La lluvia nos trae el agua, la materia prima más preciada que necesitamos los terrícolas. Pero al mismo tiempo, el agua que parece transparente puede contener sustancias nocivas inesperadas.
Tras la Segunda Guerra Mundial, el desarrollo industrial experimentó una escalofriante velocidad que provocó la aparición de numerosas máquinas y fábricas que consumen principalmente combustibles fósiles. Por ello, además de cambiar los sistemas ecológicos, los seres vivos hemos tenido problemas de salud.
La contaminación, en general, ha provocado diferentes tipos de problemas en la Tierra. Entre otras cosas, el efecto invernadero (producido por acumulación de dióxido de carbono) puede alterar los niveles de agua y la climatología en el próximo siglo. Cuando la acumulación de residuos sólidos no reciclables alcance el límite superior, el resto no podrá ser asimilado por la naturaleza, etc.
La lluvia ácida es debida a ciertos tipos de contaminación, principalmente por centrales térmicas y vehículos. Cuando éstos queman combustibles fósiles, emiten a la atmósfera, por chimeneas o escapes, entre otros, óxido de azufre y óxido de nitrógeno. Parte de estos contaminantes se evapora y la otra parte es arrastrada por el aire, combinada con vapor de agua y formando ácidos. Finalmente, estos ácidos se evaporan con la lluvia.
Aunque la lluvia ácida se ha notado sobre todo en las últimas décadas, hace cientos de años ya era conocida. A pesar de la escasez de industrias todavía, ocasionalmente se generaba de forma natural (debido a volcanes, carboneras y a la corrupción vegetal). Sin embargo, la influencia de la lluvia ácida generada de forma natural ha sido muy inferior a la provocada por la contaminación.
Entre 1950 y 1980 la lluvia europea multiplicó por diez la acidez de la tierra. Aunque en los últimos años se ha reducido el grado de acidez, el problema sigue siendo grave.
La lluvia ácida tiene una característica sorprendente y penosa, es decir, al moverse la lluvia ácida junto con las nubes, se puede caer a cientos de kilómetros de la zona creada. Las chimeneas, por lo general, son muy altas, por lo que los óxidos emitidos por éstas son captados por las nieblas. Estas nieblas se desplazan por la acción de los vientos y desde allí, al día siguiente, arrojan una lluvia contaminada. En ocasiones, la lluvia ácida puede caer cerca de la zona de origen. Ejemplo de ello es el caso de Escocia, donde cae la lluvia ácida generada en Inglaterra.
Sin embargo, como se ha mencionado anteriormente, en muchas ocasiones se exporta contaminación atmosférica. Por ejemplo, el Reino Unido ha exportado hacia Escandinavia. Otros lugares afectados por la lluvia ácida son África, Sudamérica y el sur de Asia.
Hasta ahora hemos mencionado las características y la distribución de la lluvia ácida, pero ¿cuáles son sus consecuencias?
Más adelante expondremos los efectos de la tierra, pero primero publicaremos su influencia sobre el agua.
En las zonas acuáticas son los lagos, sin labios, los que sufren las consecuencias más graves. Los ácidos liberados por la lluvia son arrastrados por arroyos y ríos. Si estas aguas se vierten a los lagos, la mayoría de los animales y plantas locales no admiten agua ácida. En consecuencia, muchos lagos están afectados o muertos. De esto saben mucho en Escandinavia, donde miles de lagos han muerto manteniendo la transparencia. El Reino Unido ha sido el responsable del estado de los lagos escandinavos, que exportaba la contaminación. Sorprendentemente, los citados lagos muertos mantienen su transparencia.
En tierra los bosques son los más afectados. En algunos lugares los árboles pierden sus hojas hasta morir. Los árboles requieren terrenos de características específicas. La lluvia ácida altera la composición de los elementos del suelo rompiendo el equilibrio anterior. Los árboles que crecen en tierra ácida, en heladas o sequías, no tienen la suficiente defensa. En consecuencia, esta debilidad sólo les permite perderse por ataque de virus, hongos o insectos que se encuentran en los bosques.
La lluvia ácida no sólo puede atacar el suelo, sino también las hojas directamente. El óxido de azufre (IV) cierra los poros pequeños de las hojas, impidiendo la respiración de la planta.
En Europa tenemos un conocido bosque afectado por la lluvia ácida, el Bosque Negro alemán.
Tampoco se excluyen de este ataque las obras de arte y las construcciones. Cuando la lluvia ácida afecta a los materiales nacionales, de las pinturas y de las construcciones, puede dañarlos e incluso romperlos.
En el suelo hay una larga lista de obras de arte dañadas; la piedra de los muros de la Catedral de San Pablo de Londres está cayendo; en Polonia se está oxidando el tejado de oro de la catedral de Cracovia; el Taj Mahal de la India; la estatua de Marco Aurelio, obra de Miguel Ángel en Roma, ha sido desterrada de la lluvia ácida.
Tal y como se ha explicado al inicio de este artículo, la contaminación también puede causar problemas de salud. La inhalación de ácido en el aire puede producir tos, problemas respiratorios e irritación de ojos, nariz y garganta.
Los polvos, gases y partículas inhalados pueden contener sustancias cancerígenas. Las partículas negras de hollín emitidas principalmente por motores diesel pueden producir cáncer. Además, la lluvia ácida puede transportar aluminio hasta los embalses, lo que puede causar la enfermedad de Alzheimer.
Los problemas provocados por las lluvias ácidas se producen en muchos lugares de la Tierra y Euskal Herria tampoco está a salvo. Según los últimos datos, si bien en Euskal Herria no hay ningún problema grave, en algunas zonas es más evidente la influencia de la lluvia ácida que en otras. En este momento, en general, se puede afirmar que la vegetación costera presenta una mejor salud que la existente en el interior.
Antes de finalizar este artículo se explicará lo que se puede hacer para evitar problemas de lluvia ácida.
La primera es el control de la contaminación por centrales térmicas mediante la instalación de filtros adecuados en las chimeneas.
La segunda es reducir la emisión de gases de escape de los vehículos. Para ello, la vía más adecuada es la de los catalizadores.
La tercera es la reducción del uso de partículas de vehículo y el aumento del transporte público o de bicicletas.
La cuarta, el ahorro energético en los hogares y en los talleres, al mismo tiempo que el desarrollo de energías alternativas.
Por último, es necesario reforzar las normas anticontaminación.