Karl Landsteiner tuvo una infancia bastante especial. A los seis años murió su padre y desde entonces la relación entre madre e hijo fue muy estrecha y curiosa. Era tan curioso que cuando murió su madre, su hijo le hizo hacer una máscara de su cara y colgarla en una de las paredes de su casa. De carácter pesimista, no se mezclaba mucho con la gente y prefería las horas de laboratorio largas y solitarias que las palabras aburridas entre amigos. Tal vez a este carácter fugaz y oscuro le debemos gran parte de nuestro conocimiento actual sobre la clasificación de la sangre y el sistema inmunológico.
Tras los primeros estudios, se trasladó a la Universidad de Viena para estudiar medicina. Desde el principio, la asignatura que más le gustó fue la bioquímica. Antes de licenciarse escribió un trabajo sobre la relación entre la dieta y la composición de la sangre. Licenciada en 1896 y decidida a profundizar más en el campo de la química, trabajó durante los próximos cinco años en tres laboratorios de Zurich, Wurzburg y Munich.
Tras pasar de un lado para otro, entra a trabajar en el Hospital General de Viena y retoma sus estudios médicos. En 1896 fue nombrado ayudante de Max von Gruber en el Instituto de Higiene de Viena. En aquella época, el interés principal del joven Karl era investigar los mecanismos del sistema inmunológico. En los años siguientes, de 1898 a 1908, fue colaborador del Departamento de Anatomía Patológica de la Universidad. Jefe de Departamento A. Weichselbaum, un científico que descubrió que la meningitis también puede ser causada por la infección por ciertas bacterias. Weichselbaum veía con buenos ojos la obra de Landsteiner y, en 1908, le ayudó a conseguir el puesto de autorresistente en el hospital Wilhelminaspital de Viena. En 1911 la Universidad de Viena le concedió la cátedra de Anatomía Patológica, pero sin embargo no recibió el salario correspondiente a este título y continuó en Wilhelminaspital hasta 1919.
Durante sus años de experiencia, realizó diversos estudios sobre anatomía patológica e inmunología y publicó numerosos trabajos que informaban de los hallazgos realizados junto a sus compañeros. Estudió la sífilis y la poliomielitis, entre otros. Para investigar este último, se inyectó a los monos del laboratorio una sustancia como la pasta obtenida de la molienda de la médula ósea de los niños afectados por la enfermedad y se descubrió que la poliomielitis se transmitía. Cuando se quedó sin mono para seguir trabajando, tuvo que ir al Instituto Pasteur de París. El trabajo realizado en el mismo, junto con el trabajo realizado individualmente por Flexner y Lewis, constituyó la base del conocimiento actual sobre poliomielitis.
Pero sin duda conocemos a Landsteiner porque hizo la clasificación de los grupos sanguíneos. En 1875, Landois publicó un trabajo sobre transfusiones de sangre. Dice que cuando a un ser humano se le da sangre de otro animal, esos extraños corpúsculos de sangre se unen y se rompen y se libera la hemoglobina. Entre 1901 y 1903, Landsteiner afirmó que en las transfusiones de sangre entre los seres humanos podía haber sucedido lo mismo y que de ello respondían antígenos y anticuerpos. Sin embargo, los científicos de la zona no le prestaron mucha atención hasta que en 1909 se hizo la clasificación de los grupos sanguíneos del ser humano. Posteriormente, en 1930, recibió el Premio Nobel de Fisiología y Medicina.
Según esta clasificación hay cuatro grupos de sangre: A, B, AB y O. Para su clasificación utilizó dos moléculas de membrana celular de glóbulos rojos, antígenos A y B. Llamó sangre del grupo A a la sangre que sólo contenía el antígeno A, a la que sólo tenía el antígeno B el del grupo B, a la que tenía los antígenos A y B el del grupo AB y a la que no tenía ni uno ni otro la sangre del grupo O. Cuando uno de estos antígenos no existe, suele existir el anticuerpo correspondiente (anti-A o anti-B), cuando hay dos antígenos no hay anticuerpos y cuando no hay antígenos hay dos anticuerpos. Durante la transfusión no es posible unir un antígeno con el anticuerpo correspondiente.
Debido al desastre ocasionado por la Primera Guerra Mundial, en Viena era imposible trabajar correctamente. Por ello, en 1919 se instala en un pequeño hospital católico romano de La Haya (Holanda). Allí también siguió investigando y publicó varios trabajos sobre los descubrimientos realizados.
En 1922 le ofrecieron trabajar en el Instituto Rockefeller de Investigación Médica y se trasladó a Nueva York con toda su familia. En esta ciudad, junto con Wiener, descubrió el factor Rh (1941). En general, el que tiene antígeno D en sangre se llama Rh+ y el que no lo hace se llama Rh-. Cuando se realizan transfusiones de sangre, los que tienen Rh sólo pueden tomar sangre con Rh. Sin embargo, los que tienen Rh+ no tienen este problema y pueden coger sangre de ambos grupos. Este descubrimiento permitió que en adelante las transfusiones de sangre se realizaran sin peligro.
En 1939, el Instituto Rockefeller le nombró profesor emérito, pero a pesar de su derecho, Landsteiner no quiso abandonar la investigación. Continuó trabajando hasta que el 24 de junio de 1943, mientras trabajaba en el laboratorio, el corazón le falló. Murió dos días después, recién cumplido 75 años, en el mismo Instituto en el que había trabajado tanto.