Las turberas, por lo general, se originan en los recovecos de rocas impermeables como areniscas, margas o arcillas que mantienen relativamente alto el nivel freático, por lo que son zonas saturadas de agua. Como consecuencia de esta saturación de agua, el oxígeno es escaso y la difusión es lenta, donde predominan las bajas temperaturas, dos factores que provocan la descomposición del humus por fermentación. Los ácidos liberados en este proceso interrumpen la actividad bacteriana y la materia orgánica queda sin podar, por lo que se acumulan piedras orgánicas conocidas como turba. La turba es muy pobre en algunos nutrientes minerales (sobre todo fósforo y nitrógeno), ya que en este suelo ácido que se produce a partir de materia orgánica no totalmente descompuesta, estos elementos se pierden rápidamente. Por ello, las plantas carnívoras son comunes, ya que los insectos son las casi únicas fuentes de nitrógeno de estas zonas pobres. Las condiciones anóxicas y ácidas que imperan en las turberas hacen que los objetos que quedan atrapados en estas zonas (polvo de flores, maderas, restos de animales y plantas...) permanezcan en buen estado a pesar de pasar el tiempo. Por ello, desde el punto de vista arqueológico y paleoclimatológico, las turberas son lugares de gran valor. Gracias a ello, además de poder conocer las características atmosféricas de la Tierra y la composición de la vegetación, se han encontrado algunos datos interesantes para comprender las culturas humanas antiguas.
Sin embargo, dependiendo del sustrato y del origen del agua, se pueden encontrar distintos tipos de turberas con diferentes concentraciones de nutrientes minerales y composición vegetal. En general, las turberas se dividen en dos tipos principales: Turberas de tipo bog, de tipo onbrotrófico o oligotrófico y turberas de tipo Fen, minerotróficas o eutróficas.
Las turberas de tipo bog son de tipo onbrotrófico o oligotrófico, que se originan en los recovecos de rocas impermeables y que normalmente sólo reciben agua de lluvia. En cuanto a los nutrientes, estas turberas suelen ser bastante pobres. Es decir, el tipo de turbera predominante en el País Vasco y su origen debe buscarse en las cornisas de los collados o laderas de escaso drenaje que ya hemos mencionado.
Turberas minerotróficas o eutróficas tipo Fen: al tratarse de turberas situadas en los recovecos de rocas permeables o en las proximidades de los cauces de los arroyos de montaña, normalmente, además del agua de lluvia, reciben también aguas subterráneas o de escorrentía, por lo que suelen contener más nutrientes minerales. En cuanto a su origen, suelen ser lagos de montaña llenos de sedimentos, arroyos de suave pendiente o cornisas de laderas de alta humedad.
Vegetación
Debido a las especiales condiciones ambientales de los turberas, la vegetación que se desarrolla en los mismos está también compuesta por especies especialmente adaptadas para vivir en estas duras condiciones de vida. Además, como consecuencia de estas condiciones ambientales, se puede afirmar que son islas de hábitats para el mantenimiento de la biodiversidad, en las que actualmente existen especies vegetales reconocidas como verdaderas reliquias en épocas glaciares que sólo se encuentran en estos lugares. Si a todo ello añadimos los diferentes microhábitats que encontramos en las turberas (llanuras de musgos, lagunas y charcas pequeñas, regatas…), los resultados desde el punto de vista de la biomasa son bastante pobres, pero desde el punto de vista de la biodiversidad son ecosistemas de gran valor. Desgraciadamente, este importante valor natural de las turberas ha pasado desapercibido hasta el momento, principalmente por su escaso interés ornitológico.
Si bien existen diferencias significativas en las turberas que encontramos en el País Vasco, se puede afirmar que, en general, su vegetación se organiza en cuatro anillos vegetales: turbera propia de esfagnos, vegetación acuática que se desarrolla en pequeñas corrientes de agua y lagos, juncales acidófilos y brezales de turberas.
La parte más importante de las turberas está constituida por los depósitos de turba formados por residuos vegetales y, sobre todo, por residuos de musgos del género Sphagnum. En las turberas, mientras la parte interior muere, los esfagnos forman estructuras almohadas que crecen hacia el exterior. Estas estructuras juegan un papel importante a la hora de controlar el caudal de los arroyos y las regatas; cuando llueve, el agua es absorbida y liberada poco a poco en los desembarcos.
Los esfagnos tienen dos tipos de células: clorocistos e hialocistos. Los primeros tienen contenido celular y clorofila, por lo que realizan la fotosíntesis. Las segundas son células huecas con poros. Estas últimas son precisamente las que acumulan el agua en su interior, pero no sólo el agua, ya que atrapan activamente los cationes y liberan H+, lo que hace que el agua de las turberas se acierte.
