La comarca conocida como Murumendi se encuentra en el centro de Gipuzkoa. Los límites y áreas correspondientes a esta zona se extienden a lo largo de cuatro municipios cuya propiedad y gestión está a cargo de los Ayuntamientos de Beasain, Itsasondo, Bidegoian y Beitzama. Asimismo, dentro de los límites de Murumendi, los límites de estos cuatro municipios se agrupan en una zona en la que se separan por un mojón. A esta zona se le llama Domiko y en ella se erige un hito de piedra labrada y elegante.
El alto de Murumendi, con 887 metros de altura, presume de imponerse a los montes y colinas de la zona: Maramendi (708 m), Basagain (652 m), Zarate (651 m) y Oterre (680 m), por citar algunos.
En la cima de Murumendi, por su parte, se produce una separación y separación entre los ríos Urola y Oria y sus redes de agua. Al mar Cantábrico se accede desde dos puntos diferentes: Urola, Zumaia y Oria, desde Orio.
Este medio tiene un clima oceánico y se sitúa en la zona atlántica de la región Eurosiberiana. Por ello, las lluvias son frecuentes a lo largo del año y la humedad es su principal característica. Aunque las temperaturas son relativamente bajas, la diferencia entre las temperaturas de invierno y verano es muy diferente.
La altura de los montes de esta zona oscila entre 600 y 800 metros en la mayoría de los casos. En este sentido, y teniendo en cuenta las condiciones climáticas anteriormente mencionadas, nos encontramos con que el territorio es muy apropiado para árboles de hojas anchas. En estos terrenos predominan los distintos tipos de bosques originarios como hayedos, bosques mixtos o robledales. Entre los árboles de los bosques mixtos destacan el castaño ( Castanea sativa ), el oro ( Corylus avellana ), el roble ( Quercus robur ) y el haya ( Fagus sylvatica ).
Como decíamos al principio, el hombre que ha vivido en estos parajes ha aprovechado la tierra para ganarse la vida. Por un lado, ha sido agricultor, ubicando y ampliando las zonas agrícolas en los alrededores de los caseríos. Por otro lado, también ha actuado como ganadero y los indicios y huellas de la influencia de la ganadería son muy notables en todo el entorno, por ejemplo, en algunas zonas los prados sustituyen a los bosques originales.
Sin embargo, con el paso del tiempo, el hombre ha dejado los caseríos y ha bajado a la calle a trabajar allí. Y poco a poco los caseríos se han vaciado, abandonado. En la misma medida que se iban vaciando, por supuesto, el uso de estas tierras ha cambiado radicalmente y el agricultor ha plantado sus bosques con árboles alóctonos. Este tipo de bosques se denomina no climáticos, ya que se produce mediante la extracción de árboles no autóctonos y la plantación de especies foráneas. No hay que ir muy lejos para encontrar un ejemplo claro de ello, ya que el caso del pino radiata Intsinis es muy conocido entre nosotros.
Geológicamente el sustrato de esta zona es cretácico. Cáliz biostromático, margocaliza, cáliz de grano fino y argilitas calcáreas, junto con arenisca y argilitas.
Todos los requisitos anteriormente mencionados y enumerados pueden llevarnos a una conclusión concreta: Murumendi es la residencia ideal para el jabalí, pionero del cerdo, de la familia de los suidos Sus scrofa castilanus, Murumendi. Es el mayor de los mamíferos silvestres de la zona. Es local, espectacular y grande, lo que ha permitido crear una cierta fascinación entre los habitantes de los caseríos y barrios de la zona.
Sin duda, la relación entre el jabalí de Murumendi y el hombre es muy curiosa. Por un lado, en la medida en que el hombre es cazador, podemos decir que es el enemigo “natural” del jabalí: Murumendi y el jabalí se han convertido en un buen lugar para la caza; así se ha hecho con anterioridad y se sigue practicando. Por otra parte, los jabalíes crecen en algunos caseríos como si fueran cerdos y en algunos casos se han introducido en los caseríos de la zona mezclándolos o hibridándolos con cerdos.
