Hace veinte años, Garrett Hardin, biólogo en la Universidad de California, escribió un artículo titulado “The Tragedy of the Commons” (Tragedia de los Pueblos), cuya lectura se ha convertido en un elemento imprescindible para todos aquellos que nos preocupan por el entorno.
La idea básica del artículo era que el acceso libre a los recursos comunes es una receta para el deterioro del entorno, poniendo en peligro el bienestar futuro de la humanidad.
Pero parece que la idea de Hardin sobre este concepto no se ajusta a la realidad. La “tragedia” a la que se refiere sólo puede ocurrir entendiendo los recursos propios como un espacio abierto y libre accesible para cualquier persona.
En origen, el concepto commons (y de aquí viene el actual “commons” o tierra popular) se definía como un lugar de responsabilidad y beneficio de todos, manejado por quienes entendían que los recursos del entorno son limitados. El acceso a ella se limitaba por titulación y estaba regulado para asegurar que cada uno lo utilizaría en beneficio propio y no en detrimento de los demás. Estos commons originariamente funcionaban para mantener la explotación dentro de unos límites equitativos, de manera que cada usuario tuviera a corto plazo la comida segura y asegurase el seguimiento de los recursos disponibles para las generaciones futuras.
Porque la vida está basada en gran medida en el talento intelectual del moderno entorno industrial, tendemos a pensar que tenemos una explicación para todo. Si bien basarnos en valores y controles intelectuales funciona bastante bien en nuestro sistema, puede ser un obstáculo a la hora de comprender sistemas con otras prioridades. A veces el reconocimiento de que otros sistemas pueden funcionar con sistemas que contradicen nuestras prioridades puede resultar extraño.
Uno de estos sistemas sería la población de la comarca de Sanburu, situada al norte de Kenia. Los sanburutarras que estaban sufriendo la sequía y las agencias de desarrollo gubernamental e internacional condenaban su pastoreo nómada por considerarlo un cebador y destructor del entorno. Según los expertos, necesitaban menos animales de mayor calidad, cambiando así de la pobreza de la subsistencia a la riqueza de la economía monetaria.
La leche es el principal alimento de Sanburu y la escasez de vegetación para mantener vivos y productivos los rebaños de ovejas, y la escasez de lluvias hace que se necesite un talento increíble.
¡Y qué talento! Por un momento, no hay más que pensar en cómo la agricultura occidental produce en las maravillosas praderas sólo vacas, mientras que los sanburutarras producen una gran cantidad de leche de una tierra casi desierta. Esto se debe a que conocen las limitaciones del medio y su clima. La tenencia de diferentes tipos de animales (camellos, ovejas, vacas y cabras), los tamaños de stock y las medidas de pastoreo son una buena vía para utilizar recursos asequibles.
Sus costumbres matrimoniales y su estructura familiar son reflejo de la necesidad de agruparse, y su respeto a las personas mayores (por su conocimiento básico y experiencia), ha llevado a la antropóloga Paul Spencer a describir a esta sociedad como una gerontocracia.
La forma de vida de los sanburutarras es el resultado de dar una respuesta energética y resistente a los límites del medio en el que se encuentran. Hay bastantes sofisticaciones en sus modelos de uso de la tierra e interacción personal. Lejos de ser un elemento incompetente para la ayuda y el desarrollo, los sanburutarras pueden dar algunos lazos a los expertos, siendo el primero de ellos que la sociedad y la cultura configuran las circunstancias del entorno, de las que el mantenimiento resulta. A pesar de las grandes diferencias de costumbre y creencia, todas las sociedades tienen soluciones para afrontar los problemas y construir las generaciones venideras. Si estas sociedades siguen a lo largo de los siglos, es porque esas soluciones funcionan. De hecho, muchos de esos lugares ya han sido recogidos por los sanburutarras y otros muchos grupos de gente.
