienza cuando aparece la primera especie del género, es decir, hace 2,5 millones de años”, explica Francesca Romagnoli, doctora en Prehistoria y Cuaternario, investigadora y profesora en la Universidad Autónoma de Madrid. “Por supuesto, durante este tiempo convivieron diferentes grupos, con culturas, organizaciones, comportamientos y tecnologías diversas. Sin embargo, todos tienen un elemento común, y es que todas las comunidades eran cazadores-recolectores y nómadas”.
Y, por supuesto, estas comunidades siempre eran niños. Romagnoli advierte que su investigación no es fácil por dos motivos: “Por un lado, la visibilidad arqueológica: cuanto más atrás se haga en el tiempo, más difícil es encontrar los huesos, y más difícil si son los niños, porque más fácilmente se deshacen. Además, es más difícil saber con quién se relacionan los objetos. Y por otro lado está el sesgo o el derrame de estos investigadores. El relato paleolítico se ha basado sobre todo en las huellas que hoy relacionamos con el poder. Por tanto, los objetos y actividades relacionados con los niños no han sido de interés para los investigadores”.
Esta falta de interés ha hecho que hasta hace poco los investigadores no hayan hecho preguntas para hacerlas visibles, desarrollar métodos y buscar pistas. “Me refiero a los investigadores occidentales, hombre de alto nivel educativo, blanco, europeo o estadounidense”, matiza Romagnoli.
Entre los que están trabajando para superarlo, ha destacado el liderazgo de la red colaborativa de Septi-Women, y ha destacado la interdisciplinariedad y la interdisciplinariedad del grupo, que reúne a expertos en arqueología y prehistoria, además de en educación, museología, divulgación, ilustración, etc. “La forma de contar el pasado de la humanidad a este tipo de grupos está cambiando, incluyendo la infancia”.
Romagnoli investiga sobre todo la tecnología y afirma que los útiles de piedra siempre han sido analizados desde el punto de vista tecnoeconómico: “Es decir, a dónde van en busca de la materia prima, lo que nos muestra el territorio en el que se movían, qué materias primas seleccionan y por qué, cómo trabajan la materia prima para qué hacer, cómo transportan esas herramientas y para qué y cuándo las utilizan, dónde las rechazan... Pero hay otro aspecto fundamental: cómo se transmite ese conocimiento; cómo se enseña y cómo se aprende. Y ahí los niños juegan un papel de funts”.
Así, se han identificado una serie de instrumentos, herramientas y procesos productivos, que “claramente” han demostrado que sus autores no dominaban suficientemente los movimientos y la coordinación de las manos, ni el ejercicio mental previo a esta tarea.
Según Romagnoli, los tres ejercicios supuestamente infantiles más antiguos, conocidos, datan de hace 400 mil años. “El yacimiento, denominado Qesem, se encuentra en Israel y es una cueva. Los humanos han vivido allí 200 mil años, entre 400 y 200 mil, y en el centro tenían fuego. Las actividades que se llevaban a cabo en su entorno, y fuera de él, cerca de la entrada de la cueva, se encuentran los núcleos de herramientas pétreas, es decir, los materiales que se utilizaban para obtener las láminas. Y la paciencia es que quienes golpearon estos núcleos no tenían ni rastro”.
A la vista de los errores, y teniendo en cuenta otros elementos, los investigadores han llegado a la conclusión de que los niños y niñas que imitaron lo que los adultos habían podido imaginar son los autores de los mismos. “De hecho, una de las partes más importantes del juego es la imitación”, recuerda Romagnoli. Además, en una zona central de la cueva hay otros núcleos que yo sé que han sido cultivados y luego usados por los alumnos y excluidos antes de su pleno uso. “Esto sugiere que había interacción entre expertos y alumnos y que tenían organizado de alguna manera el proceso de aprendizaje”.
En este sentido, considera que se puede deducir que los niños y niñas consideraban fundamentales para la transmisión del conocimiento y la perpetuación cultural, de generación en generación. “Es más, son importantes para la actualidad tecnológica. De hecho, cuando el error de ensayo se aprende a través del proceso, introduce cambios que pueden ser beneficiosos a veces”.
Añade que el juego no sólo es necesario para el desarrollo cognitivo, sino también para la adquisición de habilidades sociales en los primates y en nuestra especie. Y afirma que el juego tenía un lugar significativo dentro de la dinámica social del grupo. “Por lo tanto, los niños son un tema interesante, no sólo porque estaban ahí, sino porque formaban parte del grupo. Su conocimiento es, por tanto, fundamental para entender esas sociedades”. En este sentido, le parecen destacables las investigaciones que se están realizando sobre el autoría del arte, que hasta ahora se han atribuido a los hombres por sesgos.
Este es el tema de investigación de Verónica Fernández Navarro. Fernández es graduado en historia del arte y especializado en prehistoria y arqueología. El doctorado se está realizando en la Universidad de Cantabria, y de hecho, su grupo no pretendía investigar específicamente a los niños. “Queríamos investigar las huellas de las manos utilizando las nuevas tecnologías y evitando los sesgos y prejuicios. Queríamos encontrar el mejor método para hacerlo, para obtener los resultados lo más objetivos posibles, y la sorpresa fue que aparecieron muchos niños.”
