XX. Hasta el siglo XX el ser humano no ha considerado los ecosistemas como un patrimonio agotable. Todavía el mar parece inagotable, pero se ha disparado la alarma. Más del 25% de las colonias coralinas están deterioradas y el 70% de las reservas pesqueras se han explotado excesivamente o mal. La contaminación del agua también es un problema grave y muchas especies sensibles a ella están en peligro de extinción. No se ha interrumpido la captura de especies amenazadas. La conclusión es clara: la protección del mar es imprescindible.
Ya se han creado más de 1.300 zonas marinas protegidas. Los más grandes son el Parque Nacional de Groenlandia y la Gran Barrera de Coral de Australia. Los primeros fueron designados en mares tropicales o subtropicales y cerca de la tierra. En 1935 fue nombrado en Florida y en 1936 en Australia y a partir de entonces en Filipinas, Bahamas, México, etc. En la actualidad, son estas áreas las que más atención reciben, pero en todo el mundo se están poniendo en marcha nuevos proyectos.
Proteger el mar no es fácil por varias razones. El primer gran obstáculo son las administraciones de los países, que están adaptando muy lentamente las legislaciones para proteger el ecosistema y que, en la mayoría de los casos, han sido diseñadas exclusivamente para los terrestres. La protección del entorno costero no suele ser suficiente, el tamaño de los océanos exige un planteamiento más amplio.
Desde el punto de vista biológico también surgen problemas. Está permitido que los espacios protegidos sean eficientes y incluyan ecosistemas completos. Sin embargo, la fijación de los límites ecológicos del mar no es fácil, ya que la influencia entre los factores es más compleja que en tierra. Por ejemplo, tanto los seres como los contaminantes se transportan fácilmente a través de las corrientes, por lo que es imprescindible tener en cuenta los efectos a larga distancia. Muchas especies marinas son migratorias y se mueven con corrientes en busca de las temperaturas adecuadas. Muchas veces las larvas nacen en un lugar y otras crecen y viven. La protección de estas especies requiere, por tanto, trabajar en más de una zona.
En la gestión de los espacios marinos protegidos nos encontramos con el límite de nuestra sabiduría. Hay que tener en cuenta que al tratarse de ecosistemas complejos, una decisión errónea puede tener consecuencias graves. Por otro lado, en general, se trata de zonas de acceso abierto y no vallados. La naturaleza no facilita pero hay que reconocer que los mayores obstáculos tienen otro origen. En algunos casos, el absurdo de las administraciones también ha agravado el problema.
En Galápagos, por ejemplo, es el caso del Servicio de Parques Nacionales de Ecuador y el Departamento de Pesca. La competencia entre ambos era vergonzosa y, finalmente, una ley de 1998 encomendó la responsabilidad al Servicio de Parques Nacionales.
La ONU (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza y los Recursos Naturales) propone la división de los espacios protegidos en seis categorías (ver 26). Pág. ). Esta división sirve tanto para la clasificación de los espacios protegidos terrestres como marinos y depende de los objetivos de la explotación. Sin embargo, la clasificación no es general. La organización ha recibido más de 140 términos que significan ‘espacio marino protegido’.
Los requisitos para ser espacios protegidos vienen determinados por la legislación nacional y no existe una normativa internacional consensuada. En Canadá, por ejemplo, se designan zonas específicamente asignadas a la pesca. En la Unión Europea no. Por lo tanto, no se han definido objetivos generales de zonas protegidas de uso común en todos los municipios. Además, los científicos confundieron más la situación al pedir la protección de los espacios de investigación.
Tradicionalmente, la idea de zonas prohibidas ha sido elaborada por pescadores tropicales. Es una reflexión sencilla y clara, que la falta de pesca en algunas zonas puede asegurar que no se agote la presa. De hecho, las especies que crecen en estas zonas tienden a extenderse progresivamente al entorno.
Los lugareños respetaron algunas zonas, aunque no durante todo el año, en estaciones adecuadas para una reproducción próspera.
Con la misma idea se han inventado zonas prohibidas para la pesca. Estas zonas son singulares en el ámbito de las zonas protegidas, al contrario que en el caso de la gestión indígena, ya que son zonas a proteger de muchos pescadores en alta mar y durante todo el año. Estos espacios, dentro de la clasificación de la NKNB, deben estar necesariamente dentro del grupo de Reservas Integrales
Designar zonas prohibidas para la pesca no es tarea fácil. En los lugares donde se ha demostrado que es beneficioso para la propia actividad pesquera han surgido sin obstáculos, pero en general se enfrentan a intereses de pescadores. Las ventajas son a largo plazo y las necesidades de los pescadores son diarias.
Pero no es el único problema. La mayor parte de la investigación sobre este tipo de zonas se ha realizado en barreras de coral, pero los resultados no pueden considerarse representativos de todo el mar, ya que las especies autóctonas son muy sedentarias. La mayoría de los ecosistemas oceánicos son de otro tipo, mucho más dinámicos. Todavía queda mucho por investigar para comprender la organización y características de estos ecosistemas. La falta de conocimiento se opone a la idea de espacios protegidos.
Otro tipo de espacios marinos propios son las áreas que se quieren proteger de los residuos de combustibles de los buques. La elección de estas zonas suele ser debido a su sensibilidad a los contaminantes. La Gran Barrera de Coral australiana también forma parte de este grupo, pero se están publicando otras propuestas. Por ejemplo, se pretende proteger dentro de este tipo algunas zonas de Cuba. Hace unos años se publicó también la propuesta de Galápagos, pero nunca fue aceptada dentro de este grupo.
Por último, una dificultad administrativa inherente a los espacios marinos protegidos tiene que ver con la denominación de 200 millas para cada pueblo. De acuerdo con esta denominación, se definió por libre acceso la porción de mar fuera de este límite. Las administraciones locales no están autorizadas a gestionar estas zonas.
Esta característica es muy útil para la definición de normativas internacionales, pero se convierte en un obstáculo a la hora de proteger los espacios. De hecho, la única vía para la protección de ciertas especies es la protección de zonas de mar abierto.
Por ejemplo, para controlar las poblaciones del plancton es imprescindible la protección oficial de algunos de estos lugares. Los movimientos y la abundancia de la krill dependen de muchos factores, por lo que es un buen marcador del estado del mar abierto.
Además, el plancton afecta directamente a todas las especies que se encuentran por encima de la cadena trófica, ya que es un alimento universal y altera las propiedades químicas del entorno. Emisión de compuestos diversos tanto al agua como a la atmósfera. Además, debido a la capacidad del fitoplancton para realizar la fotosíntesis, tiene mucho que ver con las variaciones del nivel de oxígeno.
La protección de las zonas marítimas requiere, por tanto, tener en cuenta muchas características que no aparecen en tierra. Este esfuerzo necesita una legislación internacional adecuada y es muy difícil conseguirlo. Sin embargo, en algunas grandes zonas se están realizando algunas actuaciones, como por ejemplo en el Atlántico nororiental. ¿El futuro del mar es claro o áspero? Espera para poder responder.