Por ejemplo, los organismos modificados genéticamente, que se producen desde hace tiempo y se consumen cada vez más, siguen generando una posición contraria en buena parte de la sociedad. Ahora parece que los productos fabricados con nanotecnología pueden tener una respuesta similar. Así lo atestiguan, por ejemplo, el concurso realizado en 2006 por el Grupo ETC y las notas de prensa que a principios de año ha publicado la entidad británica Soil Association o Lurra.
El Grupo ETC es una asociación ecologista canadiense que desde hace dos años puso en marcha un concurso para crear una etiqueta especial para productos con nanopartículas. Tuvo bastante éxito: en pocos meses recibieron casi quinientas propuestas.
Soil Association es una asociación británica. Está a favor de los alimentos orgánicos y en una nota de prensa afirmando que no utilizan ni utilizan nanotecnologías en sus productos. Es más, la primera organización que no acepta las nanopartículas.
Según ellos, todavía quedan pocos estudios sobre la influencia de las nanopartículas en los organismos vivos, por lo que es mejor no usarlas hasta que los resultados sean claros. Además, han denunciado al gobierno británico por no adoptar medidas en contra de los productos generados por la nanotecnología y por poner los intereses comerciales por encima de la salud de los ciudadanos.
Sin embargo, el gobierno británico lleva años investigando los efectos de las nanopartículas y en 2004 solicitó su no utilización hasta que se aclararan sus consecuencias. Sin embargo, es cierto que no tienen una normativa específica al respecto. Sin embargo, esto no sólo ocurre en Gran Bretaña, sino que en toda la Unión Europea y en Estados Unidos, entre otras cosas, se está trabajando para solucionar el problema.
Y ya se están dando pasos: El gobierno estadounidense publicó en febrero su estrategia para investigar los efectos de la nanotecnología en materia medioambiental, sanitaria y de seguridad. Por otro lado, la Unión Europea ha elaborado un código de conducta para el uso responsable de la nanotecnología, que ha pedido a los Estados miembros que conviertan este código voluntario en un reglamento. Entre sus propuestas en el código se menciona que la nanociencia debe ser segura y ética y cumplir con los mejores estándares de la ciencia.
Además, la organización encargada de la seguridad alimentaria en la Unión Europea, EFSA, está preparando un informe sobre los riesgos de la nanotecnología en los alimentos y la alimentación, en colaboración con científicos que trabajan en este campo. Se espera que el informe provisional salga en julio y el definitivo en otoño.
No se puede negar que ciertos productos de la nanotecnología pueden suponer un riesgo para la salud y el medio ambiente. Las nanopartículas tienen 100 nanómetros o menos (los virus miden entre 50 y 100 nanómetros; las proteínas entre 2 y 8 nanómetros) y pueden presentar características muy diferentes a las de una sustancia en mayor medida. De ello se aprovecha la nanotecnología para crear nuevos productos y aplicaciones. Pero también corren el riesgo de causar daños, tanto por sus características como por su tamaño.
Especialmente preocupados son las nanopartículas libres. Igor Campillo, director de desarrollo y comunicación de CIC nanoGUNE, nos indica que las nanoestructuras que forman parte de un gran objeto no son peligrosas, al menos más peligrosas que los materiales convencionales. En todo caso, pueden llegar a su entorno después de su uso si no se tratan adecuadamente. Las nanopartículas libres, incluso las que se encuentran en aglomerados, son fácilmente accesibles al entorno y pueden penetrar en organismos vivos. Diversas investigaciones han demostrado que algunas nanopartículas tienen la capacidad de atravesar tejidos y membranas, pudiendo tener un efecto nocivo en el interior de las células.
Sin embargo, antes de llegar a los organismos vivos los investigadores tienen muchas preguntas que responder. Al igual que ocurre con cualquier otro compuesto, el impacto potencial de las nanopartículas puede ser positivo, desfavorable o neutro en función de factores como toxicidad, biodisponibilidad, movilidad, estabilidad, solubilidad y reactividad.
Hasta el momento, la mayoría de los estudios se han centrado en medir los efectos de las partículas ultrafinas (UFP). Estas partículas, de diámetro inferior a 100 nanómetros, pueden ser naturales o generadas por el hombre, a menudo de forma involuntaria: en la industria, motores Diesel, otras combustiones, volcanes, desprendidos del suelo, etc.
Las partículas ultrafinas quedan en el aire y el viento puede llevarlas muy lejos. Los de gran superficie pueden transportar contaminantes, gases oxidantes, compuestos orgánicos y metales de transición adsorbidos en la superficie. Por otra parte, puede reaccionar con otros elementos presentes en la atmósfera, dando lugar a la formación de nuevas partículas de muy distinta reactividad y características.
Las nanopartículas son muy similares a las partículas ultrafinas. Su tamaño es similar, y la mayor diferencia es que son los creados por el hombre en determinados procesos y no por casualidad. De lo contrario, se comportan de forma similar. Por lo tanto, junto con el desarrollo de la nanotecnología es imprescindible conocer la influencia de las nanopartículas. Para ello, los investigadores deben buscar nuevas vías, no sólo para medir el impacto, sino también para la detección y seguimiento de nanopartículas, ya que los métodos de detección convencionales no sirven para detectar nanopartículas.
En Euskal Herria ya se ha abordado este tema. CIC nanoGUNE coordinará las actividades de las empresas dedicadas a la nanotecnología en el País Vasco y, aunque todavía no se ha puesto en marcha, CIC nanoGUNE tiene claro que se centrará en dos aspectos: por un lado, en el control de la seguridad de los productos generados por nanotecnología para aplicaciones médicas y, por otro, en la realización de un observatorio de la nanosegaridad.
Según Igor Campillo, una de las principales funciones de este observatorio será el seguimiento de proyectos que analizan el impacto de las nanopartículas y los productos mediante la nanotecnología en la salud y el medio ambiente. Además, tienen previsto crear protocolos de trabajo con nanomateriales y nanopartículas. La cuestión es que a medida que se vaya desarrollando la nanotecnología va pasando de los laboratorios a la industria. Para entonces, es conveniente disponer de protocolos para garantizar la seguridad de los trabajadores y de los consumidores de productos.
En la actualidad ya existen empresas que utilizan la nanotecnología, como Inasmet-Tecnalia, Gaiker-IK4 o LEIA-IK4, que tienen muy en cuenta la seguridad y la prevención. LABEIN-Tecnalia como el VI Congreso de I+D de la Unión Europea. Participa en el proyecto SAPHIR incluido en el Programa Marco. El objetivo de este proyecto es desarrollar una planta de producción de nanomateriales.
Este taller abarcará toda la cadena de producción de nanomateriales (producción, recuperación, adaptación y reciclaje). En palabras de Yolanda de Miguel, responsable del proyecto LABEIN-Tecnalia, las claves del taller serán la competitividad y, sobre todo, garantizar la seguridad en todos los puntos. De esta forma se está creando un método que garantiza que no se pierden las nanopartículas.
Para demostrar la eficacia del proyecto SAPHIR, a través de la nanotecnología y de forma totalmente segura, crearán productos de alto valor añadido: luces para automoción, materiales más resistentes para la aeronáutica, pilas de combustible para la energía y paredes autolimpiables para la construcción.