En este animal destaca el dimorfismo sexual, que significa que los machos y las hembras no son exactamente iguales. En estas latitudes es más espectacular este fenómeno: mientras el macho puede llegar a tener 150 kilos, la hembra apenas llega a 90 kilos. La latitud es un elemento decisivo: a medida que asciende, los jabalíes van creciendo y, por ejemplo, en los Cárpatos se han visto ejemplares de 350 kilos.
En cuanto a su aspecto físico, también es evidente la distinción entre sexos, con el extremo más largo de la hembra y la desaparición de los caninos. El macho, por su parte, presenta grandes caninos, aunque su extremo es más pequeño. A medida que crecen, los caninos también aumentan.
El jabalí es onmiboro y puede comer casi cualquier cosa que encuentre en el bosque. Opcionalmente, las castañas y las bellotas son las preferidas. Con la misma suerte, durante las noches de otoño, podrás ver a los lectores, en pequeños grupos o de forma individual, comiendo en los alrededores de los castaños y robles de las montañas. Tampoco se opone a las raíces, tubérculos o trufas de algunas plantas.
Aunque parezca extraño, también come carne. La dieta es muy variada y en su menú diario aparecen pequeños mamíferos, anfibios o reptiles. Las víboras son también muy apreciadas para los jabalíes y están muy preparadas para su captura con técnicas especiales. En su opinión, esto genera una fuerte presión demográfica sobre la población de víbora. Las poblaciones de víboras y jabalíes son, por tanto, inversamente proporcionales, y en regiones donde el rey de Murumendi es abundante, difícilmente vivirán serpientes.
Sobre el jabalí se han dicho muchas cosas, muchas de ellas supuestas. El desconocimiento hace pensar que el jabalí es un animal desalado y sucio. Sin embargo, estudios demuestran que el jabalí presta una gran atención a su aspecto: se esfuerza por mantener una piel limpia y un cabello brillante y con baños de lodos que le resultan muy beneficiosos. Estos baños, además de ser un buen sistema de eliminación de los parásitos que se pegan a la piel, ofrecen una forma sencilla de mantener la piel y el aspecto del pelo. ¡Animal pimpirina! No elegirá cualquier pozo o fango para su baño y si se elige el que más le convenga, también recorrerá once kilómetros para llegar al pozo adecuado. Nos sorprende esta costumbre y le damos al jabalí un aspecto de tarde porque toma baños de lodo, que en nuestra sociedad son cada vez más frecuentes y que ayudan a mantener la piel suave y bella.
En la época del celo, en diciembre, los machos luchan por la hembra y no todo tipo de programas. Como siempre, el más fuerte será vencido por los enemigos y se encargará de cubrir a la hembra. Las crías nacieron hacia mayo o abril. Las hembras jóvenes suelen tener menos jabalíes, 2 ó 4, y a medida que van envejeciendo, la cría será mayor.
Aunque el jabalí es un animal agresivo y peligroso, hemos oído muchas veces. Ese es otro tópico sin fundamento. De hecho, el rey de Murumendi, asustado y fugitivo, tiende a esconderse nada más advertir algún peligro. Pero no se cogerá: si no encuentra escapatoria, no cederá de inmediato ni estará inmóvil. No se negará a luchar y entonces sí que es muy peligroso nuestro amigo.
Afortunadamente, el jabalí no está en peligro de extinción. Su facilidad reproductiva, su comodidad y su habilidad para adaptarse a su entorno permiten afirmar que la población de jabalí es equilibrada, a pesar de la fuerte presión cinegética. Murumendi es un lugar de escondite, de alimentación y de reproducción en el que el jabalí se sirve bien. Además, no hay depredadores que le ataquen en el lugar, y así vive con facilidad y comodidad en la zona. El único que puede poner en peligro la vida del rey de Murumendi es el hombre, y si tiene miedo de alguien tendrá que tener miedo.