Los primeros indicios de la dolencia, luego denominada COVID-19, fueron detectados en China a finales de 2019. El 5 de enero de 2020 la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó su primera declaración sobre el nuevo virus. El 12 de enero de 2020 publicó la secuencia genética del virus y el 30 la calificó como una emergencia de salud pública de importancia internacional. Para entonces ya había casos fuera de China. El 11 de marzo declaró que era una pandemia.
Desde entonces la situación ha cambiado mucho, especialmente gracias a las vacunas. Pero la sindemia no ha terminado y es evidente el riesgo de que en el futuro haya otro. ¿Estamos más preparados para enfrentarse que antes? ¿Qué hemos aprendido durante este tiempo? ¿Nos ha dejado COVID-19 lecciones?
Traemos las reflexiones de dos profesionales que han trabajado en primera línea durante estos tres años:
Desde el año 2020 hasta la actualidad, la pandemia que todavía existe entre nosotros nos ha dejado aprendizajes, aunque no nos gustaría recibir muchos. Es difícil desgranar a todos en tan poco tiempo, y mucho más. Aquí van, en mi opinión, las más importantes.
Siempre ha habido y serán pandemias o plagas. Son tan viejos como el ser humano, aunque las personas modernas de los países ricos creemos que estábamos libres de ellos. La mayoría de las pandemias son zoonosis y si seguimos destruyendo y explotando los hábitats animales, el riesgo de nuevas pandemias será mayor.
La salud pública, la parte de las ciencias de la salud que se ocupa de la salud de una sociedad, es imprescindible para hacer frente a una pandemia. La nuestra estaba muy debilitada al creer que estábamos libres de las enfermedades infecciosas y con la intención de recortar los presupuestos. ¿Aprenderemos a mantener firmes las partes de la salud pública?
El sistema sanitario público tensado
La sanidad pública, un sistema sanitario que todos debemos cuidar de forma igualitaria y adecuada, ha sido un sistema que ha evitado muchas muertes. El sistema sanitario público no puede estar en la frontera, siempre tenso: si aumenta la tensión que soporta se rompe.
Para evitar la propagación de una enfermedad infecciosa son necesarias medidas drásticas que afecten a nuestro estilo de vida. Esto exige la intervención de las autoridades, la legislación y la actitud adecuada de los ciudadanos. El coronavirus tiene las características de poner a prueba nuestros valores: podemos contagiarnos sin síntomas o con muy pocos síntomas; su mortalidad es baja en términos porcentuales, pero es muy contagiosa, por lo que causa muchas muertes en números absolutos; y los que mueren son los más débiles, especialmente los mayores. Creo que nuestros valores han fallado. Estoy convencido de que si los muertos fueran niños o más jóvenes la respuesta sería muy diferente.
Comunicación clara, imprescindible
Comunicación es una política eficaz cuando se produce una pandemia. Esta pandemia ha tenido cada día grandes noticias y revueltas, pero con pocos mensajes claros y concisos. En medio del caos que se ha producido, no es de extrañar que el ciudadano se sienta perdido, y para combatirlo es necesario desarrollar una comunicación adecuada y medida.
Sistema de investigación digno
Cuando se produce una pandemia, el conocimiento científico suele ser inicialmente reducido y luego se va ampliando. Este conocimiento científico permitirá desarrollar las medidas adecuadas, desde la prevención hasta el tratamiento. ¿En qué condiciones tenemos investigación e investigadores? Si tenemos indicios de vergüenza, deberíamos multiplicar el presupuesto de investigación por puestos dignos. La época de los becarios debería haber terminado.
En el caso del coronavirus, lo que hemos aprendido sobre los medios de transmisión ha sido muy significativo. Al principio se hacía hincapié en las grandes gotas y en el contacto, hasta que nos dimos cuenta de la influencia de los aerosoles. Pero estos no se han trasladado y difundido adecuadamente a las medidas ciudadanas. Hemos perdido una gran oportunidad para avanzar en la calidad del aire y en la ventilación.
