Toxina botox letal en manos de los cirujanos

Galarraga Aiestaran, Ana

Elhuyar Zientzia

Botox se ha convertido en el más prestigioso planchador de arrugas. Pero tiene otros usos, quizás menos conocidos, pero importantes. Sin embargo, el origen de muchos será aún más desconocido. La efectividad se debe a que la botonera es una toxina mortal que paraliza los músculos.
Toxina botox letal en manos de los cirujanos
01/01/2007 | Galarraga Aiestaran, Ana | Elhuyar Zientzia Komunikazioa

El botoncillo se conoce sobre todo como rugoso planchador, pero también tiene otro lado.
De archivo
Botox es el nombre que se da a la toxina botulínica. Produce Clostridium botulinum y es muy eficaz. La intoxicación que produce se llama botulismo, es decir, la salchicha en latín es botulus y la primera intoxicación que estudiaron fue la de las salchichas.

Esta intoxicación tuvo lugar en 1820. En un pueblo del sudeste alemán, cientos de personas fueron intoxicadas comiendo salchichas. Años después, en Bélgica, los investigadores consiguieron demostrar la relación entre la parálisis neuromuscular de los intoxicados y las esporas presentes en el jamón que se comieron. Las esporas pertenecían a una bacteria, Clostridium botulinum.

Bacteria ubicua

Clostridium botulinum es un grupo de bacterias. Se distinguen ocho variedades (A, B, C1, C2, D, E, F y G), todas ellas anaerobias, esféricas y generadoras de esporas. Pueden estar en cualquier lugar y se encuentran fácilmente en la superficie de las frutas y hortalizas, en los mariscos, en el suelo y en los sedimentos marinos.

La eliminación de las esporas no es fácil, por ejemplo, pueden durar cinco horas a 100ºC y a 120ºC son suficientes cinco minutos para destruirlas. Cuando las condiciones del entorno son adecuadas, las esporas crecen alerta y las bacterias tóxicas. Entre estas condiciones se encuentran la escasez de oxígeno y la falta de acidez del medio. Por otro lado, aunque la temperatura óptima para el crecimiento de la bacteria oscila entre los 25 y los 37 ºC, algunos tipos también crecen hasta los 4 ºC.

El nombre de la bacteria Clostridium botulinum está relacionado con las salchichas, ya que la primera intoxicación que se estudió fue a base de salchichas, y en latín la salchicha es botulus.
hgca

Estas condiciones son habituales en algunas conservas de alimentos. Si las conservas están bien elaboradas, no existe ningún riesgo, mientras que si el tratamiento de conservación ha sido incorrecto puede que Clostridium botulinum aumente. Las variedades A y B producen enzimas que degradan los alimentos, por lo que la comida contaminada tiene un aspecto y olor desagradables. Sin embargo, el resto de variedades no alteran su aspecto, olor o sabor, por lo que el estudio de estas características no permite conocer si la comida está contaminada.

Toxina paralizante

De las ocho variedades, A, B, E (y en pocos casos F y G) son las que perjudican a las personas. En concreto, su toxina es la causante de la enfermedad. Destaca la fuerza de la toxina, la toxina bacteriana más eficaz y probablemente el veneno más fuerte que conoce el ser humano. La dosis letal para matar el ratón de laboratorio es de 0,0003 microgramos/kilogramo. El de la curva es de 500. Se calcula que un gramo de toxina, expandida en aerosoles, tiene la capacidad de matar a 1,5 millones de personas.

La toxina es un polipéptido sin olor ni sabor. A diferencia de la espora, se desnaturaliza fácilmente por calor (a 80ºC) y también en agua clorada. Es capaz de soportar la acidez del estómago y las enzimas gástricas.

La toxina puede acceder al organismo por diversas vías. Una es a base de alimentos contaminados. También puede haber infección de una herida y toxina en la propia herida. Y aunque no es habitual, las esporas pueden penetrar en los pulmones por inhalación. Independientemente de cuál sea la vía, la toxina entra en circulación sanguínea y llega a la confluencia de las terminaciones nerviosas con el músculo. Ahí actúa. Conclusión: parálisis.

En las dosis utilizadas en medicina y cosmética, la botox no tiene riesgo de provocar botulismo.
Allergan
Si la intoxicación es por alimentos contaminados, los síntomas aparecen entre 12 y 36 horas. Hay algunos síntomas generales (náuseas, dolor de estómago, diarrea, malestar...) pero el más representativo es la parálisis. Comienza por la cabeza y se extiende hacia abajo: primero afecta a la vista, luego caen los músculos de la cara, después los de los brazos y el pecho, impide respirar... y así hasta llegar a los pies. En casos graves el paciente muere 24 horas.

