Año 1972. Al anochecer dos jóvenes, Juanjo Gabiña y Mikel Zalbide, se dirigen hacia el colegio Don Bosco en una antigua moto. En ella se hablará con Luis Bandrés, que quiere hacer una propuesta concreta sobre el proyecto de conjugar el euskera y la ciencia: Reunir en un grupo a personas que han trabajado juntos en la Escuela de Ingenieros y que ahora son estudiantes. Esta reunión fue la semilla de Elhuyar Kultur Elkartea. Año 1997. Por la mañana cada uno ha venido en su coche a la sede de Elhuyar Kultur Elkartea en Usurbil. Por entonces, hace 25 años, los actuales nos preguntaremos por el ambiente. Les hemos hecho una propuesta concreta: Que reflexionen sobre la trayectoria de estos 25 años.
Nuestros comensales, más jóvenes e ingenuos, han sido encontrados como alumnos en la Escuela de Ingenieros de San Sebastián. Hasta entonces el Seminario era la única opción de estudiar para los alumnos de Euskal Herria, excepto para los pocos que podían enviar a sus hijos a Salamanca o a Valladolid. Tienen pocos años de diferencia y en algún momento han trabajado juntos en la Escuela.
Luis Bandres: La verdad es que nosotros tampoco sabemos muy bien por qué empezamos a juntarnos en el Grupo Elhuyar. Lo que sí vemos claro es que, mucho antes de comenzar a celebrar estas reuniones del sábado, el rollo tenía una gran preocupación: pensábamos que el euskera podía ser una herramienta útil para hablar, escribir, trabajar y reflexionar sobre la ciencia. Nos conocimos en la Escuela de Ingenieros de San Sebastián y allí empezamos a trabajar en los Grupos Culturales Vascos (EKT), y antes también por su cuenta.
Andoni Sagarna: Había algunas citas previas, pero bastante puristas para nuestra imagen; empezamos a trabajarlas y poco a poco nos metimos en más tareas.
Luis Bandres: ¿Y todo esto para qué? Para nada, la verdad, para empezar a formarnos. Hay que tener en cuenta que lo que descubrimos era un desierto absoluto. Al margen de lo doméstico, el euskera no servía para nada. Imagínate que no había vocabulario.
Andoni Sagarna: En esa época, si no me equivoco en el año 64, se publicó el diccionario de Plazido Mujika, que para nosotros fue impresionante. Hoy en día lo consideramos casi como un producto arqueológico, pero pensemos que era el único que existía entonces.
Juanjo Gabiña: En la escuela, efectivamente, nos juntamos con un grupo muy interesante. Yo muchas veces he pensado que era algo aleatorio dar todas estas condiciones. Por un lado, éramos nosotros, los vascos, los mejores. Por otro lado, éramos representantes, teníamos ganas de nuevas iniciativas… la actitud era muy positiva. Posteriormente, en la Escuela se reunieron bastantes euskaldunes. Realizamos una gran labor: confeccionamos y actualizamos listas de palabras, traducimos trabajos, elaboramos artículos y, en muchos casos, tratamos temas de ciencias sociales.
Andoni Sagarna: Y hay que tener en cuenta que la Escuela nos dejó organizarnos a nuestro modo. El ambiente que nosotros descubrimos en Donostia fue, sin duda, una excepción. Aunque no tenían una vinculación especial con la cultura vasca, diría que existía o existía tal permitividad e incluso que facilitaron nuestra labor. Apika sin querer o sin darse cuenta...
Luis Bandres: Es cierto que siempre tuvimos un ambiente muy favorable en la Escuela. Desde el punto de vista de los años, diría que en la Escuela se pensaba que teníamos más fuerza que la que realmente teníamos. Pensad en la situación social y política que se vivía en Euskal Herria en esta época, que realmente creían que éramos muy fuertes, pero no para tanto.
Juanjo Gabiña: Pero teníamos mucha capacidad de influencia. Por ejemplo, cuando nos pusimos en contacto con el Seminario de Cultura de Deusto y con otros grupos que se mostraron por aquí, nos preguntaban por lo que hicimos; querían aprender cómo lo hicimos nosotros.
Luis Bandres: También tenemos que reconocer que teníamos complejos increíbles. Éramos euskaldunes, hablábamos en euskara en casa y con amigos, pero luego, sobre física o matemáticas, no éramos capaces de hacerlo correctamente.
Andoni Sagarna: Porque no sabíamos cómo se decía esto o eso. Teníamos todo para hacer, sin duda, un ambiente frenético.
Al finalizar la carrera, algunos de nuestros interlocutores han empezado a trabajar. En la Escuela de Ingenieros comienza a dispersarse este grupito de trabajo, dedicado totalmente a tareas profesionales. La nueva generación ha entrado en la Escuela y aunque siguen haciendo cosas, algunos empiezan a preocuparse por la falta de cohesión.
Luis Bandres: Yo sufrí ese descenso mientras trabajaba, impartiendo clases de física en el colegio Don Bosco. Había muchos vascos en Don Bosco, pero cuando entrábamos en la clase el único idioma que utilizábamos era el castellano. Yo seguí traduciendo algunos trabajos y creando nuevos materiales en euskera, pero andaba por mi cuenta o comentándolo con mis amigos.
