El número de especies en peligro de extinción es muy superior al que pueden aportar los recursos de conservación y la situación se está agravando rápidamente. Esto exige fijar prioridades. Es decir, ¿cómo conservar el mayor número de especies posible por cada dólar invertido? Esta es la pregunta que los investigadores manejan en la mente y que será el núcleo del artículo. Este enfoque puede limitarse a las zonas de mayor gravedad y difícil conservación y contribuir sistemáticamente a afrontar el reto de las extinciones de gran envergadura.
La vía adecuada para ello es la identificación de “zonas calientes”, es decir, áreas que presentan una elevada concentración de especies endémicas y que están sufriendo una pérdida extraordinaria de hábitat. En lugar de hablar de poblaciones u otros taxones, nos referiremos a las especies, que es la forma más sencilla y rápida de medir la biodiversidad. Esto no significa que las poblaciones y los procesos ecológicos no sean un indicador importante de la biodiversidad. Hay otras formas de fijar las zonas calientes, pero esta vez las han definido como se ha comentado anteriormente. Finalmente se han declarado 25 zonas calientes de biodiversidad. La acumulación de muchas fuerzas de conservación en estas zonas permitiría hacer frente a la extinción masiva de especies que se está produciendo en este momento.
Las zonas calientes se han fijado teniendo en cuenta las "similitudes biológicas". Cada zona cuenta con una biota o comunidad de especies diferenciadas, formando una unidad biogeográfica. Esto es evidente en islas y grupos insulares como Nueva Caledonia, Nueva Zelanda, Caribe, Polinesia/Micronesia, Madagascar y Filipinas. Algo parecido ocurre en las "islas ecológicas" más destacadas de los continentes, como la provincia florística del Cabo, el arco oriental y los bosques costeros de Tanzania/Kenia (en adelante, denominaremos "arco oriental" agrupando ambos), el suroeste australiano y el Cáucaso. La definición de zonas calientes en otros lugares es consecuencia de las conocidas divisiones, como las líneas Sundaland y Wallacea "Wallace" o las líneas Indo-Burma y Sundaland "Kangar-Pattani". Pero hay otro criterio para fijar zonas calientes: los expertos en investigación.
Las zonas calientes más grandes, como los Andes Tropicales, Mesoamérica, Indo-Burma y Sundaland, si se distribuyen en zonas calientes más pequeñas, deberían seguir el criterio de semejanza biológica. Sin embargo, el resultado sería un aumento de las pequeñas zonas calientes, que dificultarían notablemente su correcta valoración y se alejarían de la estrategia básica de las 25 zonas calientes establecidas como prioritarias para su conservación. En el análisis básico para la fijación de las zonas calientes se han utilizado dos criterios: el número de especies endémicas presentes en las áreas y el grado de riesgo de pérdida de las mismas. Para obtener información sobre las especies hemos contado con cerca de 100 expertos y cerca de 800 datos bibliográficos.
En cuanto a las especies, se han basado en las plantas vasculares, que suponen el 90% de las especies vegetales (en adelante denominadas "plantas"), que en definitiva son imprescindibles para la práctica totalidad de las especies animales y son bastante conocidas científicamente. Las zonas deben contener entre un 0,5% y 1.500 plantas endémicas de las 300.000 plantas existentes en el mundo para ser reconocidas como zonas calientes. En realidad, de las 25 zonas calientes, 15 presentan al menos 2.500 plantas endémicas y otras 10 al menos 5.000. El estudio también hace referencia al número de vertebrados de las zonas, pero no se considera como criterio de designación de zonas calientes (aunque sí para comparaciones). Tampoco se han tenido en cuenta los invertebrados.
El segundo criterio, el grado de deterioro de las zonas, se ha atribuido una vez cumplida la condición de "vegetación". De este modo, las zonas calientes deben tener perdido el 70% de la vegetación original. Once zonas presentan el 90% de la vegetación perdida y otras tres el 95%. Hay más zonas que cumplen el requisito de endemismos, pero habría que bajar al 60% de la vegetación original para incluir una o más zonas en la lista. Por ejemplo, la Amazonía, la Nueva Guinea o la cuenca del Congo han quedado fuera de la lista, ya que todavía tienen cerca del 75% de su vegetación.
Por último, el estudio se ha limitado a las zonas terrestres, si bien se está elaborando el informe correspondiente al mar.
Por todo ello, en las zonas calientes hay 133.149 plantas que representan el 44% de las conocidas especies vegetales endémicas de la Tierra. Sin embargo, las especies de vertebrados endémicas son 9.645 (el 35% del total de las conocidas). Por su parte, la superficie ocupada por las zonas es de 2,1 millones de km2, el 1,4% de la tierra seca. En su origen, estas zonas tenían una superficie de 17,4 millones de km2, lo que supone el 17,4% de la tierra seca. A pesar de la durísima reducción de superficie (que ha perdido el 88% de la vegetación original), su nivel de riesgo sigue siendo tan severo que si los esfuerzos de conservación no proliferan, incluso la mayor parte de la superficie que les queda, por no decir casi todo, pueden perderse a corto plazo.