Hoy en día es raro llegar a ella. Hay pocas intoxicaciones, la mayoría de los casos se dan en Georgia, Rusia y EEUU, principalmente por comidas caseras y heridas infectadas. La última gran intoxicación se produjo en marzo de 2006, en Tailandia: 163 personas fueron intoxicadas por brotes de bambú envasados en casa. Afortunadamente, les dieron un tratamiento adecuado y les pusieron aparatos respiratorios, lo que evitó la muerte. En general, la mortalidad del botulismo ha disminuido considerablemente.

Además de tratar la enfermedad, los investigadores han aprendido a usar la toxina y ahora la utilizan para paralizar los músculos que quieren. Se llama botox a la toxina purificada del Clostridum botulinum de la variedad A que utilizan.

Disponible en cirugía estética

La botonera se empezó a utilizar en neurología hace unos veinte años. Se utilizaba para tratar los espasmos, evitando contracciones musculares desproporcionadas. Posteriormente se dieron cuenta de que el tratamiento también mejoraba mucho la cara del paciente en algunos casos y se pensó que esto podía ser interesante en la cirugía estética.

Son frecuentes. Por ejemplo, los productos de Propecia y Rogaine se utilizan contra el burusoil, pero en realidad, uno se desarrolló para tratar tumores benignos de próstata y el otro para controlar la presión arterial alta.

Pedro Cormenzana, experto en Policlínica Gipuzkoa, asegura que el 90% de las personas que han probado la botonera repiten el tratamiento.
A. Galarraga

En el caso de la botox, se utiliza en cirugía estética desde hace 5-6 años como complemento a los tratamientos de rejuvenecimiento facial. Pedro Cormenzana, especialista en Policlínica Gipuzkoa, explica que en los tratamientos de rejuvenecimiento facial, el objetivo es mejorar la cara, corrigiendo por un lado la flacidez de los músculos y por otro eliminando las arrugas.

La flacidez muscular se corrige quirúrgicamente, por ejemplo, con un lifting. Para pulir las arrugas se pueden rellenar y otra opción es utilizar el “bisturí químico”, el botoncito.

La botella elimina las arrugas, pero también hace más: afecta al rostro. De hecho, relaja el ojo. Esta influencia es evidente en las arrugas verticales entre las cejas. Precisamente por la excesiva contracción de los músculos de las cejas se crean arrugas profundas en algunas personas que además tienen un aspecto irritante. Al aflojar estos músculos con la botox, las arrugas desaparecen y se ilumina la frente.

Sin embargo, para conseguir este efecto es necesario saber bien en qué músculo se inyecta el botonera. De lo contrario, Cormenzana advierte de que se pueden producir efectos indeseados como la caída de un músculo. Para evitar este tipo de problemas es imprescindible que el médico que inyecta la botonera conozca bien la anatomía funcional.

Los mejores resultados se obtienen por el momento en el tercio superior de la cara. En otros lugares existe un mayor riesgo de producir un efecto no deseado. No obstante, cabe destacar que los efectos no deseados desaparecen con el tiempo. De hecho, el efecto de la detección comienza a los cuatro días de la inyección del botonera y dura entre cinco y seis meses.

Verticales, horizontales y transversales

Una de las primeras aplicaciones de la toxina botulínica fue el tratamiento del estrabismo. De hecho, el estrabismo se debe a la hiperactividad de los músculos que mueven el globo ocular.
De archivo
La inyección del botón en los músculos adecuados de la ceja permite iluminar la frente y suavizar las arrugas verticales entre las cejas. También sirve para suavizar las arrugas horizontales de la frente. En este caso, el botón se inyecta en los músculos de la frente, dividiendo la dosis en 8-10 puntos. La distancia mínima a las cejas será de dos centímetros, ya que de lo contrario existe el riesgo de que se produzca un efecto no deseado (por ejemplo, caída del párpado).

Finalmente, se utiliza para eliminar las arrugas del borde del ojo. Para ello se inyecta en el músculo que rodea el ojo en unos cuatro puntos. Cormenzana determina que a la hora de elegir estos puntos es muy importante la edad del paciente: "en personas jóvenes puede colocarse también en la parte inferior del ojo, pero no es recomendable en adultos, sino el párpado inferior queda caído".

Tan importante como elegir bien los puntos es utilizar la dosis adecuada y distribuirla correctamente. Para estas aplicaciones, la botonera se comercializa bajo el nombre de Vistabel y la venta está controlada, ya que sólo está disponible en farmacias hospitalarias.

La dosis inyectada depende del sexo y del objetivo. Normalmente se necesitan dosis mayores en hombres que en mujeres. Sin embargo, la mayoría de los pacientes de Cormenzana son mujeres, "a pesar de que en los últimos tiempos se está animando a más hombres, como ocurre en otros tratamientos de estética". Opina que el uso de la botox aumentará y que el 90% de las personas que lo han probado lo repite.

