Hablar de invierno nuclear no es fantasía. Según un estudio exhaustivo realizado por el Comité Científico de Problemas del Medio (SCOPE), el invierno nuclear es el mayor cambio climático previsible. Para estos autores, cambios mucho menores, como la disminución de ciertos grados de temperatura, pueden tener consecuencias tremendas en la producción mundial de alimentos, especialmente si se produce en un momento determinado de crecimiento.
Los efectos directos que provocan las armas nucleares (rachas de viento, pulso térmico y radiación) son conocidos tanto por las pruebas como por las dos explosiones realizadas en Japón. Los efectos indirectos se han centrado en este último quinquenio. Diversos estudios han analizado los sucesos e inviernos nucleares que supondría una explosión de unos 5000 megatones.
Supongamos que el pulso térmico de una explosión nuclear hace que ciudades y bosques arden. Los incendios arrojan a la atmósfera enormes cantidades de humos. Este humo cae en forma de lluvia negra o se queda en la atmósfera destruyendo la luz del sol e impidiendo que llegue a la Tierra. La temperatura atmosférica sobreviene modificando completamente el patrón de circulación global. La temperatura de la Tierra en verano desciende a 20-30ºC en el centro del continente.
La investigación realizada por SCOPE confirma lo mismo. Según él, la explosión de 5000 megatones, la mitad de la potencia de las armas del mundo, reduciría drásticamente el nivel de luz en la hermisión norte. La temperatura disminuiría en pocos días en los continentes. Los ciclos de lluvia tendrían una variación de un mes o más.
En este estudio también se muestra que si unos megatones explosivos sólo tiraran un centenar en grandes ciudades, el veinte por ciento del mundo avanzado se volvería polvo. Esto supondría la generación de 80 millones de toneladas de humos, de los cuales 45 millones serían carbono puro, el mejor amortiguador de la luz solar.
El humo que provoca la quema de los depósitos de aceite y carbón y el asfalto de las ciudades es aún más importante (según el estudio). Los combustibles fósiles y sus materiales derivados, como el asfalto y el plástico, generan grandes cantidades de hollín negro. La madera no genera tantos problemas.
Las ciudades del hemisferio sur no quedarán totalmente aisladas de la guerra nuclear del hemisferio norte. Si el humo es emitido a la atmósfera entre abril y septiembre, el sol calienta el aire cargado de humo y lo impulsa a la estratosfera en forma de ondas. De este modo, los patrones normales de circulación atmosférica no serán capaces de volver al suelo. Por el contrario, el humo pasará al ecuador. Dentro de pocas semanas se puede extender la capa fina de humo a las latitudes del hemisferio sur. Pero aquí será invierno y, por tanto, la temperatura no disminuirá en muchos grados.
La fijación del humo en la estratosfera evitará la caída en forma de lluvia. Según SCOPE, seguirá durante un año o más, enfriando la temperatura del suelo unos grados. Los sistemas de lluvias mundiales cambiarán drásticamente y las lluvias torrenciales de verano en Asia y África disminuirían considerablemente.
Las conclusiones más recientes y significativas del estudio del SCOPE se refieren a los efectos agrarios y biológicos. Los grandes sistemas agrícolas mundiales sufren pronto los cambios climáticos.
El cambio climático tiene una gran influencia en los grandes sistemas agrarios mundiales. Esto quiere decir que los detalles concretos de una explosión nuclear pueden no ser tan importantes como la gente cree; una guerra nuclear "pequeña" es suficiente para cambiar el clima y provocar grandes daños en la agricultura.
Según el estudio de la SCOPE, una disminución de la temperatura de 3 a 5 ºC durante la cría destruiría las cosechas de Norteamérica y la Unión Soviética. La producción de arroz japonesa también sufriría grandes daños.
Según la SCOPE, las naciones en mayor riesgo, las que están en dependencia energética y alimentaria y las que tienen poca energía y comida para su población. El mensaje de SCOPE es que, en este caso, las naciones que no participen serán las más afectadas.
Este estudio también ha tenido en cuenta el efecto de los contaminantes en la atmósfera tras la guerra nuclear. La concentración de ozono podría bajar del 10% al 30% en un mes y necesitaríamos unos años para volver a llenarlo.
La quema de madera y combustibles fósiles provocaría la emisión de grandes cantidades de sustancias tóxicas a la atmósfera inferior. Especial relevancia tienen las plantas químicas y petroquímicas.
En la última década parece haber cambios en las arsenales de las superpotencias mundiales. A pesar de este cambio, el pronóstico de scope es: El 7% de los territorios de Estados Unidos, Unión Soviética y Europa recibirá en 48 horas rayos gamma de lluvia nuclear. Según el estudio, un gran intercambio de bombas llevaría a la población a una dosis media de rayos gamma en el hemisferio norte de unos 10 rad. Este es 100 veces el nivel anterior.
Como fuente de lluvia nuclear global, el SCOPE menciona las instalaciones nucleares. A la vista de todo ello, quedan sin resolver las dudas que se derivan de ambas partes. Por un lado, nadie sabe cómo va a ser esa conducta humana; cuántas armas se van a utilizar, etc. Por otra parte, el conocimiento de los procesos físicos tampoco es absoluto; hasta dónde subirá el humo, las características de los grandes incendios, etc.