En las turberas se pueden encontrar alrededor de 30 especies de esfagnos, junto con especies vegetales vasculares como Narthecium ossifragum, Hypericum elodes o Drosera, Utricularia o Pingüicula.
Las aguas de las pequeñas corrientes de agua o lagos de las turberas son oligotróficas y ácidas, por lo que en este hábitat viven comunidades vegetales singulares.
En estas comunidades las algas tienen gran importancia. En cuanto a las algas macroscópicas, destacan varias especies de los géneros Chara y Nitella. Sin embargo, las algas microscópicas son las que presentan mayor diversidad. Estas algas microscópicas viven en diferentes compartimentos espaciales: algunas, que forman el fitoplancton, viven flotando en el agua, otras viven adheridas a otras plantas y forman un compartimento denominado periférico. Los últimos, que forman el tetoplancton, habitan en las cavidades de las milhojas de células vacías o musgos. Entre todos ellos, destacan los desmidiáceos o cianofíceos adaptados para vivir en niveles altos de acidez. Estos últimos, por su capacidad para fijar el nitrógeno atmosférico, pueden vivir en lugares donde no haya muchos nutrientes minerales.
En cuanto a las plantas vasculares, sin embargo, las especies vegetales más abundantes son Hypericum elodes, Rannunculus flammula, Viola palustris, etc. En algunas turberas, además, debido a su escasa difusión, se puede observar la especie de trébol acuático (Monyanthea trifoliata) considerada como planta de alto valor.
A pesar de que la humedad del suelo es alta, las condiciones ambientales de los márgenes de las turberas, que no siempre se encuentran encharcadas, dan lugar a una comunidad de plantas denominada juncales acidófilos, constituidos principalmente por especies de juncos. Las especies más abundantes en estas comunidades vegetales son Juncus effusus, Juncus conglomeratus y Juncus acutiflorus. Junto a ellas, en mucha menor densidad, encontramos otras especies vegetales como Senecio aquaticus, Carum verticillatum, Galium palustre, Eriophorum sp. etc.
Por último, en los bordes de las turberas que se encharcan ocasionalmente se desarrollan brezales formados principalmente por Erica tetralix y Erica ciliaris. En estas comunidades vegetales, además de la humedad del suelo, cobra importancia la humedad atmosférica, por lo que estas comunidades no sólo aparecen en los bordes de las turberas, sino que también aparecen en nubes abundantes y en las yemas y cumbres silíceas de alta precipitación.
En estos brezales, además de las especies brezales mencionadas anteriormente, son frecuentes las especies vegetales como el caerule Molinia, Calluna vulgaris, Gentiana neumonanthe, Pedicularis sylvatica, etc.
Tradicionalmente, la importancia de los humedales se ha medido en función de su riqueza ornitofaunística, por lo que las turberas no han sido debidamente valoradas en esta materia, al no alojar, como la mayoría de los otros tipos de humedales, comunidades de aves abundantes.
No obstante, a la hora de analizar la fauna de las turberas, habrá que tener en cuenta que al tratarse de ecosistemas oligotróficos, las comunidades animales no serán ricas. Por tanto, la importancia de las turberas desde el punto de vista faunístico no debe buscarse en grandes cantidades de biomasa, sino en su originalidad y especialización. En este sentido, la diferencia más destacable sería la importancia de las turberas para la reproducción de varias especies de anfibios. Como es sabido, las etapas iniciales del ciclo de vida de los anfibios deben producirse necesariamente en el agua. Además, en la mayor parte de los casos, estas aguas deben ser bastante lentas, por lo que las aguas de gran corriente de los arroyos y colas que dominan los montes no son aptas. Por ello, las turberas y otros humedales de montaña que se analizan a continuación son imprescindibles para la reproducción de los anfibios de la montaña.
En las aguas de los turberas se reproducen las siguientes especies de anfibios: el arrubio, la rana común, el sapo común o el tritón paladado y el tritón de las cumbres que mantienen poblaciones raras y escasas en el País Vasco, la rana silvestre roja o la rana forestal ibérica.
Cabe destacar la importancia que tienen estos medios para diferentes especies de insectos, especialmente para aquellas que a lo largo de su ciclo de vida presentan una fase acuática. Dentro de este grupo destacan los odonatos (broches y brochetas). Las especies de odonatos fácilmente observables en las turberas son Cordulegaster boltonii o Orthetrun coeruslescens. Además, otras especies de otras órdenes de los insectos utilizan turberas para pasar la etapa acuática del ciclo de vida, como mosquitos, efemeras, etc.