La preocupación por conocer cómo está nuestra salud está muy extendida. Para resolver estas dudas no hay mejor solución que la realización de algunas pruebas sencillas y, en la mayoría de los casos, inocuas, como cada tres años. Lo más importante, como en otros casos, es no dedicarse a posiciones extremas: no convertir estas pruebas en rutinas mensuales, ni olvidarlas del todo, hasta el momento en que no haya más remedio.
Según un estudio reciente, la mayoría de los hombres están convencidos de que el chequeo anual produce más daños y perjuicios que beneficios. Pero las mujeres dicen que tienen seguridad porque salvan muchas vidas.
Durante años se ha pensado, sin duda, que el chequeo anual era una recomendación en el cuidado de la salud, como la vacunación contra el sarampión o la limpieza con cepillo de los dientes. Pero para la mayoría de la gente, todo esto no era más que algo que los americanos hacían en las películas. Cuando cualquiera de nosotros acudía a un médico pidiendo un chequeo, lo normal era poner y enviar la etiqueta de hipocondría.
Son muchos los que creen que un chequeo anual puede superar muchas enfermedades ocultas antes de convertirse en algo grave. Pero, ¿es cierto? No del todo, al menos si atendemos a lo dicho por el Colegio Médico de Norteamérica en 1981. Los responsables de esta asociación, así como de otras entidades, señalaron que no es necesaria la realización de un chequeo completo anual.
Estas declaraciones fueron fruto de duros debates y largas investigaciones científicas y su repercusión e impacto aún no se ha apagado. A pesar de que los médicos que rechazan totalmente los exámenes físicos son pocos, la mayoría considera que sólo unos pocos son las pruebas necesarias y no es obligatorio repetirlas cada año.
La Asociación Norteamericana de Médicos recomienda a las personas adultas sanas realizar un chequeo cada cinco años hasta los 40 años y cada tres años después de esa edad. Pero mientras otras instituciones siguen diciendo que lo hagan anualmente, la Asociación de Médicos del Gran Bretaña dice que nunca lo haga.
Sin embargo, ya se han empezado a detectar algunas pautas generales y la mayoría de los especialistas aconsejan en la actualidad:
De 18 a 25 años, chequeos cada cuatro años.De 26 a 45 años, cada tres años.De 46 a 55 años, chequeos cada dos años.A partir de los 55 años, anualmente o por prescripción facultativa.
Los estudios demuestran que los estudios regulares son la primera razón para acudir al médico, hasta el 20% del total de visitas. Pero parece que habría que conseguir que el número de visitas se reduzca considerablemente, como se verá a continuación.
Los médicos, por su parte, son cada vez más selectivos en las pruebas que realizan. En un tiempo (y no es tanto el año) se reconocía casi unánimemente la necesidad de utilizar herramientas científicas complejas y avanzadas para realizar una buena medicina preventiva, olvidando que los mejores estudios son muy simples. Los electrocardiogramas, pruebas de esfuerzo e incluso rayos X no deberían incluirse en chequeos rutinarios. Estudios médicos complejos que nunca terminan con todo tipo de aparatos complejos, están quedando fuera de moda, ya que a menudo encuentran problemas en gran medida inexistentes.
¿Qué significa eso? Que las personas sanas pueden tener resultados anormales en una prueba u otra. El resultado normal de un análisis significa estar dentro de la medida correspondiente al 95% de las personas sanas. Por tanto, por definición, aunque esté sano, el 5% de las personas se encontrarán fuera de estos límites de “normalidad”, aunque esté sin enfermedad o patología.
Sin embargo, si no hay evidencia de que confirme el diagnóstico, el médico tiene dos opciones: hacer más pruebas (y esta solución suele ser peligrosa y cara) o ignorar la prueba y pensar que el paciente es un 5% especial de los sanos. Pero en estos casos, corresponde al médico ponderar las consecuencias de un error o error. Todo ello termina con un diagnóstico problemático y el paciente que queda preocupado (razonablemente) saldrá de la consulta médica.
En esta nueva vía de simplificación, los médicos han llegado a un acuerdo y son 4 las enfermedades graves que se pueden detectar en el estudio básico. Es posible que las razones más contundentes para la realización de estudios regulares (aunque no necesariamente anuales) sean: La frecuencia o frecuencia de los estudios a realizar para detectar estas cuatro enfermedades depende de las edades y circunstancias de cada persona y de la naturaleza de la prueba.
¿Cuáles son esas cuatro enfermedades? Los diferentes tipos de cáncer (cuello de útero, intestino grueso y mama) y la enfermedad más común de nuestra sociedad: la hipertensión.
Los cuatro “grandes” son enfermedades comunes que pueden ser tratadas y que se detectan a través de una probeta sencilla, precisa e inocua. Si una prueba pensada para personas sanas no cumple alguno de estos criterios (simplicidad, precisión e inocuidad), puede resultar inútil e incluso perjudicial para la salud.