Juanjo Gabiña: Cuando estábamos en el último año de la carrera, Mikel Zalbide y yo empezamos a hablar de reunir a gente que había estado en la Escuela. Si no me equivoco, Mikel fue el primero que mencionó la cuestión de formar un grupo fijo y lo tuvimos muy cerca. En la escuela estábamos haciendo algunas cosas de la biología y de las ciencias naturales, pero, como hemos dicho, eran bastante solos. Conocíamos a Luis y sabíamos que Don Bosco estaba trabajando. Sin pensarlo dos veces fuimos a buscarlo.
Luis Bandres: Llegaron en una antigua moto y me propusieron en directo para formar un grupo. Con el vicio del trabajo, todos estábamos deseando empezar a trabajar y enseguida empezamos a juntarnos. Todos los sábados por la tarde, uno sabe cuántos años sin fallar.
Juanjo Gabiña: Fue una suerte encontrar a Luis. En la Escuela de Ingenieros incorporó inmediatamente a su equipo a algunos de sus compañeros y nosotros, por nuestra parte, trasladamos nuestro proyecto a otros muchos. Después vinieron Iñaki Azkune y los demás y empezamos a funcionar como grupo en serio.
Andoni Sagarna: En esas reuniones discutíamos mucho sobre la normalización del euskera, pero si tenemos que destacar algo, la capacidad de producción es lo que a mí más me gusta de ese tiempo. Ese era nuestro trabajo.
Juanjo Gabiña: Y también entrábamos en áreas que no eran las propias; ciencias sociales, etc. También nos atreímos a traducir un poquito de la historia de Euskal Herria...
Luis Bandres: En esa época otros también estaban trabajando en esos ámbitos, pero no llegaban a nuestro nivel productivo. Muchas veces se dice que los ingenieros tenemos la cabeza muy cuadrada y que una vez metemos algo en el casco no lo dejamos sin hacer...
Andoni Sagarna: De formación también éramos diferentes. A nosotros nos enseñaron a hacer cosas, poco a poco si queréis, paso a paso, pero conseguíamos resultados. A los que se dedicaban a discutir sobre cosas muy abstractas les costaba sacar adelante determinadas obras. Nosotros, al igual que los tornillos, hacíamos artículos y libros.
Juanjo Gabiña: Y éramos muy honestos trabajando. En las reuniones del sábado se determinaba el trabajo realizado y a lo largo de la semana cada uno hacía su parte correspondiente. La dinámica de trabajo era enorme.
Por otra parte, la Universidad Vasca de Verano nació en la misma época, y muchas ikastolas y los cantantes vascos comenzaron a realizar festivales. Se establecen nuevas premisas también en el mundo del arte. ¿Comienza a florecer el desierto?
Luis Bandres: Nosotros participamos desde el principio en la creación de la UEU. Elhuyar era el único grupo fijo que estaba trabajando seriamente en esa época, que se reunía semanalmente y realizaba el trabajo en tajo. Enseguida nos escucharon las intenciones de otros y juntos comenzamos a aclarar nuevas inquietudes. En mi opinión, la creación de la UEU fue en gran medida posible por parte de Elhuyar y los miembros de nuestro grupo tuvieron un gran peso hasta que la UEU tuvo la oportunidad de avanzar por su cuenta. El objetivo era el mismo: sacar el euskera de la casa y convertirlo en una herramienta real. Nos dedicábamos a preparar materiales, a atraer a la gente, a la propaganda y a hacer pequeños “tráficos de divisas”. Mucha gente tuvo conocimiento de la UEU a través de nuestro grupo. Durante esos años íbamos con la sidra en todas partes, en la captura de gente.
Juanjo Gabiña: Teníamos grandes debates. De conciliación, por ejemplo, de deducciones, etc. Las expresiones y palabras que hoy en día consideramos plenamente asentadas surgieron entonces tras un debate largo y profundo.
Evidentemente, no era el ambiente idóneo para poner en marcha un grupo como Elhuyar. No ha habido ninguna oportunidad para hacerlo, pero lo hicieron con el esfuerzo. Nos surge una pregunta repetida en la mente. ¿Por qué entonces? ¿Qué fuerzas encontraron los creadores en ese ambiente que sólo ofrecía obstáculos?
Andoni Sagarna: El grupo Elhuyar fue fruto de una serie de condiciones que se dieron en nuestro tiempo. Por ejemplo, la primera generación que cursó estudios universitarios fue la nuestra, entendida desde la perspectiva actual. Casi todos los que estaban hasta entonces obligados a pasar por el Seminario si querían hacer algo, y los que llegaban a la universidad también tenían que hacer caminos traviesos. Eran universitarios de entonces en Valladolid o en Salamanca. Los conocimientos adquiridos en el propio País Vasco empezaron a aparecer.
