Siguiendo los criterios de convergencia establecidos en el tratado de Maastricht los días 10 y 11 de diciembre de 1991, España se ha incorporado al tercer paso de la Unión Económica y Monetaria (EMB) junto a otros diez estados. En lo sucesivo se prevé la adhesión de Gran Bretaña y Dinamarca, tal y como se estableció en el anexo de los protocolos del Tratado de la Unión Europea (TUE).
Esta decisión tiene una gran incidencia, sobre todo en el ámbito económico, por lo que es necesario limitar el debate a la industria vasca. Sin embargo, son necesarias cuatro menciones generales básicas.
En primer lugar, que la ciencia económica no dispone de medios para prever con fiabilidad las consecuencias de la implantación de la Unión Económica y Monetaria, y mucho menos si el análisis se circunscribe a un estado. La valoración será aún más dudosa a medida que el territorio se va reduciendo, como por ejemplo cuando se circunscribe a la Comunidad Autónoma del País Vasco. En igualdad de condiciones, todos están de acuerdo en que los beneficios generales para todos los Estados participantes serán superiores económicamente a los inconvenientes.
En segundo lugar, que la OMR no sólo no garantiza un crecimiento económico importante o un bienestar, sino que dependerá fundamentalmente de la capacidad de adaptación del sector público y privado. En ningún caso la OMR garantizará una distribución territorial equilibrada. Es más, muchos analistas temen que los bienes se concentren en el eje franco-alemán.
La tercera mención tiene gran importancia ya que, en la medida en que los Estados pierden (o casi pierden) soberanía para aplicar la política económica, pueden tender a cubrir la pérdida y a reducir los salarios y el bienestar social para mantener el nivel de competitividad, decisión que tendrá consecuencias sociales.
Por último, cabe mencionar que no existe una alternativa adecuada a la incorporación a la EMB, ya que las molestias previsibles pueden ser graves, especialmente en la economía española, que no está acostumbrada a realizar autocontrol.
España y Portugal se convirtieron en 1986 en miembros de la Comunidad Económica Europea, reconociendo el funcionamiento de la Asociación durante 30 años (patrimonio comunitario) y despidiendo la política arancelaria y de comercio exterior. Poco después, el 1 de julio de 1990, se dieron los pasos para la creación del Mercado Único Europeo.
La experiencia tras esta larga década no ha sido nada positiva; la pérdida de empleo ha sido importante, sobre todo en la industria, lo que ha supuesto un notable incremento de la población desempleada. Por otro lado, no hay que olvidar que la parte del Producto Interior Bruto Europeo en España se ha reducido del 6,22% al 5,9%, si bien ha avanzado respecto a los 12 Estados miembros (del 80% al 90% aproximadamente).
Al mismo tiempo, y sobre todo a partir de 1990, las empresas del País Vasco han realizado un gran esfuerzo por adaptarse a las nuevas necesidades de productos y del mercado, reforzando sus relaciones externas (aunque todavía son pequeñas) e internalizándolas a nivel internacional, aunque la profunda reconversión es una tarea pendiente.
La industria del País Vasco cuenta con diez años de sondeo, aunque no esté tan arraigada. Sin embargo, algunas sociedades, pocas pero importantes, se han adaptado al nuevo contexto.
Estas son las siguientes:
Esta es la situación en la que comienza la implantación de la moneda única, el EURO, que, como ya se ha comentado en varias ocasiones, supone nuevos retos y oportunidades. En los retos destaca la desaparición de las devaluaciones, lo que supondrá los costes económicos de su implantación (informática, sistemas administrativos, etc.) porque aunque sea grande se hará entre todos. La pérdida de ayudas públicas también puede afectar negativamente a determinadas actividades.
Sin embargo, la imposibilidad de evaluar la moneda puede ser la más importante en el futuro, ya que se pierde la herramienta utilizada para recuperar la competitividad de las empresas. Esta nueva situación, y no parece que se vaya a implantar ningún otro sistema alternativo, es una prueba sólida para nuestros empresarios, a pesar de que están acostumbrados a competir en igualdad con cualquiera del mundo.
Sin embargo, esto tiene ventajas como la reducción de las incertidumbres en general y de las cambiarias en particular, la baja y estable inflación y el mejor precio del dinero. La mayor transparencia de los mercados, que también facilitaría la toma de decisiones, y la reducción de los costes de transacción, así como la simplificación de la documentación para las relaciones internacionales, serán también una ventaja importante.
La Unión Económica y Monetaria va a generar cambios y mejoras para nuestras empresas, tanto en el contexto general como en las condiciones que deberán desarrollar, lo que requerirá, en primer lugar, una adaptación cultural y administrativa y, a continuación, nuevas formas de gestión. Sin embargo, es de extrañar que la implantación del EURO pueda tener, y que tendrá consecuencias, tanto estratégicas como de funcionamiento, que en la actualidad el tema de la reflexión sea exclusivo de grandes empresas y no se extienda a pequeñas empresas.