Vida fuera de la Tierra (y II)

En el número 84 finalizamos con una mención a los esfuerzos realizados para enviar mensajes desde la Tierra. No obstante, mencionábamos que aunque estos mensajes tuvieran destinatarios, tendríamos que esperar mucho tiempo a la espera de la respuesta. Por ello, los trabajos no se han dirigido a enviar mensajes, sino a detectar las emisiones generadas por la posible otra civilización.

Como es lógico, este último trabajo es enorme. En definitiva, tenemos que hacer lo mismo para encontrar una emisora de radio que no sabemos a qué frecuencia emite. Pero con una diferencia importante, porque el número de frecuencias de nuestro dial es enorme. El límite inferior de frecuencias viene dado por las frecuencias de los poderosos emisores de radiación sincrotrón presentes en la galaxia, ya que cualquier otra emisión realizada en este campo quedaría cubierta. Se ha considerado como frecuencia mínima un gigahercia (16 Hz = 109 Hz). El límite superior lo establece el ruido cuántico, es decir, el ruido de fondo inevitable que todos los receptores electrónicos tienen. Este obstáculo aparece por encima de 100 GHz. Si nos encontramos con trazas de otros seres vivos, el campo de onda a explorar es el comprendido entre 1 y 100 GHz. (Ver imagen).

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En esta tarea la absorción atmosférica de la Tierra es la primera de las causas. Sólo llega a la superficie terrestre la radiación comprendida entre 1 y 10 GHz. Sin embargo, dado que la resolución óptima de las observaciones sería de 0,1 Hz, enfocando el receptor hacia un medio celeste necesitaríamos un espectrómetro de frecuencias casi 1.011 diferentes. Debido a que nuestra tecnología no es suficiente para este tipo de herramientas, el problema se ha atacado desde otro punto de vista. Lógicamente, el objetivo es reducir en gran medida este amplio rango de frecuencias en base a unos criterios lógicos. Como estamos trabajando en la detección de la radiación producida por otras civilizaciones, la lógica puede ser dudosa. Sin embargo, a propuesta de distintos científicos, algunas frecuencias se han considerado más adecuadas para iniciar las tareas de búsqueda.

La frecuencia propuesta anteriormente, y probablemente la más utilizada, fue la línea de 1.420 MHz (21 cm de longitud de onda) correspondiente a la emisión de hidrógeno neutro. El hidrógeno es el elemento más abundante del Universo, por lo que la parte del espectro que rodea su línea es una de las mejores para inferir información sobre el amplio espacio interestelar y la evolución de las estrellas y galaxias. Por lo tanto, en la convicción de que cualquier otra civilización que contuviera nuestro nivel tecnológico será también poseedora de estas peculiaridades, no sería sorprendente considerar las posibilidades de esta frecuencia de emisión.

La diferencia entre las emisiones generadas en el espacio o artificialmente se encontraría en la anchura de la línea, en la monocromaticidad, ya que artificialmente se pueden obtener emisiones casi monocromáticas. Junto al hidrógeno, se propuso también la línea de oxhidrilo radical (OH), que forma el agua imprescindible para el desarrollo de la vida junto con el hidrógeno. Como se puede apreciar en la figura, las dos rayas están contiguas y las frecuencias entre ellas dan lugar a lo que se ha denominado “agujero del agua”.

F. Drake (1960) fue el primer intento de encontrar civilizaciones extraterrestres. Enfoca la antena del observatorio de Green Bank hacia las estrellas Tau Ceti y Epsilon Eridani que rodean al Sol. La sesión duró sólo 150 horas. El receptor tenía un solo canal y buscaba señales de 1.420 Hz con una resolución de 100 Hz. Desde entonces se han llevado a cabo numerosos proyectos a los que se han ofrecido más de 200.000 horas de observación.

Estos proyectos o programas reciben el nombre genérico de SETI (Search for Extraterrestrial Intelligence), pero en realidad SETI era el nombre de un programa impulsado por la Planetary Society en 1982. P. Ejecución Horowitz diseñó un analizador espectroscópico de 64.000 canales de resolución 0,03 Hz. Este analizador ha mejorado mucho y ha recibido el nombre de los diferentes proyectos. En la actualidad cuenta con 8.400.000 canales y dos herramientas de este tipo: una en el observatorio de Oak Bridge y otra en el “Instituto Argentino de Radioastronomía”. Ambas organizaciones tienen un programa SETI en constante funcionamiento, pero también es el tercer observatorio en la constante exploración SETI: De Ohio. En ella trabajan desde 1973.

Los programas son de dos tipos: los que analizan sistemáticamente el cielo sin dejar partes y sólo exploran los entornos de las estrellas seleccionadas. Estas últimas se realizan seleccionando estrellas similares al Sol, tipo G. En uno de los programas SETI que desarrolla la NASA en el Centro de Investigación Ames, se están estudiando 773 estrellas cercanas al Sol y similares a él. Sin embargo, últimamente algunos científicos están pidiendo que la búsqueda se extienda a las estrellas del tipo K, porque consideran que estas estrellas tendrían una región más amplia que las de la clase G para crear vida.

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