Ainhoa Magrach González debe su amor por la naturaleza y su pasión por la exploración a la revista National Geographic. Según él, en la familia no había investigadores, pero desde pequeño veía fascinadas las historias y las fotos que aparecían en la revista y le dieron ganas de vivir de mayor.
No es de extrañar, por tanto, la elección de Biología al iniciar los estudios universitarios. Sin embargo, el primer año le pareció bastante “decepcionante” porque las asignaturas que impartían no le gustaban demasiado: Matemáticas, Física… “Además de las asignaturas, la forma de enseñar no me atraía. Parecía que el objetivo era aprender de memoria, pero a mí me gustaba investigar, buscar y encontrar respuestas por mi cuenta”, explica Magrech.
Afortunadamente, en cuarto encontró el camino que le gustaba. Gracias a una beca se incorporó al departamento de Ecología. “Entonces sí, me sentí inventado”, dice. Y así parece, porque desde entonces está trabajando en ello: Licenciado en Biología, doctor en Ecología e investigador en temas de Ecología en el BC3 para la investigación del cambio climático.
En la tesis estudió la influencia de la fragmentación de los bosques: “Para estudiar las consecuencias de la división del bosque para actividades como la agricultura, la construcción o la industria, pasé casi un año en la isla de Chiloé (Chile) recogiendo muestras de aves, mamíferos y plantas”, ha recordado.
Explicó que sus conclusiones pueden extrapolarse a otros bosques y pudo demostrarlo, ya que en la investigación postdoctoral tuvo lugar en Australia, Borneo y Brasil: “En aquellos lugares vimos modelos similares”.
Por ejemplo, investigó lianas en Brasil: “Como consecuencia del cambio en un bosque, aumenta el número de lianas, lo que tiene consecuencias en los árboles: qué especies perduran, qué mueren, qué influencia tiene en el crecimiento… Y todo ello en el resto de especies que habitan en el bosque”.
Magrech ha confesado que tener la oportunidad de investigar todo esto ha sido “como un sueño”. “Hazlo cuenta: he tenido la oportunidad de conocer de primera mano el bosque visto en National Geographic. Pero, al mismo tiempo, me ha tocado ser testigo del desastre y eso es terrible”. Al menos, cree que ha puesto su granito de arena a través del trabajo de investigación y la comunicación, en la medida de lo posible.
También ha estado en Suiza, en la ETH. “Hice el trabajo de campo en la India. Nuestro objetivo era que allí donde se cultiva el café siguieran produciendo, pero sin perder los bosques. Los servicios ecosistémicos se centraban en que los insectos que habitan en el bosque (concretamente una abeja gigante) son fundamentales en la polinización del café. Hemos estado midiendo este beneficio y cuando presentamos los resultados a los productores tuvimos bastante buena acogida. Al fin y al cabo, saben mejor que nadie el trabajo que realiza esta abeja, pero cuando la vieron en números se dieron cuenta de que era realmente conveniente cuidar el bosque”.
Tras un par de años en Suiza continuó investigando con los polinizadores en Doñana. En aquella época estaba embarazada y decidió ir un poco más tranquilo. Y es que, según Magrech, no es fácil conciliar la maternidad y el trabajo de investigación. “Inevitablemente al ser madre tu trayectoria científica se ralentiza y no hay medidas suficientes para compensar la desventaja que se genera con respecto a otros compañeros”.
En cualquier caso, no tiene intención de estar preparado. De hecho, recibe una beca Leonardo para investigar la consecuencia de la pérdida de una especie en una comunidad: “Será un experimento natural, ya que hay un colibrí que migra entre México y Alaska. Por tanto, se introduce y sale en ecosistemas concretos y voy a investigar el cambio que esta variable produce en el ecosistema”. Para ello, seguirá la colibriada desde México hasta Alaska, como los reportajes que veía en National Geographic.
Nacido en Berango en 1982. Tras licenciarse en Biología en la UPV, se doctoró en Ecología en la Universidad de Santiago de Compostela. Tras su investigación en el Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados (IMEDEA), James Cook ha trabajado como investigador postdoctoral en la Universidad (Australia), ETH (Suiza) y Doñana (España). Actualmente se encuentra en BC3, Leioa, pero pronto se trasladará a Centroamérica y Norteamérica gracias a una beca Leonardo.