En 1930 nació una nueva disciplina en torno a la investigación de los vínculos ecológicos entre el medio y la cultura. Se trata de una investigación que demuestra que la cultura es un producto de éxito ecológico y que por tanto juega un papel importante en las tareas humanas. Esta disciplina tiene un nombre y una revista desde 1972: Human Ecology (Ecología Humana).
La importancia de la ecología humana está demostrada en estudios que indican la función de fenómenos culturales aparentemente raros.
Un ejemplo clásico es el estudio de Marvin Harris sobre las vacas santas en la India. El término “Vacas Santas” proviene de la tradición hindú y asigna a la vaca el estatus que debe ser siempre honrado (y jamás acabado).
En la imagen hay más de 200 millones de vacas y su biomasa es mayor que la de la población de la India. Es la mayor concentración de vacuno del mundo. Este tipo de poblaciones de ganado aumenta la presión sobre el suelo y el recurso de una población poco alimentada.
Los administradores coloniales británicos consideraban a la santa vaca como el último absurdo de las tradiciones y costumbres rituales, una tradición que se veía obstaculizada en los esfuerzos de ofrecer a la India una civilización europea.
Varios estudios previos y posteriores a la independencia han llegado a la misma conclusión, atribuyendo el fenómeno de la vaca santa a la “ideología irracional” de la creencia religiosa.
Pero Marvin Harris abordó el problema desde un punto de vista funcional y acabó diciendo que la vaca santa no era tan irracional.
Harris cree que las culturas que permanecen durante mucho tiempo se construyen respondiendo a una presión ecológica concreta y sólo sobreviven por su funcionalidad. Harris no niega que la vaca santa de la India y el sistema ganadero puedan mejorarse. Dice que la actitud de los hindúes hacia la vaca debe ser un reflejo de la relación simbiótica entre la persona y el ganado y no de la situación competitiva entre ambos.
En la actualidad, la proporción entre el ganado y el hombre es consecuencia de circunstancias ecológicas y no de la ideología hindú. Las circunstancias podrían cambiar, pero cualquier evolución que expulse la vaca del territorio no quedaría más remedio que desplazar a muchas familias a ciudades ya superpobladas.
El enfoque funcional de la ecología humana puede ayudar a comprender el medio ecológico en el que se encuentra ubicada una determinada cultura.
Las diferencias ecológicas que tienen India, África, China… son la explicación de las diferentes prácticas culturales y sistemas sociales que la gente ha inventado en estos países.
En el desierto de Omán aún viven nómadas, pero la riqueza petrolífera ha desconfiado a los beduinos Harasiis de los recursos naturales del agua. En la actualidad muchas veces traen agua en vehículos y transportan camellos en vehículo.La ecología humana puede explicar todos los aspectos relevantes de la cultura humana: estilo de vida, organización social, modelo de vivienda, matrimonio, educación infantil, herencia, gobierno y creencia religiosa. Las diferencias entre culturas respecto a estos aspectos se refieren a distintos parámetros ecológicos. La ecología y las diferencias también serán comprensibles.
En la literatura académica tenemos muchas pruebas sobre la capacidad de controlar y regular nuestra relación con el entorno, pero no las emitimos. Merecería un mejor conocimiento de las lógicas que la cultura humana lleva en relación con el entorno. Es imprescindible decir que la estructura social de muchos grupos humanos está basada en una estrecha relación entre la propiedad privada y la común, tal y como consta en el estudio realizado sobre el pequeño pueblo suizo Törbel.
“Nadie puede enviar más vacas de las que pueda tener en invierno a los Alpes”, explica un documento escrito por los lugareños en 1517. Esta norma contrapone lo dicho por Hardin al principio de artículo, vinculando el uso de los terrenos comunales a los terrenos privados y a la cantidad de hierba que producirán en invierno para alimentar a los animales. De este modo, nadie podría explotar los terrenos comunales sin influir en su coste personal para su propio beneficio.