Las pinturas manuales del Paleolítico Superior son habituales en varias cuevas. Entre ellos se encuentran los negativos de las manos aerografiadas, que colocaban la mano en la pared y, al soplar la pintura, pintaban la zona de la mano. Al quitar la mano, quedaba su imagen en la pared. Los investigadores ahora quieren saber quiénes eran los autores de estas imágenes que han perdurado hasta la fecha y de quién eran las manos.
“Para ello, creamos los f-togramétricos 3D de las manos de las cuevas: Las de Castillo, Garma, Fuente del Salín y las de Maltravieso (Cáceres) y Fuente del Trucho (Huesca) de Cantatatabriaca. Y, efectivamente, creamos una muestra experimental utilizando el mismo sistema que utilizaban en el Paleolítico Superior. Es decir, los voluntarios generaron negativos de las manos, y como sabemos su sexo y edad podemos hacer comparaciones”, explica. Las sesiones experimentales se realizaron en la cueva de Zubiburu, gracias a un convenio entre IIIPC/Before Art y el Ayuntamiento de Lekeitio.
Su mayor aportación es que han conseguido un método para garantizar que los resultados son objetivos. “Hasta ahora se medía directamente en el agujero de cosba, por ejemplo mediante un flexómetro, o se trabajaba con modelos bidimensionales, pero como la roca tiene volumen, la posición de la cámara cambia de vista. Por tanto, trabajar con modelos 3D supone una mejora sustancial”.
No es la única mejora, Fernández y sus compañeros también han hecho enmiendas: “Además, hasta ahora no se corregía la diferencia entre la imagen y las medidas de la mano. De hecho, en los negativos de las manos, la imagen que queda en la pared es algo mayor que la propia mano, mientras que en los positivos es algo menor. Se ha incluido esta enmienda. También por donde se sopla: se sopla por la derecha o por la izquierda, se deforman unos dedos u otros. Todo esto se ve bien mediante la experimentación. Por lo tanto, creo que las enmiendas realizadas han supuesto una objetivación significativa de los datos”.
Como Francesca Romagnoli, Fernández ha dado mucha importancia a la colaboración interdisciplinar: “Mi codirector, por ejemplo, es antropólogo, investiga la antropología de la muerte; trabajamos con biólogos y expertos en evolución humana... Y tampoco la propia metodología es específica del arte rupestre; hasta ahora se ha utilizado en biología y evolución, y todavía se están dando los primeros pasos. Al final, hemos ido mejorando la metodología con las aportaciones de todos y todas”.
La afirmación de que a través de esta metodología los niños y niñas también pintaban conlleva la revisión de las representaciones del pasado. “En las representaciones, los niños también se encuentran en reposo, sentados o en brazos. Pero nosotros hemos demostrado que los niños también son sujetos activos del grupo. Y lo mismo está pasando con las mujeres, con los mayores...”
Por otra parte, para Fernández, como vieron con los núcleos rocosos de Qesem, la presencia de las manos de los niños junto a las de los adultos sugiere cierta transmisión de información y conocimiento entre los adultos y los niños. Así como la transmisión de la identidad. Además, algunas manos son tan pequeñas que es imposible que este niño sepa soplar. Es decir, alguien tenía que soplar y, sin embargo, si aparece la mano del niño, significa que era importante para ellos. No era sólo pintar, sino participar”.
A Fernández le gusta especialmente un panel de la Fuente del Salí: “En el centro hay la mano de un niño y a su alrededor las manos de los adultos. Se trata de la representación de una familia”. No han tenido la oportunidad de fechar directamente porque están hechos de pintura roja (mineral) y para acabar con el carbono 14 se necesita materia orgánica. Pero teniendo en cuenta las huellas del fuego existente, pueden ser de hace 22.340 años, probablemente de la misma época.
Además de las pinturas de las manos, han visto la participación de niños en otras expresiones como figuras lineales de dedos (finger flutings o macarronis) en las arcillas o en las huellas dejadas en el suelo. “Todo sugiere que los niños estaban allí, y que no eran pasivos, sino que participaban en actividades cotidianas”, afirma Fernández.
A partir de ahora se seguirá profundizando en la metodología. “La correcta caracterización de las manos es fundamental. Ahora hemos enviado un artículo explicando cómo se modifican las manos de hombres y mujeres de forma y tamaño para que sea una base de datos de referencia sólida en cada época de la vida. Y luego nos centraremos en el sexo, tratando de responder a la pregunta mítica, si es posible deducir el sexo de una mano y con qué certeza”.
De hecho, el método se está desarrollando con las manos de las personas actuales, pero el objetivo es conocer mejor el pasado, evitando sesgos y con rigor metodológico, para tener en cuenta a todos los protagonistas, incluidos los niños.