"Hacer un doctorado no significa automáticamente que tienes unos valores"
Unai Arregi León ha entrevistado a Milandi. Estudió Doble Grado en Física e Ingeniería Electrónica en la UPV/EHU, en Leioa, y posteriormente realizó el Máster Erasmus Mundus en Electrónica de Microondas y Óptica en las universidades de Limoges (Francia), Brescia (Italia) y País Vasco. "A pesar de estar muy atado al País Vasco, como los temas me gustaban mucho, me animé a entrar en esta aventura. Gracias al máster, 16 personas de 13 países diferentes nos hemos movido en un mismo grupo de un país a otro, y en Brescia conocí a mi actual profesora, la de Milán. Así me ha dado la oportunidad de doctorarme en Milán", explica Arregi.
Los miembros del máster hablaban muchas lenguas, pero entre ellas predominaba el inglés. Sin embargo, Arregi ha reconocido que el euskera es parte de su carácter y que siempre les ha explicado que hizo el doble grado en euskera. "Eso les sorprende mucho y les interesa mucho. Me preguntan, por ejemplo, de dónde saco las referencias y, al ver los apuntes, me dicen que parece alemán". Ha precisado que, aunque el trabajo de Milán se hace en inglés, también se habla italiano, por lo que también se ha estudiado un poco de italiano. "De todas formas, el euskera está muy presente.
Al margen de los idiomas, considera que la formación académica recibida en la UPV/EHU fue muy buena. Ahora investiga en óptica no lineal, en física aplicada, pero ha admitido que cuando empezó a estudiar física no era su objetivo: "Yo quería ser meteorólogo. Hablaba con los hombres del tiempo, hacía profecías propias a la familia desde pequeño... En la carrera conocí otros campos de la física, y vi que me gustó mucho el electromagnetismo, y ya empecé a hacer el camino que me ha traído aquí".
Discriminado y, sin embargo, privilegiado
Aunque no ha tenido ningún obstáculo por el idioma ni por el nivel de estudios, no todo ha sido fácil, ya que ha tenido que soportar actitudes y comentarios homófobos: "No en el terreno de trabajo, pero sí en el entorno. Cuando llegué, como miembro de la comunidad LGTBI, me alegré mucho al ver en un armario viejo la pegatina del arco iris. Sé que eso no hace que todo sea de color de rosa, pero me sentí entre amigos. Pero luego tuve que escuchar comentarios homófobos y otros por boca de algunos investigadores, y lo pasé muy mal".
Fue una racha muy dura, pero con la reflexión y la ayuda de los profesores y de los amigos más cercanos se está camino de superar. Le han ayudado mucho el deporte (“me he convertido en un corredor fino”), la música, y este tipo de aficiones, y también ha recomendado un libro: “Ama mucho tu cabeza, marikoi” (Quiérete mucho, maricón), escrita por el psicólogo Gabriel Martín.
Tiene claro que, además de desarrollar sus propias herramientas, es importante que el sistema disponga de protocolos y recursos para evitar situaciones y, en caso de que se produzca, ofrecer soluciones. Y subraya que ser doctor no es una buena persona: "En inglés, el título de doctor se llama Doctor of Philosophy, es decir, se asocia a unos valores. Pero hacer un doctorado no significa automáticamente tener esos valores, hay que trabajarlos. Y a la gente se le olvida.
En este sentido, Arregi querría poner su granito de arena para que otros no tengan que vivir las situaciones que ha vivido. -Y eso, siendo un hombre blanco, un cis y un no-indígena.
Es, pues, consciente de sus privilegios en parte, y lo mismo ocurre en la investigación: "Después del verano, iré a Berlín, al Instituto Fritz Haber, a hacer una estancia en el campo de la nanofotónica. Tengo muchas ganas, y hay que decir que tenemos esa suerte: nosotros elegimos qué investigar, con quién, en qué lugar... No nos faltan razones para quejarnos, porque tenemos una vida muy precaria, pero tenemos que reconocer, en parte, que somos privilegiados". Ha finalizado la entrevista con palabras que demuestran una ilusión por el futuro.
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Zientzia aldizkaria
