Leyendo lo dicho en el número anterior, ya conocemos las principales peculiaridades de la emisión de energía de las cuaseras. Su intensidad es enorme por un lado, se originan en una región relativamente pequeña y, por otro, las particularidades son la densidad que alcanza el material que se acumula en esa zona. Pero esta descripción resulta aún más sorprendente si le añadimos algunos de los datos que ofreció el crecimiento de la actividad de la Red Cuasi 3C273 entre febrero y mayo de 1988.
Por ejemplo, los dos máximos de emisión medidos en el campo de las ondas infrarrojas duplicaban el nivel de emisión en estado de calma. Además, la magnitud del crecimiento fue tal que en algunas fases se producía una energía por segundo equivalente a 10 millones de Sol encendido. En el campo de la luz visible se midió tanto rango, pero en este caso la reducción posterior a un máximo, es decir, la reducción de energía por segundo, correspondería a 10 millones de apagones solares.
Como decíamos en el número anterior, las cuasares son galaxias hiperactivas. La luminosidad del núcleo de la galaxia eclipsa el entorno y es difícil verlo. Sin embargo, observaciones más detalladas realizadas en el momento en que se propuso que podían ser objetos extragalácticos, pusieron de manifiesto esta última estructura. En el caso de la red de cuasares 3C273 se encontró un chorro de materia que unía los dos focos de emisión de radio.
Por lo tanto, con técnicas especiales de interferometría, en junio de 1988 se observó que se estaba formando un chorro más de la fuente. Gracias a los esfuerzos repetidos nueve meses después, además de confirmar esta formación, se pudo calcular la velocidad aparente de alejamiento de la materia. Con estos datos se estimó que la salida de materia y el aumento de la emisión electromagnética se produjeron en la misma época, demostrando la relación entre ambos fenómenos.
El fuerte incremento de la emisión mencionada es el primero que nos ofrecen los estudios de cuasare. Se necesitarán muchos años de observación para decidir si estos plazos de alta actividad son tan raros como parecen y más aún para encontrar una explicación adecuada. Sin embargo, el primer trabajo es encontrar una fuente de energía que cumpla con las particularidades que hemos definido al principio.
Para la mayoría de los científicos, la generación de energía debe ser el resultado de una interacción gravitatoria. El estudio de la pulverización nos ha enseñado que un campo de gravedad puede aportar mucha más energía que la propia interacción nuclear. Según la teoría más aceptada, las redes de pulso se forman con las supernovas. Estos últimos se producen cuando una estrella supergigante roja llega a los últimos pasos de su vida, sufre una contracción gravitatoria y cae hacia el centro. Gran parte de la materia se vuelve a eliminar por un efecto rebote, pero en la zona queda una estrella de neutrones de alta densidad.
Esta estrella de neutrones aprovecha su poderoso campo de gravedad para atraer la materia que le rodea. Al caer la materia libera energía gravitatoria y después, en la estrella, sufre procesos nucleares que generan impulsos. Se calcula que la energía liberada por las reacciones nucleares no es más que un centenar de la debida a la gravedad. Por ello, se considera que también en el caso de las cuasares, la fuerza de la gravedad debe ser el trabajo realizado. En este caso, dado que la energía a justificar es tan grande, la única opción que se puede proponer como generadora es que sea un agujero negro de grandes dimensiones.
El campo de gravedad de estos objetos no permite la fuga de la luz. Por ello, no son visibles y sólo se pueden encontrar a través de los efectos que producen en su entorno.
Como no nos puede llegar nada por el agujero negro, la emisión que llega hasta nosotros debe ser la generada a su alrededor. La fuente principal sería el disco que forma la materia que engulle el agujero negro al caer. En este torbellino la velocidad de la materia estaría próxima a la de la luz. Por lo tanto, además de sobrecalentar el gas, el plasma se convertiría en conductor. La energía de los campos magnéticos, debida a las corrientes eléctricas que se generarían como consecuencia, se convertiría en un nuevo aporte de calor. Toda esta energía calorífica sería la responsable de la radiación.
Dado que la potencia de emisión en el caso del horno 3C273 objeto de estudio es de unos 10 40 vatios, se puede calcular la velocidad de absorción de la materia. Por ejemplo, si consideramos que el rendimiento del proceso de transformación de la energía de gravedad en radiación es del 10%, el agujero negro debería ingerir 10 24 kg/s, es decir, unos Solares cada año. En la imagen se representa el ejemplo de la posible estructura de un quasare. En el centro tenemos un agujero negro y alrededor un disco de materia. Del disco se extraería la radiación producida tanto por el chorro de materia como por el calor. Además, esta última excitaría las nubes de materia de la zona y las convertiría en emisoras.
Se cree que la vida media de las cuadras no es muy larga. Puede no superar los 1.000 millones de años. Por ello, algunos creen que se trataría de una quasare y hoy en día la mayoría de ellas estarían totalmente ralentizadas. Si las cosas han sido así, la radiación del agujero negro afectaría a la formación de la galaxia. A su vez, la formación de las estrellas retenería las nubes de gas que alimentan el agujero negro, pero todavía podemos decir poco sobre este problema.
Otra hipótesis que últimamente está bastante aceptada es que podría haber un agujero negro en el núcleo del Vía Francesa. Sin embargo, según los datos que tenemos actualmente, este agujero negro sería relativamente pequeño. Por lo tanto, el Vía Francesa probablemente no ha sido una cuchara, aunque en un nivel mucho menor se haya desarrollado una fase de actividad similar.
SOL : 20 de enero, 1 h 23 min (UT) El Sol entra en Acuario.
PLANETAS
|