Pero una cosa es avanzar en la ciencia y otra cosa es hacerlo al estilo de Hollywood (rico en sexo y violencia). Pero dejando de lado el sensacionalismo, sería mejor explicar en qué se ha avanzado y en qué no.
Los descubrimientos se han realizado en las rocas del Cretácico, la primera en Nigeria, la segunda en Sudamérica y la tercera en el Pacífico. Hay hilos entre los tres, que son de la misma época geológica, pero creo que sólo hasta ahí llega el enlace. Sin embargo, otros, por ejemplo, periodistas, quieren llevar más enlace, que según lo publicado en varios medios de comunicación, "Al final se ha encontrado el meteorito que mató a los dinosaurios" y "Se ha identificado al agresor.
Los dinosaurios terópodos son conocidos por ser estrellas de varias películas. ¿Quién no conoce a Tyranosaurus rex o Velociraptor, carnívoros salvajes y terroríficos? Además, para muchos dinosaurólogos, de una rama de estos terópodos se desarrollaron aves actuales. Pero, además de esto, dentro del grupo de los terópodos surgieron varios subgrupos de aspecto llamativo, hasta que el de los terópodos se convirtió en uno de los grupos de mayor éxito evolutivo de todos los tiempos.
Uno de los subgrupos desarrollados dentro de los terópodos fue el de los espinosaurios. Basado en el material encontrado en un oasis egipcio, el paleontólogo Ernst describió por primera vez los espinosaurios en la primera parte de este siglo. Fosilo los llevó a Munich, pero se perdieron durante la Segunda Guerra Mundial en el bombardeo que destruyó la ciudad. Hasta entonces, los espinosaurios se "destruyeron en dos ocasiones": por primera vez en el Cretácico tardío, hace 95 millones de años, y por segunda vez hace 53 años. El único material que se salvó fue el publicado en la literatura científica antes de la guerra.
Pero, como luego explicaré, los espinosaurios eran unos dinosaurios muy espectaculares y varios paleontólogos comenzaron a buscar más fósiles de este grupo. La búsqueda ha sido compleja y laboriosa, pero poco a poco estos trabajos han dado sus frutos. En consecuencia, en Inglaterra, Brasil y África han aparecido en los últimos años algunos fósiles sueltos de estos dinosaurios. El último ha sido el realizado por Paul Sereno y sus compañeros de Niger, y a diferencia de los citados en la línea anterior, en esta ocasión ha aparecido casi todo el esqueleto, además de un nuevo género y especie, el Suchomimus tenerensis.
Su nombre explica su forma y origen, Suchomimus, imitador de cocodrilos, y tenerensis Tenere del desierto. Este suchomimus, aunque de aspecto muy especial, tenía características comunes con los espinosaurios encontrados anteriormente. Suchomimus, de unos doce metros de longitud total, se movía sobre todo sobre las dos patas traseras, con las manos delanteras y largas garras en forma de hoz, la más larga de 33 centímetros, con una amplia vela en la espalda y puntas largas y cónicas como los cocodrilos. Es más, esta peculiar anatomía de la cabeza y los fósiles de los peces encontrados en su interior indican que comía peces. Como prueba se ha encontrado el fósil de un celacanto de tres metros dentro de un espinosaurio.
Pero además de peces, se ha encontrado el esqueleto de un joven dinosaurio Iguanodon dentro de un espinosaurio. Por tanto, estos dinosaurios tenían en su dieta tanto peces como animales terrestres. Sin embargo, este Suchomimus no pasaba mucho tiempo en el agua, ya que sólo tenía preparado el extremo para pescar. Los ríos africanos de aquella época estaban llenos de grandes cocodrilos. Probablemente el Suchomimus sólo entraría en el agua a la pesca. ¡Pescador sí, pero no nadador!
Por su parte, Suchomimus se parece más a otros espinosaurios europeos que a África o Brasil. En aquella época, en la Tierra sólo había dos continentes principales, al norte de Laurasia y al sur de Gondwana, mitad divididos. Entre estos dos continentes se encontraba el mar de Tetis.
Pero parece que Suchomimus evolucionó de los europeos, es decir, de los de Laurasia. Esto significa que los espinosaurios, de una u otra manera, fueron capaces de atravesar el mar de Tetis.