Actualmente se están realizando pruebas en otros lugares de la cara como la nariz. En el tercio inferior del rostro los resultados no son tan fáciles de predecir. Sin embargo, se puede utilizar para levantar los bordes de los labios, incluso en el cuello, pero en personas relativamente jóvenes.

La botella suaviza las arrugas y también afecta al rostro, relaja el ojo.
Sharley

Hay que darle mucho cuidado en estos lugares, es muy preciso. Por ejemplo, en el código de barras, es decir, para pulir las arrugas sobre los labios, se deben utilizar dosis muy pequeñas, divididas en cuatro o cinco puntos.

Más allá de la estética

Sin embargo, los cirujanos deben actuar con mayor precisión en otros casos, como la corrección de asimetrías. En general, en aplicaciones más allá de la estética se debe realizar el tratamiento correspondiente. No hay que olvidar que el botoncillo se empezó a utilizar en neurología y ahora también es muy útil para tratar algunas alteraciones.

Mariano Sota, cirujano plástico del Hospital Donostia, afirma que los investigadores están descubriendo cada vez más aplicaciones. Sin embargo, en los hospitales de aquí la toxina botulínica no es muy utilizada en la práctica; a Sota, por ejemplo, aunque está preparada para ello, nunca le ha correspondido la administración de toxina en el Hospital Donostia. Hay que tener en cuenta que el tratamiento no es duradero, el efecto sólo dura unos meses y luego hay que aplicarlo de nuevo. Por eso, si hay otra solución, ésta se utiliza en lugar de la botox.

Sin embargo, en ocasiones el botox puede ser la mejor solución, por ejemplo, para tratar algunas alteraciones producidas por movimientos involuntarios de los músculos. Lo más habitual es la torticolía, que afecta a los músculos de un lado del cuello, con la cabeza inclinada de un lado a otro. Después viene el de los párpados: uno de los párpados se cierra involuntariamente y puede quedar así siempre, incluso con los dos ojos cerrados.

La botonera es útil para aliviar la migraña provocada por la tensión muscular.
De archivo
A pesar de que estas dos son las alteraciones más comunes, existen otras muchas con graves consecuencias. Por ejemplo, cuando afecta a la lengua, la laringe o la mandíbula, el paciente no puede hablar o comer bien. En todos ellos, la toxina botulínica puede aportar mucho.

También sirve para corregir el estrabismo, paralizar las vibraciones, aliviar la migraña provocada por la tensión muscular y evitar los problemas de secreción extrema de las glándulas como la producción excesiva de saliva o la sudoración moderada.

Últimamente se está probando en otros muchos casos: en úlceras para reducir el reflujo, para evitar cicatrices al cerrar las heridas, en obesidad mórbida... Además, la toxina del Clostridium botulinum de la variedad B está siendo utilizada en diversos tratamientos. Está claro que el botonera es algo más que una rugosa.

Parálisis muscular
La toxina botulínica es una neurotoxina. La terminación nerviosa actúa sobre el punto de llegada del músculo, interrumpiendo la transmisión o sinapsis entre neuronas. De hecho, en la sinapsis el impulso nervioso se transmite mediante neurotransmisores. Por ejemplo, para provocar la contracción muscular, la neurona que llega al músculo libera acetilcolina.
Una neurona llena de neurotransmisores.
(Foto: R. Duncan L. Sharp)
La toxina botulínica impide la liberación de acetilcolina. Así, los nervios del músculo no reciben el neurotransmisor, por lo que no se contrae. Lo mismo ocurre en las glándulas: la toxina impide la secreción de saliva o sudor, ya que las neuronas que llegan a la glándula impiden la liberación de acetilcolina.
El efecto no es persistente, ya que con el tiempo se producen nuevas terminaciones nerviosas. Por ello, los tratamientos con botox comienzan a perder efectividad tres o cuatro meses después de la inyección, desapareciendo completamente a los seis meses.
Arma biológica
Siendo tan mortífera, no es de extrañar que alguien piense en utilizar la toxina botulínica como arma. Pues sí, la botonera puede ser un arma.
(Foto: De archivo)
En Internet, por ejemplo, hay muchos sitios que hablan de la botonera como arma peligrosa y parece que se ha utilizado con malas intenciones. Por ejemplo, en 1961 la CIA contaminó con toxina los cigarrillos de Fidel Castro para que se envenenara al quemarse. Obviamente, esta operación no tuvo éxito.
Hay más ejemplos y desde hace tiempo investigadores de diferentes departamentos de defensa están buscando la forma de neutralizar la toxina. Todavía no han conseguido buenos resultados. Sin embargo, parece que no es tan preocupante. La toxina se desnaturaliza fácilmente en el exterior o a altas temperaturas y no es fácil de producir por cualquiera. Así que no nos asustaremos en vano, ¿no?
Galarraga de Aiestaran, Ana
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