Si la investigación biográfica del señor Abbadia atrae a astrónomos, filólogos y científicos de otras disciplinas, no se puede despreciar lo que el entorno que escogió para construir su castillo genera en biólogos y geólogos. Por ello, esta investigación no podía concluirse sin analizar las riquezas que nos ofrece este entorno.
Los turistas que se acercan por primera vez a la playa de Hendaia observan pronto las dos rocas que se encuentran al final de la playa y rodeadas de agua. Sin embargo, estas dos rocas, conocidas en euskera como Dunbarriak, no son más que los indicadores más espectaculares de un extenso entorno de gran importancia geológica que los agentes erosivos han puesto de manifiesto. Desde Hendaia hasta casi San Juan de Luz es así el mar, y otros agentes erosivos han puesto de manifiesto el valioso acantilado marino para entender la historia geológica de nuestra comarca, en el que quizás lo más sorprendente es la estructura de estratos que presentan las piedras (como si fueran hojas de un libro). Estos estratos tienen especial interés en lugares concretos en los que aparece la estructura pétrea “Flysch”, caracterizada por la alternancia material duro//material blando.
Para buscar la razón de estos fenómenos debemos remontarnos al tiempo y volver al Cretácico Superior que se prolongó desde hace 100 millones de años hasta los 65 millones de años. En aquella época, la actual sierra de los Pirineos era la cuenca oceánica que separaba la península Ibérica de la placa de Eurasia. Como ocurre en la actualidad, los materiales erosionados por los ríos de la época se acumulaban en la plataforma marina y en el talud. Al transportarse los sedimentos a velocidades cada vez menores, las partículas más pesadas (calizas y areniscas) se acumulan primero, siendo las más ligeras (margas y arcillas) las últimas.
Esta sedimentación alterna proporciona al Flysch esta forma de capas. El transporte de sedimentos a gran distancia a través de los cañones marinos se debe a las corrientes de alta velocidad generadas bajo el agua, las corrientes de turbidez. En Abbadia es bastante abundante la presencia de grandes y redondeadas piedras llamadas olistolitos, asociadas a este fenómeno.
Tras una corriente de turbidez, esta estructuración interna que obtienen los sedimentos se conoce como secuencia Bouma, geóloga que se encargó de estudiar estas estructuras. Sin embargo, los que han recorrido los acantilados de Abbadia se dan cuenta de que éstos no muestran la estructura del Flysch en toda su extensión, ya que en algunos lugares están formados por rocas detríticas llamadas brechas. Analizando la situación de estas brechas, se ha llegado a la conclusión de que su origen es la arista norte de la cuenca oceánica, demostrando que las rocas erosionadas en esta orilla sufrieron un transporte corto.
A todos estos fenómenos hay que añadir la caída del fondo marino, llamado hundimiento geológico, si se quiere entender cómo pueden producirse estos grandes depósitos de sedimentos. Junto a estos sedimentos caían los cuerpos de muchos animales de la época, cuyas partes duras, junto con restos del movimiento de los moluscos sin anélidos ni conchas, quedaban fosilizadas una vez cubiertas las siguientes capas sedimentarias.
Estos fósiles son muy valiosos tanto para probar la teoría mencionada, como para conocer el tipo de vida que existía entonces en el planeta y para realizar dataciones cronológicas. La abbadia es rica en estos fósiles, y no es difícil encontrar fósiles de Ammonite (moluscos cefalópodos), Globatruncula (foraminífero microscópico utilizado para datar), o de otros animales en rutas de bajamar.
En cuanto al color rosado que presentan las piedras en la parte superior del acantilado de Abbadia, concretamente los sedimentos del final de la segunda época y comienzos de la tercera, hay que aclarar que existe un alto grado de oxidación de los sedimentos.
¿Pero por qué estas piedras están tan oxidadas? La respuesta que los geólogos han buscado a esta pregunta es que, tanto por la distribución de las placas tectónicas como por los cambios en la inclinación axial de la Tierra, el clima de esta región era similar al del actual trópico.
Al entrar en la tercera edad, que se prolongó desde hace 65 millones de años hasta los 2 millones de años, el levantamiento de los Pirineos iniciado en el Cretácico Oriental llegó al Oeste, y esta zona quedó también por encima del nivel del mar. El motivo de la subida de los Pirineos se debe buscar en el movimiento de la placa Ibérica. Teniendo en cuenta la teoría de la tectónica de placas, en la época triásica la península Ibérica estaba unida desde la actual Bretaña a la placa de Eurasia y desde el sur a la placa africana.
