El objetivo del experimento LOHAFEX es investigar la influencia del enriquecimiento del mar con hierro. De hecho, algunos investigadores han propuesto que puede ser una solución para combatir el cambio climático.
La hipótesis de los investigadores es que al enriquecer el mar con hierro aumenta el fitoplancton. El fitoplancton, al crecer, toma dióxido de carbono y lo convierte en materia orgánica. Por otra parte, como el dióxido de carbono en el agua está en equilibrio con el de la atmósfera, a medida que el fitoplancton toma dióxido de carbono, el de la atmósfera pasa al mar. Así, la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera disminuye. Por tanto, consideran que el impulso del proceso puede ser útil para luchar contra el cambio climático.
Sin embargo, muchos investigadores consideran que la fertilización marina no es una solución adecuada. Este es el caso del biólogo de AZTI-Tecnalia Xabier Irigoien. Irigoien lleva años investigando la influencia del plancton y el clima en el plancton y ha trabajado en la zona de la Antártida, donde se está realizando el experimento LOHAFEX.
Según Irigoien, la hipótesis se basa en el fenómeno HNLC ( high-nutrient, low-chlorophyll ). De hecho, en algunas zonas del mar, como la Antártida, a pesar de estar bastante macronutriente, el fitoplancton crece muy poco. La razón es que falta algún micronutriente.
Este micronutriente puede ser hierro, u otro. Por ejemplo, en el Mediterráneo se observa una excesiva proliferación de algas a la salida de los ríos, debido al vertido de fósforo a los ríos. Los fertilizantes agrícolas y los detergentes de uso urbano e industrial son el origen de este fósforo.
En cualquier caso, según Irigoien, "la proliferación de fitoplancton no necesariamente supone una reducción del dióxido de carbono en el agua". Para ello tienen que pasar las dos cosas; por un lado, el fitoplancton debe tomar dióxido de carbono del agua, y eso sí, cuando aumenta. Pero además, el fitoplancton tiene que hundirse. Por ejemplo, si los microorganismos o animales marinos consumen fitoplancton, el dióxido de carbono vuelve a liberarse en la superficie del mar.
"En estudios similares realizados ya en la Antártida y Galápagos se ha observado que la proporción que se hunde del fitoplancton que crece es muy pequeña", afirma Irigoien. "Además, esta proporción varía mucho de un lugar a otro".
El último estudio publicado revela lo mismo. El Centro de Oceanografía de Southampton ha dado a conocer en la revista Nature los resultados del experimento CROZEX y la conclusión es que, por cada unidad de hierro que se ha hundido más de 200 metros, la cantidad de carbono es 80 veces menor que la experimentada en la zona de Kerguel.
El experimento se llevó a cabo en las islas Crozet en 2004-2005, a 2.000 kilómetros al sureste de Sudáfrica. Previamente se realizó una segunda prueba en la zona cercana de Kerguel y, a la vista de los resultados obtenidos, se pensó que el método podría contribuir en parte a la reducción del dióxido de carbono en la atmósfera. En pequeña medida, la verdad. De hecho, según estimaciones realizadas en base a este y otros estudios, para eliminar el 30% de las emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera generadas por las actividades humanas en un año, se debería tratar una zona 10 veces mayor que el océano del Sureste.
Sin embargo, teniendo en cuenta los resultados del experimento CROZEX, es aún más evidente la ineficacia del método, ya que la fertilización de todos los océanos del planeta no repercutiría en la cantidad de dióxido de carbono de la atmósfera.
Antes de conocer los resultados del experimento CROZEX, al no haber llegado a conclusiones claras en los últimos quince años, la Organización de las Naciones Unidas decidió el año pasado suspender este tipo de experimentos. La decisión se tomó en la reunión del Convenio de Diversidad Biológica y fue firmada por 191 países. Las principales razones para interrumpir los experimentos eran, por un lado, que no saben que tendrán efectos beneficiosos sobre el clima y, por otro, que pueden ser perjudiciales.
Irigoien comparte esta convicción. Explica que la proporción de fitoplancton que se hunde depende de muchos factores, como la especie que crece, ya que deben ser grandes naufragios (diatomeas, por ejemplo), no deben ser comidos por otros (y a menudo ocurre lo contrario) y la dinámica de las corrientes debe contribuir al hundimiento.
Irigoien ha mencionado también otra parte: "No sólo no sabemos cuánto se hundirá, sino que se toma peligro". Cuando el fitoplancton aumenta, hay especies que crecen más fácilmente que otras, rompiendo así el equilibrio entre especies y la cadena trófica. Puede ocurrir además que prevalezca el fitoplancton tóxico.
Por todo ello, Irigoien no cree que la fertilización del mar sea una buena solución. Las empresas que quieren hacer negocio con ello no las ve bien, porque "venden que eliminan el dióxido de carbono de la atmósfera sin saber cuánto lo quitan, porque no se puede medir". Para Irigoien, otros métodos como la forestación son mejores para conseguirlo: "así, al menos, se puede medir el dióxido de carbono retirado; quien paga sabe para qué paga".
Sin embargo, en contra de la decisión de la Organización de las Naciones Unidas y a pesar de que Alemania es uno de los firmantes del Convenio de Diversidad Biológica, los experimentales LOHAFEX llevaron adelante su proyecto. Así, se depositaron al océano 20 toneladas de sulfatos de hierro, entre Argentina y la península antártica. Ahora se están estudiando sus consecuencias: cuánto fitoplancton crece, qué especie, qué influencia tiene en el ecosistema, cuánto se hunde... Es decir, aspectos similares a los estudiados en otras investigaciones realizadas hasta la fecha. Quizá esperan obtener resultados muy diferentes.