Aunque la radiografía puede detectar el cáncer de colon con mayor precisión que las pruebas de sangre en heces, por su grado de radiación no se recomienda como prueba rutinaria.
En el caso del electrocardiograma, a pesar de que lo demuestra durante el ataque del corazón, es menos eficaz para su predicción. Una extensa investigación llevada a cabo en Estados Unidos en 1986 llegó a la conclusión de que el 73% de las personas que habían sufrido ataques cardíacos habían tenido anteriormente electrocardiogramas (ECG) normales.
Sin embargo, existen otros procedimientos simples (aceptables) que no cumplen todos los criterios de la prueba adecuada. Por ejemplo, la medida del colesterol en sangre es un análisis adecuado (simple, preciso e inocuo) para prevenir un problema tan común como la arteriosclerosis.
Por encima de todo lo anterior, recuerda que las pruebas más sencillas no siempre sirven. El análisis de la orina o orina, p. ej., generalmente no es válido para personas sin síntomas. Y ocurre lo mismo con otras pruebas. La medicina preventiva es un examen físico anual, compuesto por una serie de análisis o una “batería”, que permite dejar la jota. Pero son muchos los médicos que les gusta ver a sus pacientes una vez al año, aunque sólo sea para mantener la relación.
La consulta anual, sobre todo en personas adultas, puede ser una buena ocasión para analizar y reflexionar sobre el modo de vida que llevamos. En la primera visita el médico completará la historia médica, tratando de conocer todas las necesidades del paciente, así como las de la familia: su profesión, su educación, sus aficiones y todos sus males (actuales e incluso anteriores). A continuación realizará un examen físico completo y unas pruebas sencillas (tomar tensión, etc.). ). Por último, el médico puede hacer una lista de problemas: estilo de vida sedentario, tabaquismo, sobrepeso... Las más fáciles de corregir son hábitos y costumbres inadecuadas, por lo que merece la pena tener en cuenta y actuar sobre ellas en la medida de lo posible.
Las visitas posteriores serán más tranquilas, a no ser que surja algún problema. Bastan algunas pruebas básicas, al tiempo que revisan los problemas que genera su estilo de vida (trabajo, afición, etc.). Los pacientes ven con buenos ojos la menor posibilidad de hablar de enfermedad y de resaca (para ellos grave, aunque para nosotros sea una tontería), y vaciar interiores (descargar sus tensiones) puede ser muy útil, más si hay personas enfermas.
Se ha comprobado que no es necesaria una revisión exhaustiva anual. Basta con un análisis más acotado (realizado en tábano, eso sí) para evitar sorpresas y problemas. La oportunidad siempre es buena para educar, aconsejar y renovar y actualizar las relaciones paciente/médico. Porque nada tranquiliza y cura al paciente más que oír estas palabras mágicas por boca del médico.
Pruebas básicas A continuación se ofrecen algunas orientaciones sobre las pruebas médicas más útiles. Están adaptados a las recomendaciones del Colegio Médico Norteamericano de 1985. Pero este plan sólo está recomendado para personas sanas, sin factores de riesgo especiales. Si alguno de estos factores sobrepasa la media (por ejemplo, si la tensión está muy alta), probablemente el médico le hará la prueba correspondiente con mayor frecuencia. Estas pruebas consisten en: edad, tensión en sangre, citología, colesterol, prueba de tuberculina, análisis de sangre, mamografía y palpación rectal. Cuando no había tantas pruebas disponibles hoy en día, los médicos estudiaban a sus pacientes mediante la observación (ver), la auscultación (oír) y la palpación (tocar). Todavía nos valemos de los sentidos para comprobar los resultados de los análisis y en algunos casos sustituirlos. En el examen directo el médico “ve” el cerebro del paciente, sus vasos sanguíneos y “escucha” el corazón. Sin ningún tipo de prueba de laboratorio o rayos X, el médico puede diagnosticar enfermedades como diabetes, hipertensión, enfermedades cardiacas, dureza arterial o tendencia a sangrar.
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La mama: caso especial
Para poder prevenir con éxito el cáncer, es importante actuar a tiempo y a pie. Para ello, la Asociación Contra el Cáncer de España cuenta con diversos centros de salud distribuidos de forma gratuita para llevar a cabo esta labor preventiva. Todas las mujeres que lo deseen pueden acercarse a ella aunque no tengan ningún factor de riesgo.Las mujeres que han encontrado un codiciado en su pecho o tienen un dolor estable deberían acudir al ginecólogo. Lo mismo si se observa un cambio de color en la mama (dorado o inflamado, azul y con las venas claras), si el titimuturra hacia el interior, si la piel adopta la forma de piel de naranja, incluso en caso de ulceración o de mínima hemorragia.