Algunas zonas son más ricas que otras en cuanto a sus endemismos. Cada una de las cinco zonas (Ande tropical, Sundaland, Madagascar, el bosque atlántico brasileño y el Caribe) alberga el 2% de las especies de plantas y vertebrados de la Tierra. En conjunto, el 20% de las plantas y el 16% de los vertebrados, así como el 45% de las plantas y vertebrados endémicos presentes en las zonas calientes, que sólo representan el 0,4% de la tierra seca. También se encuentran los hábitats más degradados: El Caribe sólo representa el 11,3% de la vegetación original, Madagascar el 9,9%, Sundaland el 7,8% y el Atlántico Brasileño el 7,5%.
Estos cinco, junto con los cuatro siguientes (Mesoamérica, Cuenca Mediterránea, Indo-Burma y Filipinas) representan el 30,1% y el 25,0% de los endemismos de las especies vegetales y vertebrados, respectivamente, a pesar del 0,7% de la tierra seca.
En algunas zonas calientes llama la atención el grado de concentración de especies endémicas. En el arco oriental, por ejemplo (Tabla 2), hay 1.500 plantas endémicas en 2.000 km2, es decir, 75 especies por cada 100 km2 (expresado como 75:1). Sin embargo, los vertebrados endémicos son 121, con una relación 6,1:1. Asimismo, en Nueva Caledonia (5.200 km2) existen relaciones entre 49:1 y 1,6:1 y en Filipinas (9.023 km2) 64,7:1 y 5,7:1. El resto presentan una relación entre 33,3:1 y 1,2:1 en las plantas y entre 2,9:1 y 0,03:1 en los vertebrados.
Zona caliente Plantas endémicas Vertebrados endémicosEn algunas zonas calientes existe una congruencia entre grupos de especies, en la medida en que en zonas con abundante vegetación endémica aparece abundante presencia de vertebrados endémicos. Esto refuerza la prioridad de conservación de estas zonas, especialmente de las zonas con mayor número de especies endémicas. Sin embargo, en los lugares con menor número de especies puede existir una gran congruencia, como es el caso del arco Este, con una congruencia del 80%, con un 0,5% de especies vegetales endémicas y un 0,4% de especies vertebradas endémicas.
En los Andes Tropicales hay el 6,7% de las plantas endémicas del mundo y el 5,7% de los vertebrados endémicos, con una congruencia del 85%. Los Madagascar presentan valores de 3,2% y 2,8% y congruencia del 88%, mientras que en el Caribe los porcentajes de especies endémicas son del 2,3% y 2,9% respectivamente y la congruencia del 79%. El primero de ellos es el de mayor superficie y por ello la congruencia es mayor; en los otros dos, aunque los porcentajes de endémicos son más similares, la superficie se sitúa en torno a la quinta parte de la superficie anterior, por lo que la congruencia es menor.
Por el contrario, en la provincia florística del Cabo la congruencia es del 11% y en la cuenca mediterránea del 21%. Se observa, por tanto, una disminución generalizada de la congruencia a medida que se van desplazando de zonas tropicales a mediterráneas o más secas, en las que el número de vertebrados endémicos disminuye considerablemente.
El estudio realizado ha tenido en cuenta cinco variables clave: el número de endemismos y la relación especie endémica/superficie, tanto en plantas como en vertebrados, y la pérdida de hábitat. Estos factores no tienen el mismo valor, por lo que no pueden clasificarse únicamente de forma cuantitativa. A efectos de comparación cualitativa se ha elaborado una relación de los ocho puntos de biodiversidad más calientes (Tabla 3). Los espacios, para su explicación, deben estar tres veces divididos en diez primos por cada variable. Las primeras son Madagascar, Filipinas y Sundaland, que en todas las variables aparecen entre las diez primeras, seguida del bosque atlántico de Brasil y el Caribe. Tres de ellos, Madagascar, Filipina y el Caribe, tienen poca superficie y su importancia aumenta.
Otras dos zonas calientes, los Andes tropicales y la Cuenca mediterránea, en cuanto a su conservación, son candidatas a ser zonas supercalientes teniendo en cuenta la extraordinaria presencia de sus plantas endémicas: 20.000 y 13.000 respectivamente. Los andes tropicales ocupan el primer lugar de los vertebrados endémicos y la cuenca mediterránea ocupa el tercer lugar de las plantas endémicas, con un 34% más que el cuarto. En resumen, los hábitats que quedan en las 25 zonas calientes, es decir, el 1,4% de la tierra seca, albergan el 44% de las especies de plantas vasculares terrestres y el 35,25% de las especies de vertebrados, con riesgo de extinción. En muchas de estas zonas la proporción de vertebrados endémicos sería fácilmente medible. Muchas veces se considera bueno que si las extinciones masivas actuales siguen sin apenas estudio, a corto plazo una tercera o dos de las especies desaparecerían. El análisis de las zonas calientes indica que el problema se solucionaría en gran medida mediante la protección de estas 25 zonas calientes.