En el Jurásico, desplazando la placa africana hacia el este, trasladó la placa ibérica hacia el sur, alejada de la actual Bretaña. Este proceso perduró hasta el Cretácico Superior, cuando se produjo el fenómeno contrario. En ese momento la placa africana empujó al Ibérico contra el de Eurasia, lo que provocó el levantamiento de los Pirineos. En consecuencia, el mar se convirtió en la cordillera pirenaica, dejando a los agentes erosivos las piedras que hasta entonces habían estado sumergidas.
Debido a este levantamiento, las capas de sedimentos se rompieron con la aparición de fallas. Estas fallas son fácilmente reconocibles ya que los lugares en los que aparecen:
Una vez levantados los Pirineos, en esta región los fenómenos geológicos dieron un giro de l80 grados, pasando de ser un lugar de sedimentación a ser un lugar erosivo, y estos montes recién creados comenzaron a recibir la influencia de los agentes erosivos.
Uno de los factores más destacables de estos es el cambio producido por las glaciaciones en la línea de costa. Durante las glaciaciones las ingentes cantidades de agua quedaron congeladas durante los glaciares. Como consecuencia, el nivel del mar retrocedió. En tiempos interglaciares, sin embargo, el hielo se derretió, aumentando el nivel del mar. En tiempos glaciares se ha calculado que nuestra costa se situaba 13 kilómetros más adelante, ya que el nivel del agua se situaba entre 100 y 120 metros por debajo del actual.
Testigo fiable de estos cambios en el nivel del mar, son los torrentes denominados “quetas” que han provocado tantos naufragios frente a Abbadia, indicadores de la erosión costera ocurrida durante los períodos glaciares.
Las glaciaciones siempre han atraído a los científicos, por lo que se han creado numerosas hipótesis para resolver el fenómeno. Se reconoce que en la actualidad son consecuencia de diferentes factores. Cabe destacar:
El siguiente esquema puede ayudar a comprender el fenómeno de las glaciaciones:
Modificación de parámetros astronómicos ØDovariación de laEn los últimos 2 millones de años se han producido cinco glaciaciones y glaciaciones. Desde el más antiguo, los nombres que se han dado a las glaciaciones son: Donau, Günz, Mindel, Riss y Würm.
Actualmente estamos en el periodo postglacial de Würm. Y aunque el nivel del mar actual es más alto, los agentes erosivos siguen atacando la línea de costa. Las consecuencias más violentas son las olas.
Debido a ellos se abren grandes huecos en la base de los acantilados. A esto se suma el desgaste químico que produce la lluvia en la caliza en la parte superior de los acantilados, por lo que los acantilados caen. Además, como consecuencia de la caída de los acantilados, los trozos de roca que quedan en la base del mismo aumentan este fenómeno, ya que las olas arrojan estas piedras contra la roca.
Como muestra de este retroceso aparece en la base del acantilado el redil conocido como plataforma de abrasión, que normalmente sólo queda visible en las bajamares.
Para finalizar este pequeño estudio geológico de Abbadia, nos referimos a un tipo especial de erosión provocada por diferentes seres vivos que habitan en esta plataforma de abrasión. Es decir, algunos lamelibrankios perforadores (Lithodoma sp.) Una vez que los agujeros abiertos en estos estratos calizos han quedado vacíos, los restos y piedras pequeñas traídas por las olas los amplían, dando paso a piedras mayores. Todo este proceso da lugar a grandes agujeros que ofrecen las condiciones necesarias para que otros seres vivos intermareales puedan vivir.
A los que después de leer el artículo os animáis a acercaros a Abbadia, después de disfrutar de la belleza del entorno, os recomendamos dedicar un poco de tiempo a la rica geología de estos acantilados, piedras que demuestran al hombre que no es más que el último “tornillo” de un mecanismo gigante que queda fuera de su escala de tiempo. Quizá el cambio radical que está provocando nuestra ambición desmedida en la tierra, pensar que de aquí a millones de años se convertirán en estratos rocosos de varios centímetros, además de contribuir a frenar nuestra orgullo, nos lleve a reflexionar sobre nuestra actitud hacia la naturaleza.