Esto se ha propuesto para otros grupos de seres, aunque el mecanismo no esté muy claro. A mí, sin embargo, se me ocurre que el puente esporádico entre Laurasia y Gondwana podría ser un largo y estrecho continente, hoy desaparecido. Cimacio, hace pocos años se ha encontrado enterrado en los montes Alpe y Himalaia. Parece que moviéndose África hacia el norte chocó con Europa atrapando a Zimeria entre ambas. La charrería se plegó, arrugó y se convirtió en parte de Europa.
Sin embargo, las rocas de Zimeria están muy modificadas y han perdido la mayoría de sus fósiles. Por eso es difícil saber si este continente, estrecho y largo, fue un verdadero puente entre Laurasia y Gondwana. El tiempo y más investigaciones nos darán respuesta. Como se ha mencionado anteriormente, los espinosaurios, por causas desconocidas, fueron destruidos al comienzo del Cretácico Tardío, mientras otros muchos dinosaurios continuaban su curso. Algunos de los dinosaurios que perduraron vivían en Argentina y probablemente ponían los huevos, como muchos pingüinos actuales y otras aves, en un lugar común. Hace unos 80 millones de años una gran inundación inundó miles de huevos de un grupo de dinosaurios en un lugar hoy al norte de la Patagonia.
Estos huevos se fosilizaron bajo los fangos traídos por el agua y hace unos meses los paleontólogos han renovado los ídolos3. Los huevos son esféricos, de 15 centímetros de diámetro y con verrugas en el exterior. En otros lugares del mundo se han encontrado huevos fósiles de este tipo, pero siempre vacíos y no se ha podido conocer el tipo de dinosaurios que ponía. Alrededor de 50 de los argentinos tienen en su interior embriones fosilizados.
A la vista de la anatomía de los embriones, se ha descubierto que los huevos fueron quemados por los dinosaurios saurópodos, los titanosaurios. Es más, antes se han encontrado huevos fósiles de dinosaurios saurópodos en China y América del Norte, Laurasia, pero no en Gondwana. Los argentinos son los primeros en Gondwana.
Los embriones argentinos estaban bastante desarrollados, casi dispuestos a nacer, y la piel tenía una organización decorativa con escamas. Los embriones de otros pocos dinosaurios encontrados anteriormente en otros lugares del mundo sólo contenían huesos, mientras que en Argentina por primera vez se ha hallado fosilizado la piel de los embriones de algunos dinosaurios. Pero no sólo han aparecido piel y huesos, sino también dientes. Estos embriones, como ya se ha indicado, pertenecían a unos dinosaurios saurópodos que eran herbívoros. A los saurópodos, al igual que a los herbívoros actuales, con el paso del tiempo se erosionaban las coronas de los dientes y quedaban muy lisos. Pues los dientes de los embriones argentinos sufren erosión en las coronas. Esto demuestra que dentro del huevo los embriones frotaban entre sí los dientes de las mordazas inferiores y superiores. Esta fricción parece demostrar que los embriones antes de nacer ejercitaban para fortalecer los músculos de las mejillas.
Aunque hace unos 80 millones de años en Argentina una inundación destruyó los miles de huevos de un grupo de dinosaurios, los dinosaurios no se destruyeron en absoluto y sobrevivieron en otros 15 millones de años. Estos animales no se destruyeron, pero se redujeron al final del Cretácico. Por último, hace 65 millones de años se extinguieron los dinosaurios y otras muchas criaturas, tanto terrestres como acuáticas. En los que no se destruyeron hay reptiles como cocodrilos y tortugas, como aves y mamíferos. Quizá los dinosaurios tuvieron continuidad en las aves.
¿Pero qué provocó aquella destrucción masiva? Esta pregunta fue lanzada en el siglo XIX y durante décadas los paleontólogos han tratado de dar respuesta.
Hace unos 30 años, el geólogo californiano Walter Alvarez comenzó a investigar el fin del Cretácico en Italia. Para entonces los geólogos ya conocían una fina capa de arcilla sobre las rocas finales del Cretácico. Esta capa de arcillas aparece en muchos lugares del mundo, incluidos muchos lugares de Euskal Herria, y es muy útil para detectar fácilmente el final del Cretácico. Walter Alvarez quería calcular el tiempo que tardaría en formarse esta capa de origen desconocido y para ello recurrió a su padre Luis, premio Nobel de Física. Entre ambos se propuso un método: medir la concentración del iridio de la arcilla. El iridio es muy escaso en las rocas superficiales de la Tierra, pero abundante en los meteoritos. Los meteoritos, sobre todo los de pequeño tamaño (es decir, alrededor del milímetro), no dejan de entrar y caer a nuestra atmósfera. En consecuencia, el iridio provocado por los meteoritos se está acumulando a velocidad constante en los sedimentos.