En el lado positivo, nunca se ha desarrollado tanto conocimiento, y tan rápido. Hemos tenido modelos de colaboración muy buenos, que deberíamos mantener también de cara al futuro.
Las vacunas han sido las que más nos han ayudado a hacer frente a la pandemia, aunque algunas personas no quieren verlo. Ha sido impresionante la rapidez con la que se han desarrollado, a pesar de algunos feos intereses comerciales.
Hasta aquí, en mi opinión y desde el punto de vista sanitario, las lecciones dejadas por la pandemia. Tal y como reza el refrán, perdonad las malas palabras y tenedlas en cuenta.
Durante años los científicos de la salud hemos temido que pudiera haber una pandemia porque el riesgo estaba ahí. Las hemos visto y leído en películas, libros, etc. Por desgracia, también nos ha tocado sufrir en este último momento, en este caso por un nuevo coronavirus. A lo largo de estos tres años hemos aprendido muchas cosas, pero, de momento, otras muchas son desconocidas.
La fuerza de la ciencia básica
A menudo hemos oído que sin la ciencia no hay futuro. La I+D+i (investigación, desarrollo e innovación) es fundamental para encontrar soluciones lo antes posible ante cualquier problema, incluido el de salud pública. Todo esto lo hemos visto y aprendido en esta pandemia.
La rápida identificación del virus llevó al desarrollo de test rápidos de diagnóstico. Al mismo tiempo, los medios utilizados en la prevención de la infección y la investigación realizada han dado a conocer nuevos medicamentos. Entre ellas, sin duda alguna, las vacunas (tanto de tipo ARN como otras) han sido imprescindibles para poder hacer frente a esta pandemia. Se estima que en el primer año de vacunación se evitaron 20 millones de muertes. Pero la no rápida integración de toda la población mundial ha provocado muertes evitables.
Asimismo, se han realizado avances en el campo de los antivirus: aunque en la actualidad no existen antivirus milagrosos, existen medicamentos para tratar a pacientes con enfermedades graves.
Desinformación y divulgación
Hoy en día las redes sociales tienen una gran fuerza en cualquier ámbito, también en la salud. Aunque no sepamos nada sobre un tema, cualquiera puede escribir cualquier cosa. Esto nos ha llevado a menudo a la desinformación en esta pandemia. Hay que hacer grandes esfuerzos para eliminar estas noticias falsas y para transmitir la divulgación a la sociedad. Las medidas que se adopten, por su carácter imprescindible, deben ser suficientemente explicadas. Por ejemplo, el uso de la máscara ha sufrido grandes fluctuaciones, tanto en alguna ocasión como en la forma de usarla. Ha quedado demostrado que cualquier máscara no sirve para detener la transmisión del virus.
Por otra parte, cuando la transmisión del virus es alta, hay más probabilidades de sufrir mutaciones y de que aparezcan recombinaciones más preocupantes, con lo que aparecen nuevas variantes. Así, la presión biológica ejercida sobre el virus es capaz de reducir la presencia de mutantes fugitivos. Parece que esto no se ha divulgado claramente, porque la transmisión del virus sigue siendo importante.
Esfuerzos internacionales de cooperación
Hemos aprendido realmente que los microorganismos, incluidos los virus, no respetan fronteras geográficas. Un problema de cualquier parte del mundo puede convertirse en un quebradero de cabeza mundial en poco tiempo. Todo esto es necesario para encontrar repositorios, conocer modos de transmisión, etc.
Varias organizaciones internacionales elaboraron protocolos para explicar cómo se debía actuar ante una pandemia. Pero si esos protocolos no se actualizan, no llegan a todos los ámbitos del mundo o los países ignoran, no servirán para nada.
Es conocida la fecha de inicio de la pandemia, pero no su finalización. En este momento estamos en la pandemia, algo mejor que en años anteriores, pero nos falta que el virus se convierta en endémico, porque de momento hay demasiadas transmisiones, enfermos y muertes.
Tenemos que ser más humildes. En definitiva, en el mundo hay millones de seres más pequeños que nosotros, y ellos también tienen algo que decir, porque la preocupación por las infecciones emergentes es real.