La verdad es que desde pequeña me sorprendió y fascinó el animal que encendía aquella luz la noche. Sin embargo, este sentimiento se agudizó notablemente como consecuencia del acontecimiento vivido en Irati hace unos cinco años. Tras pasar el día en el monte, en aquel cálido atardecer comenzamos a preparar una cena en una abertura del bosque. Mirando a la cocido de macarrones que se estaba hirviendo como perros hambrientos, unos bichos empezaron a dar vueltas alrededor de nuestras farolas. Los insectos nos quedaban en la cabeza y especialmente en el centro del copiloto y de vez en cuando alguno se caía a los macarrones o se calcinaba en las calderas de la cocinita de butano. Estábamos sorprendidos y hasta que nos apagamos todas las luces no nos dejaron en paz. ¿Cuáles podían ser aquellos bichos que no habían sido invitados? ¡Eso era lector, eran luciérnagas!
Entre los diferentes sistemas de atracción de reproductores, uno de los más curiosos es el luciérnaga, ya que estos coleópteros utilizan luz para esta tarea. La locura de los luciérnagas de aquella noche de Irati se puede entender así: los machos buscaban a su reproductora y, en medio del bosque, se mezclaban con la luz de las hembras y venían “al fuego”. Sin embargo, al margen de estas confusiones, la luz puede ser una buena herramienta de comunicación, ya que puede realizarse a largas distancias a una velocidad vertiginosa y sin ningún trabajo muscular.
Empecemos por la situación taxonómica de estos invertebrados. Tenemos luciérnagas, hexápodos o insectos. Dentro de ellos, están clasificados en el orden de los coleópteros y, concretamente, en la familia de los lanpiridos. Esta familia tiene alrededor de 1.700 especies en todo el mundo, y en Euskal Herria sólo tenemos una especie, la luciérnaga común ( Lampyris noctiluca ). El macho y la hembra tienen un aspecto muy diferente. Los machos son como escarabajos, por decirlo de alguna manera, y alados. Tienen una longitud de 10-12 mm y, al igual que los coleópteros típicos, sus alas delanteras (elitros), esclerificadas o endurecidas, y debajo de ellas las finas membranas sur. Colores pardos. Las hembras, sin alas, se parecen mucho a las larvas. Tienen una longitud de 15-20 mm y son de color pardo oscuro y lisos.
Estos insectos curiosos, habitan en campos de hierba, bordes de caminos, vallas, bosques y matorrales y los adultos se encuentran entre junio y septiembre. Los nocturnos, normalmente después de oscurecerse y, en la mayoría de los casos, encontraremos a la luz de las hembras.
En cuanto a la alimentación, las larvas son cazadoras de moluscos que se alimentan de caracoles y babosas. Para la caza y el consumo se utilizan masajillas afiladas con forma de hoz que, cuando muerden la pieza, le introducen un fluido oscuro. Esta sustancia no es la secreción de las glándulas salivales, ya que no las contiene. Por el contrario, parece que el fluido se produce en las glándulas ácidas situadas en las proximidades del intestino, lo que provoca la rotura y disolución de los tejidos del molusco. Las larvas de la luciérnaga, por lo tanto, realizan en gran medida una digestión externa y luego se procede a la sorción de la comida preparada gracias al fluido. Los adultos, por su parte, no comen nada o casi nada y su única función es la reproducción.
Sin duda, la característica más característica de los luciérnagas es la de “encender” la luz. La luciérnaga hembra, en los tres últimos segmentos del abdomen, tiene miles de fotocitos que le permiten hacer una luz sin calor como es la bioluminiscencia. La famosa luz se produce como consecuencia de reacciones químicas y, en concreto, mediante la reacción: la sustancia reducida, denominada luciferina, se activa mediante la enzima catalizadora, la luziferasa, que reacciona con el oxígeno produciendo luz. Hay que destacar que hay muchas especies de luciérnagas en las regiones cálidas y que el encendido de la luz no es suficiente para encontrar a un reproductor. En estas regiones, cada especie tiene su propia señal luminosa para que no se mezclen distintas especies.
La hembra, por tanto, desde el suelo, a través de algún tramo de hierba o de alguna planta, realiza en el abdomen una fosforescencia de color verde hacia el cielo, con el fin de atraer machos voladores. Cuando el macho encuentra la hembra se emparejan y después se produce la raqueta. De los huevos nacen larvas que se parecen a la hembra y una vez realizada la metamorfosis adquieren la forma de adultos.
Este singular animal, que habita en el sur de Europa, era común en la mayoría de los rincones de Euskal Herria. ¿Cómo... era? ¿No es corriente en la actualidad? Al parecer, este animal no es hoy tan abundante como antaño. Según algunos expertos, en los últimos años está sufriendo un ligero retroceso, y la verdad es que su hipótesis parece razonable. Al igual que nos pasó en el bosque de Irati, parece que en muchos otros lugares los luciérnagas machos persiguen las luces nocturnas en la esperanza de las hembras. Pero es que los luciérnagas, en lugar de sus hembras favoritas, se encuentran con las luces de calles, casas, coches, copiloto, etc. Por supuesto, para poder llevar a cabo esta reproducción les resulta muy difícil encontrar pareja y sólo en zonas tan salvajes como Irati se multiplicarán las luciérnagas correctamente.
Sin duda, este es un problema de difícil solución. En los últimos 100 años, tanto Euskal Herria como la mayoría de otras regiones del mundo han cambiado radicalmente. En lo que respecta a la noche, hace unas pocas décadas, cuando no había luz artificial, salvo algún quinque, fuego bajo o vela, el sistema de luciérnagas era perfecto para encontrar pareja. Sin embargo, el desarrollo de la tecnología en los últimos años ha traído consigo un aumento de la iluminación y, por casualidad, nos hemos dado cuenta de que esto puede resultar perjudicial para algunas especies. Manteniendo las poblaciones de los lugares donde las noches todavía son oscuras, ¡esperamos que no se pierdan todas las luciérnagas! Y para terminar, lector, ¿puede que en este momento alguna luz de tu casa esté inútilmente encendida y por qué mantenerla así? Si lo apagaras, entre otros beneficios, puedes beneficiar a un luciérnaga que busca pareja. Sorprendente, ¿no?
Especie: Lampyris noctiluca Familia: Lanpiridos Orden: Coleópteros Clase: hexápodos |