Walter y Luis, sabiendo la velocidad de acumulación del iridio, pensaron que sería posible medir el tiempo necesario para formar un cuerpo de roca, ya que la concentración y el tiempo en la roca del iridio están unidos por una sencilla fórmula matemática. Como era técnicamente muy difícil (ya que sólo existen nanogramos de iridio), con la ayuda del físico Frank Asaro se procedió a medir la concentración del iridio y a calcular el tiempo de formación de la arcilla final del Cretácico. Sorprendentemente, la arcilla final del Cretácico, a diferencia de las rocas inferiores y superiores, era muy rica en iridio.
¿Eso significaba que la arcilla se acumuló durante mucho tiempo? ¿Quizá durante millones de años? Los fósiles de las rocas inferiores y superiores a la arcilla decían que no, ¡que la arcilla se acumuló en poco tiempo! Pero, ¿cómo explicar la gran concentración del iridio?
La única explicación que se les ocurrió fue la del impacto del meteorito gigante. Como se ha mencionado anteriormente, los meteoritos son ricos en iridio y pensaron que la gran concentración del iridio se explicara mediante la caída de un gran meteorito. Dicen que un meteorito de al menos 10 kilómetros chocó con la Tierra al final del Cretácico y enriqueció con iridio los sedimentos del mundo. Al tratarse de un colisión gigante (al menos 50 millones de veces mayor que la de la bomba de Hiroshima), podía provocar cambios drásticos como tsunamis de un kilómetro de altura, terremotos muy violentos, incendios continentales, invierno nuclear, oscuridad de los meses, profundidad, acidificación del efecto invernadero de los mares, etc.
Esto provocaría que muchas criaturas murieran. Para Alvarez, padre e hijo, y Asaro, esto explicaría las extinciones del Cretácico. No había otra explicación. Además, el padre Álvarez fue el monitor científico que viajaba en el avión que lanzó la bomba en Hiroshima (según algunas fuentes, que activó la espoleta de la bomba antes del lanzamiento) y tenía muy claro cómo podía ser este suceso.
Pero, ¿dónde estaba el cráter que formaría este choque? El cráter Luis Álvarez murió sin saber dónde podía estar. Años después se descubrió un cráter de más de cien kilómetros al final del Cretácico, el cráter Chicxulub, enterrado bajo la península de Yukatan. El cráter sí, pero ¿dónde estaba el meteorito que formó el cráter?
¿El meteorito era asteroide o cometa? En los últimos años se han lanzado argumentos tanto unos como otros que, según algunos, demostrarían que el impactante fue el cometa. Este pequeño meteorito está relativamente alterado químicamente, pero su composición mineralógica demuestra que fue una condrita con carbono. El hallazgo se ha realizado a 9.000 kilómetros de Chicxulub y, según el autor de la obra, demuestra que al final del Cretácico fue golpeada por una plataforma marina asteroide, no por un cometa, en torno a la actual península de Yukatan.
Sin embargo, como he escrito antes, los meteoritos caen continuamente a la Tierra. Cuanto más pequeño, más frecuente. Es posible, por tanto, que al final del Cretácico se caigan otros meteoritos más pequeños, aparte de la caída en Yukatán, y por tanto, que lo descubierto no sea parte de lo grande. Por otra parte, la arcilla final del Cretácico no forma una capa fina en el lugar del descubrimiento. Los sedimentos y el iridio se mezclaron en una capa de 30 centímetros, no en una capa fina. Se calcula que estos 30 centímetros pueden ser de 500.000 años, por lo que el meteorito descubierto y el de Yukattan pueden no ser contemporáneos.
El meteorito del Pacífico, con o sin parte del meteorito que formó el cráter Chicxulub, no demuestra que el meteorito destruyera dinosaurios y otros seres. La mayoría de los científicos reconocemos que al final del Cretácico uno o varios meteoritos gigantes chocaron con la Tierra. Pero una cosa es que el choque y otra que la destrucción sea consecuencia del choque. En definitiva, para el final del Cretácico varios grupos de seres descendieron en pendiente. Quizás el impacto del meteorito fue la última gota que desbordó el recipiente. Es más, conocemos los cráteres de muchos otros grandes choques, pero en la mayoría de los casos no se asocian a destrucciones. Probablemente los causantes de las destrucciones fueron varios y para conocerlas, las investigaciones de los geólogos todavía tienen mucho camino por recorrer.