Por supuesto, las abejas también nacen, viven y mueren, y el motivo de su muerte no es sólo el que ha comido alguna araña o pájaro. No tienen pocas enfermedades producidas por abejas, ácaros, amebas, bacterias o virus. Al igual que las abejas, otros insectos también tendrán enfermedades, pero hasta que nuestros intereses económicos se toquen (para bien o para mal) no vamos a hacer grandes cabras.
El barroasis es una nueva enfermedad que llega o está a punto de llegar. Ser nuevo genera miedo, porque no estamos acostumbrados, y sería bueno que antes estuviéramos bien informados para que ese dicho no ocurra: Lo que no sabe es como el ciego.
De Asia a Europa, de Francia a Catalunya, de Catalunya a España y de España a Euskal Herria. El camino recorrido hasta aquí.
Acaro que produce barroasis ( Varroa jacobsoni Oud. ) Fue descrito por primera vez por Oudemanns en 1904 en la isla Java hallándose en la Apis cerana de la misma. En esta abeja no era tan nociva. Posteriormente, en la década de 1950, cuando en Rusia, Japón y China se introdujo la abeja común Apis mellifica, de nuestra especie, pasó a ella y con ella se dirigió a Europa.
En Europa se detectó en 1976 en Rumania, Yugoslavia y Alemania Federal; en 1980 en Austria; en 1982 en Italia y Francia; para 1983 se extendió por todo el Este de Francia y pronto llegó hasta el Nor-Catalunya. Se ha incorporado a Sur-Catalunya en diciembre de 1985, Girona, y en agosto de 1986 aparecen importantes focos en España: Toledo, Cuenca, Ciudad Real y Albacete, así como Alicante de Valencia. Octubre en Almería, Jaén y Granada.
La razón de aparecer en lugares tan alejados en tan poco tiempo se encuentra en la trashumancia, es decir, que esta situación se debe a que en un lugar en el que hay una enfermedad se han tenido temporalmente a las abejas, a que la enfermedad se ha atrapado y a que la trasladan sin control.
Desde entonces y aquí han aparecido en más sitios las abejas contaminadas y hoy podemos ver este mapa que es terrorífico, aunque seguramente haya que marcar otras provincias españolas.
Ha llegado hasta Álava y su presencia en el sur de Navarra sería la más normal, ya que los apicultores valencianos los traen cada año a romeros y almendras.
El barro es un ácaro, un arácnido, por lo que pertenece a la clase de araña. Tiene ocho patas y mide 1.1 x 1.5 mm, es de color marrón rojizo. Los machos son mucho más pequeños que las hembras y son rojiblancos.
Cuando el barro llega a una colmena, se introduce en una sobremesa larvada a la que le faltan dos días de operculación y se queda en el interior cuando la operculan. A las 60 horas de haber operculado pondrá su primer huevo y sus descendientes cada 30 horas.
Del primer huevo nacerá la hembra, del segundo el macho y de los siguientes las hembras. El macho, una vez copulado, muere.
Estos cachorros nacidos sobre larvas o ninfas vivirán absorbiendo su hemolinfo o sangre. Prefieren los nidos de ablamando a los de los obreros, ya que al ser más abedules pueden encontrar más comida. En el nido de la reina no se encuentran ácaros, si la información no es muy alta.
El barro no saldrá de la sobremesa hasta que la abeja menor rompa el opérculo y salga. Entonces saldrá el ácaro y se irá sobre otra abeja o sobre una larva de otra sobremesa para ser operada.
Una vez que ha salido de la inerte, también ataca a las abejas adultas, pegándolas en su momento de goser y absorbiendo sangre. El color del ácaro es muy similar al de la abeja y cuando se sitúa en la parte inferior del vientre de la abeja, perforando la lágrima o membrana blanda entre los segmentos, queda totalmente mimetizado y resulta difícil verla a simple vista.
Cuando la infestación es grande, las abejas adultas se ponen muy nerviosas al intentar quitar los barros de su cuerpo. En esta situación dejan de trabajar y se rompe la dinámica, el trabajo y la organización de la colmena.
A una abeja afectada por esta enfermedad no se le nota a simple vista nada relevante, dos años después de la introducción de la enfermedad, pero se refuerza en el interior de la colmena y para cuando se da cuenta puede ser tarde.
Pasados estos dos años pueden aparecer los siguientes síntomas:
Por lo tanto, por un lado las abejas son débiles y al nacer menos nuevas, la abeja va a perder. Hay que tener en cuenta que cuando la enfermedad toma mucha fuerza, la reina también es atacada por ella y tampoco se le deja en paz haciendo huevos.
La atención a estos síntomas puede ser demasiado tardía y lo más adecuado es el diagnóstico precoz. Y es que si hay más del 20% de una colmena contaminada, no merece la pena entrar en ningún tratamiento y es mejor quemarla en el fuego.
Citaremos cuatro vías para un buen y rápido diagnóstico:
No es fácil luchar contra el barroco. Por un lado, porque la pila se protege en los operculados y por otro, porque ante ciertos tratamientos se perdería la propia abeja.
No es posible desaparecer de ninguna de las naciones que han introducido el barro hasta ahora, y con un tratamiento anual consiguen que no tome fuerza y así acostumbrarse a vivir con él.
Cuando en una región aparece el barroco, es conveniente que todos lo hagan. De lo contrario, uno abre lo que quita el otro.
El tratamiento se debe realizar fuera de la época de la miel, preferiblemente en épocas en las que no haya niños ni bebés. Más arriba hemos dicho que el ácaro se reproduce en las celdas operculadas. Si lo tratamos con la sala operculada, el producto que introducimos no le hará daño. Es conveniente que todos los barros estén fuera de la pila.
También hay algunos intentos que intentan llegar al ácaro con comida de abeja, es decir, mezclado en un jarabe de acaricida, que se entrega a la abeja y va hasta la sangre de ésta; cuando el Ácaro absorbe sangre a la abeja, el ácaro se hace con la acaricida, que muere abandonado. Sería un buen camino para el apicultor, sin endurecer la abeja por humo y sin el cansancio que supone el engomado.
Para pasar el barro de una abeja a otra, la persona sana debe estar en contacto con la persona enferma, o contagiarla cuando la abeja está en el mismo lugar en el que ha estado enferma. El barro no vuela y sólo camina de un lado a otro.
De hecho, el barroasis puede alcanzar una extensión de 3-5 km/año, conducido por abejas enfermas o colmenares. Si en su cuerpo hubiera ácaros, se reproduciría en la nueva colmena.
Pero si la razón fuera sólo esta difusión natural, podríamos estar tranquilos durante muchos años, quizá porque todavía no hubiera llegado a Alemania. Sin embargo, el hombre lo ha extendido arrastrando y trayendo a las abejas. La trashumancia es, en definitiva, la razón de esta rápida expansión.
Para que no entre en las regiones que aún no tenemos barroco, hay que tomar algunas precauciones. Algunos ejemplos son:
En este sentido nuestras Diputaciones han comenzado a realizar algunas campañas de detección, pero todavía estamos lejos de conocer la realidad de nuestras provincias. Esta campaña necesita más dinero y recursos humanos para que la lluvia no nos sorprenda.