Para conocer cómo se produjo el cambio climático en un lugar, en este caso en el Sahara, lo mejor sería disponer de datos de temperaturas y precipitaciones durante miles de años. Los aparatos que los miden, sin embargo, los inventamos hace relativamente poco y sólo tenemos datos de los últimos cien años. Por lo tanto, los científicos han tenido que buscar vías indirectas para conocer las condiciones de épocas anteriores. El estudio de los sedimentos oceánicos y lacustre se debe, entre otras cosas, a la continua recepción de materiales terrestres (granos de arena transportados por el viento, granos de polen) en capas finas. El estudio de estas finas capas permite, por tanto, retroceder en el tiempo y conocer las condiciones de diferentes épocas, al igual que se hace con el estudio de los anillos de los árboles.
Para analizar el cambio producido en el Sahara, deberíamos retroceder al menos 6.000 años, ya que quienes dicen que el cambio fue rápido, ya que hace unos 5.500 años la desertificación. Se han basado en los sedimentos recogidos en el Océano Atlántico para proteger la idea más extendida actualmente. Entre otras cosas, han visto que en aquella época aumentó muchísimo la cantidad de arena que venía de repente del Sahara.
Sin embargo, la utilización de los sedimentos del fondo marino como fuente de información tiene el problema de que no se sabe a qué zona o superficie geográfica pertenecen los sedimentos acumulados. Para ello, los sedimentos de los lagos son más precisos, ya que recogen materiales de zonas mucho más pequeñas.
Hace 6.000 años había lagos en el Sahara, que guardaron información en los sedimentos, pero la mayoría de las informaciones hasta hace más de 4.000 años, a partir de ahí muchos se secaron y dejaron de almacenarse ordenadamente.
Por lo tanto, estas antiguas lagunas no sirven para reconstruir la climatología de los últimos milenios y completar la información procedente del océano. El mar es, por tanto, la única herramienta que tienen los climatólogos para conocer la historia del Sahara en este período.
Sin embargo, a pesar del paso del tiempo y de que el Sahara se ha convertido en un desierto, hay un lago que no se ha secado: Laguna Yoa. Situada al norte de Chad, ha tenido agua en los últimos 11.500 años. Actualmente se encuentra en una zona hiperseca, con pérdidas anuales de agua por evaporación, pero es alimentada por un antiguo acuífero subterráneo que no se ha secado. Por lo tanto, desde su nacimiento se ha ido acumulando materiales procedentes de tierras próximas.
En esta laguna se llevó a cabo el estudio del equipo que ha publicado el artículo en la revista Science. Obtuvieron mucha información por los canales transversales. Por un lado, se ha interpretado la variación de la frecuencia de precipitación en la zona a través de la variación temporal de la salinidad de la laguna, analizando los restos de diatomeas y invertebrados acuáticos que habitaban en cada época.
Por otro lado, han visto cómo ha cambiado la vegetación que rodea la laguna con el tiempo, observando el polen que se acumuló en los sedimentos. Y por último, se han analizado los minerales de los sedimentos (arena) para ver cómo cambiaron los regímenes de viento y cuál era el grado de cobertura de las plantas en cada época en las zonas adyacentes (cuanto más reducida es la vegetación, mayor cantidad de arena se mueve en una zona debido a la gran capacidad de retención de las plantas).
En cuanto a la salinidad, se observa que pasó relativamente rápido de ser una laguna de agua dulce a ser un ecosistema de agua muy salada. De hecho, han descubierto que los seres vivos de agua dulce han decaído rápidamente (tanto en las especies de fitoplancton como en los insectos y microcrustáceos) y fueron sustituidos por organismos que viven en aguas cada vez más saladas.
El registro polínico de los sedimentos lacustres ha quedado reflejado --según los investigadores - en el proceso de desaparición de las plantas de la sabana y la aparición de plantas desérticas: hasta hace 4.300 años el Sahara estuvo dominado por la sabana, una zona abierta repleta de hierbas con algunas especies de acacia dispersas.
Sin embargo, hace 5.600 años comenzó a cambiar la vegetación. A esta época pertenecen las primeras plantas semi-plantadas del Sahara. Sin embargo, el proceso se aceleró mil años después. De hecho, han visto que la llegada de polen de hierba a los sedimentos fue cada vez menor hace 4.800-4.300 años, y la explicación que se ha dado a ello es que fue entonces cuando se empezó a despejar la hierba.
Además, la cantidad de arena de los sedimentos aumentó considerablemente a partir de hace 3.700 años, lo que indica que, según los investigadores, el viento comenzó a mover una mayor cantidad de arena, es decir, la cobertura vegetal disminuyó. Y las plantas semi-amortizadas empezaron a imponerse hace 3.900-3.100 años.
Las plantas de los desiertos reales, por su parte, han sido encontradas en sedimentos de hace 2.700 años, lo que ha permitido deducir que el desierto que hoy conocemos surgió entonces.
Esta progresiva sustitución de las plantas observadas en los sedimentos de la laguna, descrita en un período de 2.500 años, no hubiera sido posible si la idea que ahora amparan la mayoría fuese real, es decir, si el clima se hubiera alterado en un corto período de tiempo. Por ello, los científicos que han redactado este artículo consideran que la teoría más extendida de momento debe ser errónea.
A la vista de todos los datos que ofrecen estos investigadores, parece que tienen suficientes indicios de que la desertización en torno al lago Yoa fue lenta. Pero, ¿es posible extender lo ocurrido en este ámbito concreto al resto del Sahara?
En opinión de muchos expertos, no, ni creen que una investigación concreta como ésta pueda provocar una revolución en la forma de entender cómo se produjo el cambio climático en el norte de África. Sin embargo, consideran que ha hecho algunas aportaciones interesantes, entre las que se encuentran la respuesta de la vegetación a los cambios del entorno y el tiempo que tardan en reaccionar ante ellos.
La verdad es que nadie sabe realmente qué pasó en el Sahara para pasar de una sabana verde a un desierto seco. Elaboran modelos a partir de datos procedentes de fuentes diversas como la atmósfera, los océanos, la superficie, los seres vivos, el hielo y la energía del Sol. Estos modelos indican --y parece que la mayoría de los investigadores están de acuerdo - que los cambios en el entorno de la época se debieron a un cambio a nivel planetario.
El estudio de otras lagunas de características similares a las del Lago Yoa ayudaría a clarificar cómo y durante cuánto tiempo se produjo esta desertización, de manera que en muchos lugares se disponían de los datos exactos que ofrece este lago y, uniendo la información que todos aportan, sería más fácil reconstruir el pasado. Pero no hay nada, el Lago Yoa es el único que ha sobrevivido durante tantos años en el Sahara (y si hay otro, no lo conocen...).