Luis Bandres: Elhuyar es también el resultado de su tiempo, porque en ese ambiente crecemos y aprendimos lo poco que sabemos. Y en esa sociedad había una gran influencia sociopolítica. En las reuniones de grupo no discutíamos sobre temas políticos, no era nuestra tarea, pero estaban ahí, desde el principio vimos muy claro que teníamos que diferenciarlo. Pero nosotros éramos vascos y nacionalistas en los últimos restos de la dictadura; veíamos qué pasaba en la calle y, necesariamente, esa potencialidad política estaba muy superficial. Luego algunos lo han desarrollado, otros no, pero ahí estaba.
Andoni Sagarna: En muchas ocasiones se ha dicho que es necesario que haya una fuerza contraria para poder avanzar. Y esa era la situación que conocimos. El ambiente oficial era, además de lo contrario, el enemigo de lo que hacíamos. Pero estábamos trabajando en la industria vasca, estaban creando cosas.
Luis Bandres: En esa época, por ejemplo, bailaba el euskera unificado...
Juanjo Gabiña: Nosotros no tuvimos ningún problema para cumplir con lo que dijo Euskaltzaindia, porque nos parecía lógico. A bastante distancia pudimos ver debates al respecto; en nuestro grupo no había un salto de generación, de opiniones diferentes a este nivel, y eso es precisamente lo que provocó en algunos entornos debates realmente ágiles.
Luis Bandres: Pensaréis que estoy sorprendiendo contra nosotros mismos, pero tengo que volver a mencionar la cabeza cuadrada. Y es que nosotros éramos prácticos, nosotros teníamos que hacer cosas y, por lo tanto, consideramos absolutamente normal aceptar lo que decía la Academia encargada de fijar la lengua, y así lo hicimos sin apenas disgustar.
Como se ha dicho en varias ocasiones, los miembros del grupo Elhuyar eran voluntarios. Se reunían todos los sábados y en esas reuniones se decidían los trabajos a realizar durante la semana. En estas reuniones se debatía, se definían las líneas de trabajo y se relacionaban los obstáculos. A la vista de los ojos de hoy, se podría pensar que estas reuniones del sábado eran el “corazón” necesario para materializar esa dinámica de trabajo especial.
Andoni Sagarna: A muchos le sorprende esta dinámica de trabajo que llevamos muchos años. Por un lado, pensábamos que no había otra manera; en esa época, y en las condiciones que estamos citando, no se podía organizar un trabajo profesional para conciliar el euskera con la ciencia. Salíamos de otra parte nuestra vida y entendíamos como voluntarios nuestros “deberes”.
Luis Bandres: Y yo, por lo menos, nunca he sentido un sacrificio tan grande, no sentía que renunciara a algo para trabajar en Elhuyar. Estábamos acostumbrados a ello y hoy seguimos así. Por costumbre, los sábados en las ranchas, muchos de nosotros nos quedamos en casa, metidos en nuestros papeles y, lo que puede ser lo más sorprendente, lo hacemos muy a gusto.
Andoni Sagarna: Y porque hemos crecido así o, después de la cena, todavía me pongo a trabajar casi todos los días. Los trabajos para Elhuyar se han realizado así durante años: por la noche, al anochecer, los domingos por la mañana, etc.
Juanjo Gabiña: No fuimos nosotros especialmente masoquistas, no creáis. A pesar de que en más de una ocasión la disquisiéramos con su novia, nos juntábamos muy a gusto los sábados y después de trabajar, salíamos a potear en una gran compañía.
Andoni Sagarna: Yo veo otra razón más profunda en la base. Nuestra formación, el conjunto de todos estos factores que han condicionado nuestra naturaleza, nos llevó a tener una responsabilidad social. Pensamos y pensamos que teníamos algo que hacer. Nuestra educación, tanto formal como no reglada, era así: vives en esta sociedad, has nacido en una cultura y tienes que aportar. Esta dinámica de trabajo se basaba en gran medida en ello.
Juanjo Gabiña: Veíamos claramente que había que hacer algo para las siguientes generaciones. Y eso exigía un trabajo tremendo, que, como hemos dicho muchas veces, era la única manera de trabajar y lo hicimos con ganas.
Luis Bandres: Quizás eso es lo que yo echo de menos hoy en día. Hemos pasado de un extremo a otro en muy poco tiempo. Antes, cuando pusimos en marcha el grupo Elhuyar no había nada, los vascos que vivíamos en el desierto y además todas las instituciones estaban en contra, pero teníamos ilusión, ganas de trabajar. En la actualidad, sin embargo, la profesionalización de los matorrales se centra en otras vías; antes de hacer las cosas hay que tener garantizada una subvención o similar, de lo contrario no se hace nada. En muchos sectores se trabaja sin ilusión.
Andoni Sagarna: Y, sin duda, la profesionalización es fundamental, más en este grupo. Se necesitan buenos profesionales para poder influir en los ámbitos que estamos trabajando, pero uno no tiene por qué negar necesariamente al otro. Hay que reivindicar la utilidad del trabajo, tener ilusión y objetivo creyendo que lo que estamos haciendo es valioso. Incluso en el quehacer más simple, tenemos que sentir que estamos aportando algo a esta sociedad para poder avanzar. En el fondo, de ahí la permanencia de Elhuyar y de otros muchos grupos de la industria vasca.