Consortium for Science, Policy &
Outcomes (Arizona State University), eta Sánchez-Mazas Katedra
Las innovaciones en tecnología científica son una de las claves de la economía. Son imprescindibles para ser competitivos y crear puestos de trabajo. En el camino hacia la innovación, tanto el sector privado como el público atribuyen una importancia capital a la nanotecnología.
¿Pero qué es la nanotecnología? En pocas palabras, ciencia y tecnología a nivel atómico y molecular (por simplificar, no separo la nanociencia de la nanotecnología, y utilizo una "nanotecnología" que abarque ambas). Es decir, una actividad que se ocupa de lo que se puede conocer y manipular en esos niveles muy reducidos. Un nanómetro es el millonario de un metro. En general, la nanotecnología trabaja en un área comprendida entre 1 nanómetro y 100 nanómetros.
La nanotecnología no es, por tanto, un dispositivo específico, sino una nueva forma de conocer y transformar el mundo, actuando sobre la nanoescala. Por ello, la nanotecnología es un campo de investigación que abre muchas nuevas vías, "revolucionario", que afectaría profundamente a todos los sectores industriales de base tecnológica (medicina, energía, tecnologías de la información, etc.). De ahí la importancia económica de la nanotecnología, ya que un único descubrimiento puede ser aplicado en muchos sectores. En este contexto, los analistas de mercado anuncian para 2015 un mercado de hasta 750.000 millones de euros y 2 billones de euros y 10 millones de puestos de trabajo relacionados con la nanotecnología.
Pero la nanotecnología tiene otra cara menos tierna: su potencial para generar nuevos riesgos ambientales y sanitarios. La manipulación de materiales a nivel atómico y molecular produce una transformación y mejora en el comportamiento de estos materiales (en términos de conductividad, ligereza, resistencia, etc.), pero a su vez, esta manipulación puede generar riesgos asociados a las propiedades físico-estructurales que sólo se producen en estos niveles muy reducidos. Esto significa que el comportamiento de un nanomaterial en términos de seguridad no puede extrapolarse del comportamiento de un material de mayor tamaño con el mismo componente químico.
De hecho, los nanomateriales tienen una mayor facilidad para introducirse tanto en el cuerpo humano como en otros organismos vivos, así como para atravesar órganos, tejidos y células en comparación con partículas menos pequeñas. En este sentido, por ejemplo, un estudio de grupo dirigido por Ken Donaldson, de la Universidad de Edimburgo, puso de manifiesto que los nanotubos de carbono con forma de aguja tienen una influencia análoga al asbesto con el ratón laboratorio1. Además de la movilidad y las formas, la mayor superficie relativa al volumen de los nanomateriales determina la peligrosidad de los nanomateriales. Esto les confiere una mayor capacidad catalizadora, pero también una reactividad química más agresiva y, por tanto, una mayor toxicidad.
El tamaño es por tanto importante y junto con el componente químico condiciona la peligrosidad de los materiales. A pesar de estas peculiaridades, ya se han lanzado a lo largo del mundo más de 1.300 productos de consumo basados en la nanotecnología (incluida Europa) 2, sin aplicar una normativa específica sobre nanotecnología que garantice la seguridad de estos productos. En este sentido, el poder ejecutivo de la Unión Europea, la Comisión Europea, concluyó que el marco regulador previo al desarrollo de la nanotecnología --y por tanto, sin tener en cuenta específicamente la nanotecnología - era adecuado para "regular los potenciales riesgos para la salud, el trabajo y el medio ambiente de los nanomateriales". Esto lo recogió en el informe Regulatory Aspects of Nanomaterials de 2008.
Sin embargo, otra institución de la Unión Europea, el Parlamento Europeo, aprobó en abril de 2009 una resolución muy crítica con esta principal conclusión del informe de la Comisión. En esta resolución, además, el Parlamento Europeo instó a la Comisión a revisar la normativa vigente para abril de 2011 con el fin de que, una vez más, matizara la idoneidad de la normativa para abordar los riesgos de la nanotecnología (estudio aún no publicado).
Mientras tanto, y gracias al impulso legislativo del Parlamento Europeo, en los últimos años se han aprobado, por primera vez en el mundo, reglamentos que incorporan medidas específicas de seguridad aplicadas a la nanotecnología en la Unión Europea (siempre y cuando se considere al menos a los gobiernos nacionales). El más significativo de ellos --si tenemos en cuenta la especialización y variedad de las regulaciones- es el Reglamento 1223/2009 sobre productos cosméticos aprobado en noviembre de 2009 (entrará en vigor en julio de 2013). En este reglamento, por ejemplo, se exige una evaluación científica especial de los riesgos de los nanomateriales, se obliga al etiquetado de todos los productos cosméticos que contengan nanomateriales como ingredientes, o se impone a la Comisión Europea, seis meses antes de su comercialización, la obligación de transmitir información sobre la seguridad del producto a quien tenga previsto vender en el mercado de la Unión Europea un producto cosmético compuesto por nanomateriales.
Por tanto, Europa ha abierto el camino a la regulación específica de la seguridad de la nanotecnología. En la Unión Europea, el Parlamento Europeo, elegido por la ciudadanía, ha asumido esta tarea como la institución que mejor representa los intereses de los consumidores y del medio ambiente más allá de los intereses empresariales. En definitiva, como ha puesto de manifiesto el fracaso de la agricultura transgénica en Europa, la sociedad quiere un desarrollo tecno-industrial responsable que tenga en cuenta y tenga en cuenta la seguridad.
1 Poland, C.A. et al. : "Carbon nanotubes introduced into the abdominal cavity of mice show asbestos-like pathogenicity in a pilot study", en Nature Nanotechnology 3, (2008), 423-428.
2 Inventario de nanoproductos en www.nanotechproject.org/inventories/consumer.