En una entrevista a Burkhard Frenzel, Director del Instituto de Botánica de la Universidad de Stuttgart-Hohenheim en la revista alemana "Welt am Sonntag", se han publicado por primera vez los resultados de la investigación sobre la misteriosa enfermedad que están padeciendo los bosques europeos.
A partir del otoño de 1983 el Sr. Frenzel descubrió una serie de virus tipo “sapan makilatxo” de árboles de 300-500 nanómetros de longitud. Estos virus no son desconocidos para especialistas en enfermedades rurales. El Sr. Cech, botanista checoslovaqués, observó en 1961 los mencionados virus en el techo de los árboles que presentaban un síntoma similar. El señor Schmelzer también en 1966 descubrió los mismos virus en su tía.
A pesar de su extrañeza, las declaraciones de French parecen condenar lo que hasta ahora se ha pensado, es decir, que los gases de los automóviles eran la principal causa de las enfermedades forestales. Por tanto, los productos de transformación de fábricas, centrales atómicas y contaminantes del automóvil (precipitaciones ácidas y fotooxidantes, como el ozono) no son los agentes nocivos más importantes. Pero esto no ha podido demostrarse hasta ahora. Sin embargo, se puede asegurar que los árboles que mueren por esta nueva enfermedad dejaron de crecer hace veinte o treinta años. Al mismo tiempo las venas han ido perdiendo algunos hongos especiales y, por supuesto, cada vez son más difíciles de absorber sustancias alimenticias y agua.
Sería de justicia pensar, por una razón desconocida, que desde la guerra los árboles han reducido su nivel de fotosíntesis y, por tanto, han quedado sin fuerzas ante insectos y parásitos. De hecho, estos insectos que salieron de Eslovaquia después de la guerra se trasladaron al territorio de Europa Occidental y Media, momento en el que comenzaron los primeros problemas.
Así que la sospecha de Frenzel es que no hay contaminación ni insectos. No como agente directo, sino como agente transmisor.
Sin embargo, situarnos sólo a la altura de los virus e insectos y descartar la influencia de los contaminantes sería una ceguera. Aunque en esta historia resulta difícil medir el papel de los contaminantes, parece cada vez más fiable considerarlo un agente impulsor. Pero el problema de los contaminantes no es de hoy, sino de unos años, ya que el uso de pesticidas anti-insectos ha sido anterior y está demostrado que allí donde hay azufre los virus nocivos se desarrollan muy bien.
Por otro lado, Frenzel, especialista en la historia de los bosques, sabe que gracias a la experiencia de los años, los árboles enfermos no perciben cambios meteorológicos de un año a otro. Según esta observación se pueden extraer dos conclusiones:
La primera conclusión incide en la disminución de los efectos de los contaminantes Frenzel. Por último, hay que decir que Frenzel ha encontrado los virus nocivos no sólo en los árboles enfermos, sino también en los que no están enfermos, pero en menor proporción. ¿Cómo y cuándo dañan estos virus?, ¿cómo se propagan y desarrollan? A partir de ahora, lector, te toca el juicio.