Koldo Garcia Etxebarria es conocido como Koldotxu y, como sugiere este diminutivo, es cercano y humilde, muy sociable. Está muy lejos, por tanto, del estereotipo del investigador frío y lejano, y deja claro, verbalmente y por acción, que no se ajusta a ciertos valores y comportamientos que premia el sistema de investigación.
Desde el principio ha sido sincero con su pensamiento. Por ejemplo, cuando decidió estudiar biología, pocos entendieron por qué. Creían que debía hacer alguna ingeniería, pero García sentía pasión por la biología: “Me encantaba hacer microorganismos, virus y bacterias”, ha precisado.
Sin embargo, observó que no era muy bueno en microbiología, pero sí en genética y pronto le gustó: “La casualidad me llevó a trabajar en informática en el departamento de genética: me di cuenta de que no valía para el laboratorio, pero sí para el estudio computacional”. Así empezó en la genética computacional.
En cierta medida fue pionero en esta materia, ya que en aquella época no era generalizada la práctica de la biología a través de los ordenadores. “Todo estaba por hacer, y eso era muy excitante, pero al mismo tiempo era difícil porque no se preguntaba a quién”. Sin embargo, avanzó y, como dice, su tesis pionera en tres sentidos: “Por un lado, en el uso de la biología computacional (la primera tesis en este campo fue mía) y, por otro, en el lenguaje, en euskera. Y además fue sobre retrovirus endógenos, por lo que mantuve mi afición inicial".
A partir de ahí ha recorrido un camino muy zigzagueante. Porque deja claro que no es competitivo y que no le interesan muchas de las cosas que se piden en el mundo de la investigación. “¿Y eso qué trae? Que nunca tienes la oportunidad de conseguir una buena beca y que parece que estás sin rumbo. Pero no es eso. A mí me gusta decir que mi carrera es ecléctica. Al fin y al cabo, he estudiado en estos años a animales domésticos, seres humanos y bacterias. De todo. Y en el campo de la genética he hecho de todo: he estudiado el genoma, la genética de las poblaciones, la filogenética. Por lo tanto, ¿qué he conseguido al final? Tener una visión global”.
Dice claramente: “Yo no quiero hacer una carrera. Yo quiero hacer buena ciencia, quiero aprender, quiero entender. Y esta visión global me facilita, además, la colaboración con otros muchos ámbitos”.
También se dedica a otra actividad que no puntúa en el concurso mundial de investigación: la divulgación. También ha sido pionero en ello, ya que el blog Dena es el primero sobre genética en euskera. Dice que dentro de hacer buena ciencia es contar a la gente lo que haces. “No porque cuente con financiación pública y esté obligado a rendir cuentas, sino para que todos reciban los beneficios de la ciencia. Participar en los avances de la ciencia es un derecho humano y es responsabilidad de los científicos facilitarlo”.
Según García, como en muchos otros temas, la gente debería empoderarse en las ciencias para tomar decisiones. “Ahora, con el covid-19, estamos viendo la importancia de que todos tengamos claros algunos conceptos, para entender qué decisiones hay que tomar y por qué. Pero si no trabajas por delante para empoderar a la gente y ganar la confianza de la gente, luego no puedes pedirle nada. En otro nivel, por ejemplo, yo trabajo en sanidad y necesito la participación de la gente. Para ello también tienen que saber en qué estamos y para qué”.
Reconoce que por su forma de pensar y hacer las cosas no ha conseguido la estabilidad y un buen puesto en el sistema de investigación, pero satisface plenamente el reconocimiento y apoyo que le otorga la comunidad vasca: “Me siento muy querido”, dice con honestidad.
“Creo que el sistema de investigación tiene secuestrada la ciencia. Pero estoy contento con lo que hago, siempre he tratado de hacer buena ciencia: honesta, transparente, modesta y rigurosa. Sé que así tengo que hacer el doble para conseguir la mitad, pero por lo menos sé que hago buena ciencia”.