En el libro Sobre la pizarra, Xabier Mendiguren Elizegi nos cuenta las canteras de Itsasondo. La familia Sarasola era la propietaria de la mayor explotación de pizarra de Itsasondo, y uno de los hermanos compró los terrenos del caserío Olea del barrio de Arriaran de Beasain para sacar allí también la pizarra. Pero los dueños del caserío Olea, los Mendizabal, no les vendieron todas las tierras. Siguiendo las lecciones de los demás, abrieron la cantera en los años 50. Posteriormente, las explotaciones de pizarra de Itsasondo se hundieron, pero la de Mendizabal de Arriaran sigue trabajando en el XXI. También en el siglo XX.
Esta cantera comenzó a trabajar cuando los cuadernos de papel eran un lujo, y los escolares eran los que se beneficiaban de lo que se había quitado al monte. La pizarra se utilizaba entonces para fabricar pizarras y cuadros eléctricos.
En aquella época, la mina de pizarra estaba enterrada. Con fuerza y pala, actuaban bajo tierra como los topos. Primero había que abrir la galería como una formón. Para la apertura de esta formidable trinchera se utilizaba una dinamita que respiraba varios gases y polvo. El trabajo era duro, de verdad. En la actualidad, las galerías que atraviesan el monte son testigos de su trabajo subterráneo. La explotación subterránea duró entre 20 y 25 años. Posteriormente, la cantera fue extraída sobre el terreno. En aproximadamente un año la producción se duplicó. Al no tener que utilizar trincheras ni dinamitas, las obras se simplificaron bastante, según nos contó el responsable de la cantera de Arriaran, Juan Mendizabal.
El de Arriaran es similar al de otras canteras de pizarra. Se utilizan sierras para cortar la roca que se divide en capas. Esta es la principal característica de la pizarra, su poder de separación en láminas o capas. Las herramientas gigantes con pequeñas placas de widia cuelgan de la pared y cortan la piedra en bloques de 3 metros de espesor y 12 metros de longitud. Es un trabajo de entre seis y siete horas. Una vez derribada la pedrera se corta en trozos más pequeños. Las partes cortadas se llevan a la fábrica. La pizarra se trabaja allí. Esta pizarra trabajada se extiende por todo el mundo, pero convertida en una mesa de billar. Para ello se utiliza casi el 80% de la producción de la cantera de Arriaran.
Hace aproximadamente 30 años se comenzaron a construir mesas de billar con las piedras de Arriaran. Para la fabricación de las mesas de billar, primero se corta la piedra en el telar, en planchas de distinto grosor. A continuación se procede a cortar con la sierra los espesores solicitados por el cliente de dichas planchas.
El siguiente paso es pulir estas láminas. Una vez pulida se achaflanan los bordes a la plancha de pizarra. Un robot termina su trabajo en 10 minutos. También hace orificios para la introducción de los tornillos utilizados para la caída de las bolas y la sujeción de la estructura de pizarra.
Más del 80% de las mesas de billar se encuentran en restaurantes, hoteles, etc. Es decir, niños, jóvenes o adultos lo utilizan para el juego o el ocio. Generalmente se llama billar americano. Generalmente este tipo de billar tiene una pieza de pizarra de 2 centímetros de espesor.
En billares profesionales (carambolas, etc.) se necesita una pizarra de 5 centímetros. Y esos son los más gruesos. Además, según Juan Mendizabal, los expertos le dan la sensación de que la pizarra es de 5, 3 o 2 centímetros. Según ellos, la bola corre mejor en una capa de pizarra de 5 centímetros, con más precisión.
En las mejores mesas, la bola da tantos botes como centímetros de grosor tenga la piedra. Para ello, los expertos dejan caer la bola desde una altura de un pie, aproximadamente 30 centímetros. A falta de sorpresas, en las mesas de pizarra de Goierri, las bolas emiten un bote por centímetro.
Cuando comenzaron a construir las mesas de billar en Arriaran, toda la producción era enviada a Estados Unidos. Hoy en día, sin embargo, se encuentran fuera de este mercado y reciben sus solicitudes principalmente de Centroamérica (México y Puerto Rico) y Europa (España, Francia e Inglaterra). La competencia proviene de China, Brasil e Italia.
Quizá por ello, en lugar de limitar la producción de Arriaran a mesas de billar, quieren dar un pequeño salto al sector de la construcción. Pero saben que el color negro grisáceo característico de la pizarra de Arriaran se deteriora al colocarse fuera de las fachadas. Es decir, saben que la pizarra se erosionaría y perdería color. La grisácea natural perdería color y la coloración sería blanquecina. A la mayoría de los mármoles les pasa algo parecido.
Por ello, desde el centro tecnológico Cidemco se está trabajando en el estudio de la pizarra de Arriaran y en la definición de cómo debería ser tratada para su uso en la construcción (fachadas y suelos). Para ello se han realizado diversos ensayos en los que se ha podido comprobar que el cambio de color anteriormente mencionado se debe principalmente a la lluvia y a los rayos solares.
Por lo tanto, su próximo reto es definir qué productos necesita esa pizarra para no perder color tanto con la lluvia como con los rayos del sol. Para ello introducen la muestra en una máquina y la someten a los rayos ultravioleta, simulando de alguna manera el sol, extrapolando los datos obtenidos de este ensayo y reconociendo el comportamiento de la pizarra en el exterior.
Estos estudios se han puesto en marcha recientemente y todavía tendrán que realizar numerosos ensayos para ver qué dicen los resultados reales. Mientras tanto, en el taller de Arriaran se seguirán formando mesas de billar.